La Conferencia Internacional para la Protección de las Víctimas de la Guerra que, del 30 de agosto al 1 de septiembre de 1993, tuvo lugar en Ginebra, permitió que los Estados expresaran su rechazo a la pasividad ante las muy graves violaciones de las normas humanitarias en numerosos conflictos armados y reafirmaran su voluntad de hacer todo lo posible por respetar y hacer respetar el derecho internacional humanitario (DIH).

Convencidos de que esta voluntad debía plasmarse en actos y que debia garantizarse un seguimiento de las recomendaciones de la Declaración Final de la Conferencia, los delegados, tras una iniciativa, en su mayor parte, de los representantes de la Federación de Rusia, solicitaron al Gobierno suizo que «reúna un grupo intergubernamental de expertos de composición no limitada encargado de dar con los medios prácticos para promover el pleno respeto de este derecho y la aplicación de sus normas, así como de preparar un informe para los Estados y para la próximo Conferencia Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja».

Este segundo expediente de la Revista, está dedicado, en gran parte, a la preparación de la reunión del Grupo Intergubernamental de Expertos que tendrá lugar del 23 al 27 de enero de 1995 en Ginebra.

El Comité Internacional de la Cruz Roja, que pudo dar a conocer sus puntos de vista y sus preocupaciones en la Conferencia de 1993, colabora activamente en esta nueva etapa de una reflexión que le merece mucha importancia.

«Unir a todas las Cruces Rojas del mundo en un esfuerzo sistemático para prevenir, disminuir y paliar las miserias causadas por la enfermedad y las grandes catástrofes y socorrer a sus víctimas». Ese fue el primer objetivo de la Liga de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (actualmente Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja), cuyo 75º aniversario acabamos de celebrar. Recordemos que su fundación respondió a la voluntad de varios dirigentes de Sociedades Nacionales y de personalidades del mundo médico, imbuidos del ideal wilsoniano, de proponer a las Sociedades del mundo entero programas de actividad en interés de la humanidad, de armonizar sus esfuerzos contra las calamidades de aquel tiempo.

La Revista Internacional de la Cruz Roja cumple 125 años, edad que perfectamente podría calificarse de venerable, a no ser que se prefiera utilizar el término respetable. En cualquier caso, es una edad sorprendente para una publicatión.

De hecho, son pocas las publicaciones periódicas que llegan a ser tan longevas, y se puede contar con los dedos de una sola mano el número de revistas de este tipo, internacionales y multilingües.

El acontecimiento sorprende menos cuando se sabe que la Revista es el órgano oficial de una de las más antiguas organizaciones con vocatión internacional y refleja el pensamiento y la acción del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Ciertamente, la Revista da testimonio de la perennidad de un Movimiento que, desde hace 130 años, ayuda y presta protección a la humanidad que sufre.

La Conferencia lntemacional para la Protección de las Víctimas de la Guerra, celebrada en Ginebra del 31 de agosto al 1 de septiembre de 1993, pidió a todos los Estados no escatimar esfuerzos para

«Cerciorarse de que sean debidamente perseguidos los crímenes de guerra y que no queden impunes; por consiguiente, aplicar las disposiciones en las que se prevén sanciones en caso de infracción grave contra el derecho internacional humanitario, y estimular la elaboración, en tiempo oportuno, de un aparato jurídico internacional apropiado».

La Conferencia Internacional para la Protectión de las Víctimas de la Guerra, celebrada del 30 de agosto al 1 de septiembre de 1993 en Ginebra, ciudad «cuna» del derecho internacional humanitario, fue un importante acontecimiento en la vida internacional. Brindó una oportunidad a diplomáticos de casi todos los países, no sólo de considerar cuestiones generales del derecho internacional humanitario sino también de deliberar acerca de lo que hay que hacer para reaccionar debidamente ante los actuales desafíos, sobre todo ante la escalada de conflictos armados y las violaciones del derecho internacional humanitario.

Los instrumentos fundamentales del derecho internacional humanitario son bien conocidos. Se trata esencialmente de los cuatro Convenios de Ginebra de 1949 y de sus Protocolos adicionales de 1977, así como de un amplio edificio de derecho consuetudinario. Estos instrumentos se refieren a cuestiones de vital importancia en tiempo de conflicto armado, particularmente para la protección de los heridos, los enfermos y los náufragos, los prisioneros de guerra y los internados civiles, así como la de toda la población civil.

El derecho internacional humanitario establece no solo los derechos fundamentales de la persona humana, sino que contiene también importantes mecanismos para garantizar el respeto de esas normas. Impone las necesarias obligaciones para reprimir todo acto que atente gravemente contra la dignidad del ser humano y la seguridad de la población civil.

