La celebración, este mes de agosto de 1989, del 125.° aniversario de la aprobación del Convenio de Ginebra del 22 de agosto de 1864 para el mejoramiento de la suerte de los militares heridos en los ejéYcitos en campaña brinda la oportunidad de recordar la medida en que este pequeño texto de diez artículos marcó un hito en la historia de la humanidad, iniciando el desarrollo del derecho convencional de la guerra y de lo que más tarde sería el derecho internacional humanitario.

«Por primer a vez en la historia, los Estados reconocían que debe existir un pedazo de terreno inviolable donde no puedan penetrar el hierro ni elfuego; aceptaban limitar, en el piano internacional, su propia potencia en favor del individuo y en nombre de un imperativo altruista. Por primera vez, la guerra cedía el paso al derecho».

En la Antigüedad, algunos grandes capitanes se hacían acompañar por su médico personal. Los Romanos tenían, por lo menos, un médico en cada cohorte (es decir, para 500 ó 600 hombres) y la Iegión, que contaba con diez cohortes, tenía un «medicus legionis», que era, sin duda, una especie de jefe de sanidad. En las Cruzadas, el sultán Salah-El-Dine (Saladino) dio un ejemplo de humanidad autorizando a los médicos del campo adversario a que cuidaran a los cristianos que habían sido hechos prisioneros por su ejército y a que regresaran luego a su campo a través de las líneas. San Luis, rey, fue cuidado por médicos árabes. Sin embargo, es necesario llegar al siglo XVI para que empiece a ser organizado un servicio de sanidad en los ejércitos de Europa. Pero este servicio seguía todavía trágicamente insuficiente.

Esta situación mejoró en el siglo XVIII, como resultado de la civilización.

La Conferencia de Ginebra de agosto de 1864 se celebró a puerta cerrada. Un dibujo publicado en el periódico satírico el Carillon de Saint-Gervais refleja la reacción de los periodistas ante tal decisión. Se ve a tres personajes que simbó1icamente representan a tres periódicos ginebrinos, Journal de Genève, La Démocratie suisse y Carillon de Saint-Gervais, bloqueados delante de la puerta del Congreso Internacional, en la cual figuran estas palabras: Prohibido entrar. En el pie: Tribuna abierta a la prensa por el Congreso Internacional. Era, sin duda, la primera expresión, de cierta reserva que a veces ha caracterizado las relaciones de las instituciones humanitarias y la prensa de información. Afortunadamente, los tiempos han cambiado. Información y difusión son hoy elementos esenciales de la política del Comité Internacional de la Cruz Roja y se puede suponer que, si un dibujante ilustrase, a su vez, el desarrollo de una conferencia internacional, la representaría con las puertas de par en par.

Se desconoce, muy a menudo, el papel de los médicos de los ejércitos en la génesis del movimiento humanitario que culminó, hace 125 años, con el nacimiento de la Cruz Roja. A pesar de que los intercambios internacionales ya eran un hecho de notable envergadura, la repercusión de sus escritos apenas había rebasado el circulo bastante restringido de su entorno profesional, hasta que la institución de sociedades de socorro les dio precisamente notoriedad. Su posición era tanto más difícil cuanto que debían denunciar las insuficiencias de un servicio al que pertenecían como ejecutantes, sin tener voz ni voto en las decisiones.

Tal situación alcanzó su punto culminante a mediados del siglo XIX, cuando la aparición de una nueva generación de armas de fuego aumentó bruscamente el número y la gravedad de las heridas. De la concienciación de estas nuevas realidades en los campos de batalla de Crimea y de Italia por parte de personalidades ajenas al mundo militar nació la Cruz Roja, a cuyos fundadores no se les puede regatear el mérito que les corresponde.

Dos mil años antes de que Grocio, Rachel o Ayala hicieran un Uamamiento en Europa en favor del humanitarismo, los antiguos indios tenían ya un conjunto de normas para regir las relaciones entre los Estados del subcontinente en caso de conflicto armado. Según el profesor A. L. Basham:

… en ninguna otra parte del antiguo mundo hubo relaciones tan justas y humanas entre los hombres y entre el hombre y el Estado… Ningún otro legislador de la antigüedad proclamó esos nobles ideales de conducción justa de la batalla como lo hizo Manú. En toda su historia de guerra la India hindú tiene pocos casos de habitantes de una ciudad pasados a cuchillo o de matanza de no combatientes. El horrible sadismo de los reyes de Asiria, que desollaban vivos a sus prisioneros no tiene paralelo alguno en la antigua India. No hay duda de que tuvieron lugar esporádicos ados de crueldad y de opresión; pero, en comparación con la situación en otras culturas, eran leves. A nuestro parecer, la característica más notable de la antigua civilización india es su humanidad.

