La reciente focalización explícita en los «grupos vulnerables» de los organismos intemacionales de asistencia —especialmente los que operan en las situaciones de emergencia en todo el mundo— denota dos importantes preocupaciones. La primera: que quienes prestan ayuda quieren poder identificar a las potenciales víctimas de desasties a fin de prever y mitigar esos acontecimientos. La segunda: que la identificación de los grupos vulnerables sirve para encauzar la asistencia —siempre restringida por la limitación de los recursos— hacia los grupos más necesitados. No obstante, habría que entender la vulnerabilidad como un concepto mucho más fuerte, en la concepción y en la aplicación de las operaciones de socorro, que un simple criterio para encauzar la asistencia. En realidad, los problemas surgen al emplear, exclusiva o preferentemente, la noción de vulnerabilidad para designar a los grupos que deben recibir ayuda.

Los oficiales, los soldados, el personal sanitario, las poblaciones que están cerca o lejos del escenario de la guerra son otras tantas categorías de personas a las que deben dirigirse los escritores para exponerles, a cada una en el lenguaje que conviene, ese fondo de ideas y de sentimientos humanitarios que es preciso hacer llegar con tanta urgencia a las mentes y a los corazones.

(Boletín Internacional de las Sociedades de Socorro a los Militares Heridos – nº 1, octubre de 1869).

Cuando la II Conferencia Intemacional de la Cruz Roja reunida en Berlín, el año 1869, aprueba el principio de la creación de un boletín, cuya redactión se confía al Comité Intemacional, su intentión es que, ante todo, esta «revista ponga en relación a los comités centrales de los diversos países y les dé a conocer los hechos, oficiales y de otro tipo, que les interesa conocer». Desde entonces, el Boletín Intemacional de las Sociedades de Socorro a los Militares Heridos, que en 1886 pasó a ser el Boletín Intemacional de las Sociedades de la Cruz Roja y después, finalmente, en 1919, la Revista Intemacional de la Cruz Roja, no ha dejado de «ser un flujo de informaciones y de establecer el vínculo necesario entre los miembros del Movimiento Intemacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja», lo que reafirmó la Asamblea del CICR, en marzo de 1988, cuando, volviendo a examinar la naturaleza y los objetivos de la Revista, destacó que el óYrgano oficial del CICR está al servicio de todos los componentes del Movimiento y es fiel reflejo de su doctrina y de sus actividades para el mundo exterior.

Esta continuidad de la misión de la Revista nunca se ha visto truncada a lo largo de las décadas.

El objetivo general de este Simposio, celebrado en Montreux en abril de 1993, era reunir las ideas y los datos necesarios para coordinar la actión futura de los organismos interesados en mejorar la situación de las víctimas de las minas y en emprender acciones preventivas. Más específicamente, la finalidad del Simposio era: trazar un cuadro lo más preciso posible del empleo efectivo de las minas y de sus consecuencias; analizar los mecanismos y métodos actualmente disponibles para limitar ese empleo y para aliviar los sufrimientos de las víctimas, así como identificar las deficiencias en este ámbito; determinar el mejor modo de actuar; trazar una estrategia para coordinar la labor de los diferentes organismos implicados en esa acción; y redactar un informe que pueda servir de referencia para futuras medidas.

En los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 (CG), se estipula que el personal y el material sanitarios serán identificados, en general, con el emblema distintivo de la cruz roja o de la media luna roja. De conformidad con el II Convenio de Ginebra (CG II), aplicable a las víctimas de conflictos en el mar, se especifica que las superficies exteriores de los barcos hospitales y de las embarcaciones más pequeñas utilizados con fines sanitarios serán blancas. Se aboga por que las partes en conflicto utilicen «los métodos más modernos» para facilitar la identificación de los transportes sanitarios en el mar (CG II, art. 43). Se recomienda, asimismo, que las aeronaves sanitarias lleven ostensiblemente el signo distintivo, junto a los colores nacionales en las caras inferior, superior y laterales. Además, tendrán «cualquier otro sefialamiento o medio de reconocimiento concertado por los beligerantes, sea al comienzo sea en el transcurso de las hostilidades» (CG I, art. 36; CG II, art. 39).