Con motivo del centenario de la Declaración de San Petersburgo, la Revista Internacional de la Cruz Roja dedicó a ese importante documento, que marca el inicio del derecho de la guerra convencional, un artículo en el que se estudiaba la relación entre la noción de objetivo legítimo de la guerra, tal y como se define en la Declaración, y los medios de hacer la guerra, cuya licitud se declaraba limitada por su conformidad con ese objetivo legítimo y por su necesidad. Desde entonces, el derecho de los conflictos armados internacionales se ha enriquecido con el Protocolo I adicional a los Convenios de Ginebra de 1949. Acerca de la cuestión esencial del preámbulo de la Declaración de 1868, a saber, la noción de males superfluos —que no recibió esta denomination hasta 1899, en el artículo 23(e) del Reglamento sobre las leyes y costumbres de la guerra terrestre, pero que, como mostraremos, se remonta al preámbulo de la Declaración— el Protocolo I desarrolló esta noción, ampliando, por una parte, su ámbito de aplicación a los métodos de guerra y sobre todo mediante la introductión, por otra, de una nueva norma de alcance considerable: la limitación de la definición de los objetivos militares que pueden lícitamente ser atacados.

En su «Declaración Final», aprobada el 1 de septiembre de 1993, la Conferencia Intemacional para la Protección de las Víctimas de la Guerra (Ginebra, 30 de agosto-1 de septiembre de 1993) encarga a un Grupo Intergubemamental de Expertos, que ha de ser reunido por el Gobierno suizo, «dar con los medios prácticos para promover elpleno respeto de este derecho (international humanitario) y la aplicación de sus normas, así como de preparar un informe para los Estados y para la próximo Conferencia International de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja».

Pocas son las revistas que, como lo hace hoy la Revista Internacional, pueden festejar su 125º aniversario, motivo para recordar la importancia de su contributeón al estudio de los Principios de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, del derecho humanitario, de las actividades de la Institutión, de la historia de las ideas humanitarias y de quienes las han defendido, de los problemas de la paz y de la moral internacional. Lo que impresiona, al pasar revista a los últimos 50 años, es la amplitud y la diversidad de los temas tratados. Y dos de entre ellos, por solo citar esos, tienen gran primacía en el desarrollo de los hechos relativos al Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.

Ante todo, la Revista tuvo el privilegio de publicar, en varios de sus números, los Principios Fundamentales de la Cruz Roja tal como los formuló Jean Pictet y acompañó con un amplio comentario. Era oportuno que el Movimiento, siempre empujado por los acontecimientos que sin cesar lo solicitan hacia un pragmatismo diario, volviera a las fuentes.

La Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja conmemoró este año un importante aniversario. Hace setenta y cinco años, cinco hombres representantes de las Sociedades Nacionales de cinco países —Estados Unidos de América, Francia, Italia, Japón y Reino Unido— se reunieron para forjar una unión de Sociedades Nacionales en el orbe, un consorcio mundial que juntaría esfuerzos para servir a toda la humanidad. Varios decenios más tarde, contando entre sus miembros a 162 Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, con 124 millones de personas asociadas y 250.000 colaboradores, la Federación ha cumplido setenta y cinco años de esfuerzo encaminado a aliviar el sufrimiento de los hombres. Se imponen ahora ciertos cambios para facilitar el logro de nuestros objetivos humanitarios. No obstante, sigue vigente nuestro cometido supeditado al principio fundamental de humanidad, la piedra angular del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.

¿Cómo luchar contra los múltiples atentados contra la dignidad humana? Esta dolorosa cuestión se plantea hoy a escala planetaria. No ha dejado de confirmarse, por lo demás, desde hace 75 años, es decir, desde la creación de la Sociedad de las Naciones y de la Organización Internacional del Trabajo. La historia de nuestro siglo, marcado por una sucesión de guerras y de crisis económicas, no cesa de recordarnos su urgencia. El problema adquiere hoy una nueva dimensión en muchos Estados y organizaciones internacionales. En este contexto se inscribe el objetivo estratégico de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja de «mejorar la situación de las personas más vulnerables»

El Comité Internacional de la Cruz Roja conoce por experiencia directa las verdaderas consecuencias de los muchos conflictos armados que se están librando actualmente, así como del uso y de los efectos reales de las armas. Por consiguiente, tiene especial interés en lograr que el derecho tenga en cuenta las realidades del uso de las armas, a fin de reducir efectivamente el sufrimiento causado por los conflictos armados.

El presente estudio versa sobre un aspecto específico de la cuestión general de encontrar los medios y la manera de aumentar el respeto del derecho internacional humanitario, en particular de que se cumpla la obligación de hacer respetar ese derecho, como se estipula en el artículo 1 común a los Convenios de Ginebra de 1949 y en su Protocolo adicional I de 1977. Se parte de la premisa de que nadie discute la interpretatión del artículo 1 común, en el sentido de que la obligación de hacer respetar el derecho internacional humanitario implica que cada Alta Parte Contratante debe tomar medidas respecto a cualquier otra Alta Parte Contratante que no respete ese derecho. Por consiguiente, en este estudio no se aborda esta cuestión, sino que más bien se determinan y comentan brevemente varios tipos de medidas que los Estados pueden tomar para cumplir su obligación de hacer respetar ese derecho. Los ejemplos citados en relación con las diferentes medidas son únicamente ilustrativos, y no deben en modo alguno considerarse como un juicio del autor en cuanto a su justificación a la luz de las circunstancias en que fueron tomadas.

