Published online by Cambridge University Press: 11 January 2024
Apenas entramos, cayó una gran lluvia mezclada de relámpagos y de espantosos truenos. El ermitaño se hincó de rodillas delante de una imagen de san Pacomio, que estaba pegada a la pared, y nosotros hicimos otro tanto.
Gil Blas de Santillana, tomo 2º.El pueblo de Benameda fue uno de los que más se defendieron antes y después de la conquista de Ronda; sus habitantes, sin más muros que sus impávidos pechos, arrostraron mil veces el ímpetu de los tercios castellanos, hasta que casi todos sellaron con gloriosa muerte su amor a la libertad e independencia; entonces arrasaron los cristianos y solo dejaron en pie la mezquita y una casa inmediata; el fervor de algunos religiosos y la piedad de varios señores de Ronda la convirtieron a poco tiempo en iglesia; su arquitectura, aunque cambiada en parte, conservó con su techo bajo y sus macizos arcos y columnas el aspecto de fábrica musulmana; un piadoso sacerdote de austera y penitente vida había residido en ella de continuo para suministrar el pasto espiritual a los vecinos de los cercanos pueblos que en huertos y viñas junto a ellas vivían; después de su muerte, aumentóse el descontento de los moriscos, y no hubo quien quisiese vivir en aquel despoblado; para evitar la total ruina de la ermita, pasó a vivir a ella un lego del convento de santo Domingo de Ronda, que era muy bien mirado en su religión por razones particulares que ignoramos; fray Silvestre había militado, y cuando frisaba en los cincuenta de la edad, cambió la espada por el traje de fraile dominico para eterna vergüenza de su orden; lujurioso, hipócrita y azumbrándose al menos una vez al día, solo lo iguala en tan depravados vicios su ama Leonarda; tendría esta sobre cuarenta años, y, por su alta estatura, cara larga, ojos hundidos, aunque chispeando fuego, y color moreno, conocíase bien la sangre árabe que corría por sus venas. Fray Silvestre era un hombre grueso y aparramado, cara amoretada, ojos rojizos y de continuo lagrimosos, nariz aguileña, barba puntiaguda, modales desagradables cuando libremente se entregaba a sus excesos, sino adulador y de flexible carácter cual mañoso gato. —Endemoniado es el temporal —dijo el fraile a su ama.
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