La iniciativa de la Cruz Roja Sueca de organizar un taller para intercambiar experiencias sobre el análisis de la vulnerabilidad y las capacidades en Europa y para debatir la viabilidad de llevar a cabo la evaluación de manera metódica fue provocada por el informe del Grupo de Trabajo sobre la Ejecución del Plan Estratégico de Trabajo en Europa (elaborado en la IV Conferencia Zonal Europea de La Haya de 1992), en el que se recomendaba que las Sociedades Nacionales Europeas identifiquen a los grupos vulnerables en su respectivo país e inicien un debate sobre la futura cooperación en la evaluación de la vulnerabilidad y las capacidades.

Una de las recomendaciones del Simposio celebrado en abril de 1993 fue que se convocase una reunión de expertos militares con el fin de estudiar el uso militar de las minas antipersonal (AP) y los posibles sustitutivos.

El CICR organizó un Simposio sobre esta cuestión del 10 al 13 de enero de 1994, en que se debatieron los siguientes aspectos:

La utilidad militar de las minas antipersonal:

Artículo 1 — Disposiciones generates (nuevo artículo)

1. Mediante las normas que atañen a la identificación en este Anexo, se refrendan las disposkiones pertinentes de los Convenios de Ginebra y del Protocolo; su finalidad es facilitar la identificación del personal, del material, de las unidades, de los medios de transporte y de las instalaciones protegidas por los Convenios de Ginebra y el Protocolo.

2. En estas normas, como tales, no se determina el derecho a la protección, que se rige por los articulos pertinentes de los Convenios y del Protocolo.

3. Las autoridades competentes pueden, reservadas las disposiciones pertinentes de los Convenios de Ginebra y del Protocolo, reglamentar en todas las circunstancias la utilization, el despliegue y la iluminación de los signos V señales distintivos, así como la posibilidad de detectarlos.

De conformidad con la Declaración Final de la Conferencia Internacional para la Protección de las Víctimas de la Guerra (agosto-septiembre de 1993), Suiza convocará, para los días 23 a 27 de enero de 1995, en Ginebra, una reunión de expertos gubernamentales encargados de redactar un informe relativo a las medidas concretas para mejorar la aplicación y el respeto del derecho internacional humanitario. Dicho informe será presentado a la XXVI Conferencia Internacional de la Cruz Roja para que decida sobre el oportuno seguimiento.

Con el fin de preparar dichos trabajos, los representantes de 60 Estados se reunieron en Ginebra, los días 26 a 28 de septiembre, tras invitación del Gobierno Suizo. Una delegación del CICR, presidida por el señor Yves Sandoz, director de Doctrina, Derecho y Relaciones con el Movimiento, y los representantes de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja participaron asimismo en los trabajos de la reunión.

El 5 de mayo pasado, el Movimiento Intemacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja celebró el 75º Aniversario de la Federación Intemacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.

En efecto, el mes de mayo de 1919, cinco Sociedades de la Cruz Roja —de Estados Unidos de América, Francia, Reino Unido, Italia y Japón— fundaron en París la Liga de Sociedades de la Cruz Roja, cuyo objetivo debía ser «unir a las Cruces Rojas del mundo en un esfuerzo sistemático para prevenir, disminuir y paliar las miserias causadas por la enfermedad y las grandes catástrofes».

La guerra de 1870 había revelado lo difícil que era hacer respetar el derecho intemacional durante los combates. Las acusaciones recíprocas de violaciones del Convenio de Ginebra o, más generalmente, del derecho consuetudinario de la guerra, demuestran que ni el alcance del derecho humanitario ni la difusión de sus principios habían podido oponerse al comportamiento excesivo de los combatientes. La protectión de los servicios de sanidad y de los heridos debería ser independiente de la conducción de las hostilidades. Pero las violaciones de las normas de la guerra, verdaderas o supuestas, llevan, inevitablemente, al debilitamiento de la aplicación del Convenio. La opinión Prabaública, rápida para conmoverse, la prensa, preocupada por mantener el espéritu de resistencia, los mismos Gobiernos ponen siempre de relieve o amplifican los actos delictivos cometidos por el adversario y engloban en la misma condena a todos los combatientes enemigos.