Ratificando los Protocolos de 1977 adicionales a los Convenios de Ginebra de 1949 Suecia se comprometió a informar e instmir a las autoridades encargadas de la polftica nacional de «defensa total», a su personal, así como a la población civil, sobre las normas del derecho internacional.

En el artículo 82 del Protocolo adicional I de 1977 se estipula que las Altas Partes contratantes velarán, en todo tiempo, por que se disponga de asesores jurídicos que asesoren a los jefes militares, al nivel apropiado, acerca de la aplicación de los Convenios de Ginebra y del Protocolo I y de la enseñanza que al respecto deba impartirse a las fuerzas armadas.

La redacción de este documento se apoya en la Declaración Final de la Conferencia Internacional para la Protección de las Víctimas de la Guerra, en el informe del CICR para esta Conferencia y en la nota enviada, a comienzos del mes de marzo de 1994, por el Gobierno suizo a los Estados, con miras a la reunion del Grupo de Expertos.

En este documento no se vuelven a tratar todos los puntos mencionados en el documento del Gobierno suizo; pero, por lo que respecta a algunos, se señalan cuestiones que los expertos podrían estudiar.

Al comienzo de cada sección, se hace referenda a los pasajes pertinentes del Informe del CICR presentado a la Conferencia de 1993, de la Declaración Final de éste y del documento del Gobierno suizo.

Cabe señalar que, habida cuenta del número de las cuestiones que merecen estudio y de la complejidad de algunas de ellas, será necesario determinar un orden de prioridades para los trabajos del grupo de expertos.

El 16 de noviembre de 1984, Jean Pictet, vicepresidente de honor del CICR, pronunció, en el acto de homenaje que le rindió la Universidad de Ginebra por su septuagésimo aniversario, una conferencia titulada: «La formatión del derecho internacional humanitario».

Este texto*, que es una notable síntesis del desarrollo del derecho humanitario en el siglo XX, finaliza con algunas conclusiones generales que van mucho más allá del propósito initial del texto. Son una reflexión sobre las difíciles relaciones entre los imperativos humanitarios y las necesidades militares y políticas, entre el idealismo y el pragmatismo, así como sobre la responsabilidad que todos tenemos de dar a conocer y aplicar un derecho que se deriva no solo de la humanidad, sino también del sentido común.

Diez años después, estas palabras siguen siendo de palpitante actualidad y adquieren una significación particular, especialmente en relación con las credent es violaciones del derecho; son también un llamamiento, sobre todo a la juventud, para que viva y difunda el derecho humanitario.

Hemos pensado que se imponía volver a publicar dichas conclusiones en este número del 125º aniversario de la Revista, que evoca el pasado y, al mismo tiempo, cuestiona el futuro. Las ideas de Jean Pictet, que tanto ha aportado al derecho humanitario, son siempre dignan de reflexión.

Deseando asociar a las Sociedades Nacionales y a la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja tras la Conferencia Internacional para la Protección de las Víctimas de la Guerra (agosto-septiembre de 1993) y para la preparación de la reunión del Grupo Intergubernamental de Expertos, prevista para el mes de enero de 1995, el CICR organizó una reunión consultiva a la que fueron invitados los asesores jurídicos y expertos en derecho humanitario de varias Sociedades Nacionales y de la Federaciñn, que tuvo lugar, los días 12 y 13 de septiembre, en Ginebra. Esta reunión se celebró, asimismo, de conformidad con la Resolución 2 del Consejo de Delegados (octubre de 1993), en la que se insta «a las Sociedades Nacionales, al CICR y a la Federación a que hagan todo lo posible, mediante su propia acción y la movilización de los Gobiernos, para garantizar que la Declaración Final de la Conferencia Internacional para la Protección de las Víctimas de la Guerra dé lugar a medidas concretas que permitan considerables mejoras en la situación de las Víctimas; …».

En 1989, basándose en las disposiciones del artículo 98 del Protocolo adicional I de 1977 a los Convenios de Ginebra de 1949, y después de consultar a los Estados Partes en este Protocolo, el CICR convocó una reunión de expertos técnicos, a fin de revisar el Anexo I (Reglamento relativo a la identificación) de ese Protocolo.

Al término de la reunión, que tuvo lugar en Ginebra, en agosto de 1990, los expertos técnicos propusieron algunas modificaciones. De conformidad con las disposiciones del artículo 98 del Protocolo I, el CICR solicitó a la Confederación suiza, Estado depositario de los Convenios de Ginebra y de sus Protocolos adicionales, que emprendiera el procedimiento previsto para invitar a los Estados Partes a aprobar las modificaciones propuestas. Estas enmiendas tenían por objeto fundamental integrar en el Anexo I del Protocolo I diversas disposiciones técnicas ya aprobadas por las organizaciones internacionales competentes.