Según cálculos del ACNUR, en 1970 había 2,5 millones de refugiados en el mundo. En 1980, esta cifra ascendió a 11 millones y, a comienzos del decenio de 1990, la alarmante escalada de guerras civiles obligó a un promedio de 10.000 personas por día a cruzar una frontera internacional. En 1993, el número de refugiados rondaba los 18,2 millones y 24 millones, por lo menos, de personas se vieron forzadas a desplazarse dentro de su propio país (ACNUR, 1993:1). El presente año, la situación ha seguido deteriorándose, particularmente en África, donde más de un millón de refugiados han huido de los combates en Ruanda durante las últimas semanas.

A corto y a mediano plazo, la respuesta internacional a estos desplazamientos masivos de población ha sido cubrir algunas necesidades básicas y tratar de establecer las condiciones adecuadas para que los desplazados puedan proveer a su propia subsistencia. A largo plazo, se piensa, en general, que la situación se resolverá cuando esas personas vuelvan a su país. Para ello, diversos representantes del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) han puesto de relieve la necesidad de propiciar las condiciones que favorezcan el regreso masivo de la población desplazada. (ACNUR, 1981; 1985; 1990; Hocke, 1986). En la reunión del Comité Ejecutivo de 1991, la Alta Comisionada volvió a llamar la atención sobre esta cuestión.

En su Declaracién Final del 1 de septiembre de 1993, la Conferencia Intemacional para la Protección de las Víctimas de la Guerra solicita, especialmente, a todos los Estados que no escatimen esfuerzo alguno para:

«Examinar o reexaminar, a fin de promover la universalidad del derecho internacional humanitario, la posibilidad de ser Partes o, si procede, de confirmar su sucesión, a los pertinentes instrumentos jurídicos subsiguientes a los Convenios de Ginebra de 1949, en especial:

— al Protocolo adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales del 8 de junio de 1977 (Protocolo I);

— al Protocolo adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados sin cardcter internacional del 8 de junio de 1977 (Protocolo II);

— a la Convención de 1980 sobre prohibiciones o limitaciones del empleo de ciertas armas convencionales y a sus tres Protocolos;

— a la Convention de 1954 sobre la protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado»

El humanismo y el pensamiento filosófico

Además de la motivatión religiosa, se puede invocar otra vía, igual de antigua, en la génesis del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.* Se trata de la perceptión, únicamente por la inteligencia humana, de una visión ideal del bien, ajena y, eventualmente, opuesta a consideraciones de intereses inmediatos.

Esta notión no estuvo muy en boga en la remota antigüedad, cuando, según los testimonies más antiguos, iconográficos y escrituarios, se ensalzaba, por el contrario, el triunfo de la fuerza bruta en las relaciones entre los hombres. Los métodos de la guerra asiria y la suerte reservada a los vencidos eran, a este respecto, un apogeo que no es atributo exclusivo de la historia antigua.

Tras casi 130 años de existencia, el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja conserva totalmente intactas su originalidad y su fuerza en el ámbito de las relaciones humanas.

Nacido de la comprobación realizada por el observador ocasional y privilegiado que fue Henry Dunant, de la entrega espontánea de la población lombarda tras el desastre sanitario de Solferino, en junio de 1859, el Movimiento se ha visto sin cesar afianzado y difundido, hasta el punto de ser hoy una entidad irremplazable, que continúa suscitando compromisos desinteresados en todo el mundo.

Es cierto que la acción de los pioneros que, en todas las épocas han tenido epígonos convencidos, constituye una primera explicación evidente.

Las instituciones —y los individuos— tienen una memorla en la que hunden sus raíces y que les permite resistir a los vientos cambiantes de las pasiones y de las modas. Es, en gran parte, la conciencia histórica la que establece los valores que sirven de punto de referenda para el presente y para el futuro.

Pero, aquí el tiempo actúay erosiona el recuerdo de los acontecimientos pasados, antes de hacerlos desaparecer en las brumas del olvido.

Se comprende, pues, toda la importancia del cometido del historiador, a quien incumbe reconstituir el pasado separando el acontecimiento anecdótico de lo esencial, a fin de sacar a luz las fuerzas profundas que determinan el curso de la historia.

Preocupado por preservar la memoria de su acción pasada, el Comité Internacional de la Cruz Roja dio el encargo de reseñarla a dos historiadores de talento.

La celebración oficial de la fundación de la Federación tuvo lugar el 5 de mayo en París. Asistieron a ella delegaciones de unas 70 Sociedades Nacionales, entre ellas de las cinco Sociedades cofundadoras, así como representantes de la Federación y del CICR. La Cruz Roja Francesa, en colaboración con la Federación, organizó varios actos, a los que se asociaron estrechamente las autoridades francesas.

El 4 de mayo, el presidente de la República francesa, señor François Mitterrand, puso de relieve «el cometido inestimable» de la Federación en la audiencia que concedió, en el Palacio del Eliseo, a los miembros del Consejo Ejecutivo de la Federación, a los jefes de las delegaciones de Sociedades Nacionales y a los miembros del CICR.

1. Importancia de la Conferencia de Revisión de la Convención de 1980

Agradecemos al Gobierno de Francia que haya convocado una conferencia para revisar la Convencion de las Naciones Unidas de 1980 sobre prohibiciones o restricciones del empleo de ciertas armas convencionales que puedan considerarse excesivamente nocivas o de efectos indiscriminados.

La Conferencia de Revisión de la Convención de 1980 es importantísima, ya que brinda la oportunidad, por primera vez desde que la Convención entró en vigor el año 1983, de que los Estados evalúen sus repercusiones y decidan si es necesario enmendarla, a fin de incrementar su eficacia.

Cabe recordar que esta Convención comenzó a elaborarse en una Conferencia de Expertos Gubernamentales convocada por el CICR en Lucerna, el año 1974, que duró varias semanas, y después el año 1976, en Lugano.

Para empezar, quiero transmitir a la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja los mejores deseos del Comité Internacional de la Cruz Roja por su 75º aniversario y felicitarla, así como a todas las Sociedades miembros de la misma y a su Secretaría, por la ingente labor realizada en todos los ámbitos de su competencia, en particular, el desarrollo y la promoción siempre y en todos los aspectos de la acción humanitaria de las Sociedades Nacionales.

Tratar una cuestión tan amplia resulta prácticamente imposible, y pretender encontrar la solutión del problema de la paz y la humanidad sería dar muestras de falta de inteligencia. Como la primera característica de la inteligencia es, precisamente, conocer sus limites, resulta evidente que solamente se puede intentar adivinar las posibles respuestas a una pregunta tan vasta. Para ello, hay que volver la mirada al pasado, a fin de comprender mejor el futuro.

Una cuestión de definitión

Cuando en el Movimiento Internacional de la Cruz Roja se tratan temas como la paz y la humanidad, tenemos una ventaja que no comparte ningún otro movimiento u organizatión de dimensión mundial: para ambos conceptos tenemos definiciones que, además, no son el resultado de una idea rápidamente plasmada sobre el papel, sino fruto de experiencias compartidas en nuestro Movimiento desde hace decenios y de arduas negociaciones sobre ciertas cuestiones, especialmente en relación con la paz, negociaciones en las que se ha logrado el consenso de todo el Movimiento y de los Estados Partes en los Convenios de Ginebra (mediante su aceptación de los Estatutos del Movimiento por la Conferencia Internacional de la Cruz Roja).

Por lo tanto, para examinar el cometido de nuestro Movimiento en favor de la paz y de la humanidad es preciso recordar primeramente la génesis de estos términos en el Movimiento.