A primera vista, no hay relación entre la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y el Convenio de Ginebra de 1864 para el mejoramiento de la suerte de los milit, ares heridos en los ejércitos en campaña. Aqué11a es la base de los derechos humanos tal como los conocemos actualmente y éste es el tratado en el que comienza el derecho international humanitario.

Cuando, el mes de agosto del año en curso, no sólo Francia sino el mundo entero celebre el 200º aniversario de esta Carta de los derechos humanos, los Estados signatarios de los Convenios de Ginebra, así como las 148 Sociedades Nacionales de la Cruz Roja o de la Media Luna Roja, recordarán que fue también el mes de agosto cuando se firmó, hace 125 años, el Primer Convenio de Ginebra y que los hoy en vigor tienen cuarenta años. Más allá de la coincidencia de los meses, ¿se puede determinar una filiación entre estos acontecimientos?

Del 30 de mayo al 7 de junio de 1989, el presidente del CICR, señor Cornelio Sommaruga, efectuó una visita a Colombia y Perú. En ambos países, mantuvo conversaciones con el jefe del Estado y principales ministros sobre diversas cuestiones humanitarias.

En Colombia, el señor Sommaruga, acompañado por el presidente de la Cruz Roja Colombiana, fue recibido por el presidente de la República y el ministro de Relaciones Exteriores y se entrevistó asimismo con el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas colombianas. Durante esas entrevistas, el presidente del CICR agradeció al Gobierno colombiano que, durante los últimos veinte años, el CICR haya podido visitar a los detenidos de seguridad en las prisiones dependientes del Ministerio de Justicia. Alentó, además, a las autoridades colombianas a ratificar los Protocolos adicionales e indicó que el CICR y la Cruz Roja Colombiana estaban dispuestos a desarrollar programas destinados a dar mejor a conocer las normas esenciales del derecho international humanitario, especialmente en las fuerzas armadas y la policia.

El mes de abril, tras los enfrentamientos étnicos en Mauritania y en Senegal, el CICR envió delegados a ambos países.

Al principio, cuando la situación era aún confusa e incierta, los delegados llevaron a cabo una evaluación completa de la situación médica en ambos lados de la frontera y procedieron a la repatriación de heridos y enfermos al respectivo país. Al mismo tiempo, ambas delegaciones organizaron, en colaboración con la respectiva Sociedad National, una oficina de búsquedas que respondiera a las necesidades de decenas de miles de personas que han cruzado la frontera, en ambos sentidos, con frecuencia de noche y presas de pánico. Además, los delegados visitaron las prisiones de Senegal y Mauritania para garantizar la protección de los extranjeros detenidos en sendos países. Transcurridos estos momentos de urgencia, el CICR emprendió programas de asistencia material, sanitaria y alimentaria en favor de los numerosos refugiados que se encuentran en varios campamentos instalados tanto en Senegal como en Mauritania. Por último, en Senegal, el CICR impartió cursos de socorrismo a un centenar de personas.

Con profunda tristeza, el CICR recibió la noticia del fallecimiento, el 3 de julio pasado, a la edad de 75 años, del coronel G.I.A.D. Draper.

Los miembros del Comité Internacional y muchos de sus colaboradores que lo conocieron bien sienten hondamente la desaparición de quien fuera un gran humanista de nuestro tiempo, que dedicó toda su vida a la defensa y a la promoción del derecho.

El coronel Draper cursó estudios en la Universidad de Londres (LL.B. en 1936, LL.M. en 1938) y, en 1936, se licenció en abogacía, profesión que ejerció en 1939 y 1940, posteriormente en 1956. Durante la Segunda Guerra Mundial sirvió, a partir de 1941, en la Guardia Irlandesa en África del Norte y en Europa antes de actuar, de 1945 a 1949, como fiscal militar de los tribunales de crímenes de guerra en Alemania.

España ratificó, el 21 de abril de 1989, los Protocolos adicionales a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 relativos a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales (Protocolo I) y no internacionales (Protocolo II), aprobados en Ginebra el 8 de junio de 1977.

En el instrumento de ratificación del Protocolo I consta la declaración siguiente:

El Gobierno del Reino de España declara que reconoce ipso facto y sin acuerdo especial, con relación a cualquier otra Alta Parte contratante que acepte la misma obligación, la competencia de la Comisión para proceder a una investigación acerca de las denuncias formuladas por esa otra Parte.

España es el decimotercer Estado que hace una declaración relativa a la Comisión Internacional de Encuesta, la cual se constituirá cuando veinte Estados hay an hecho tal declaración.

La República del Perú ratificó, el 14 de julio de 1989, los Protocolos adicionales a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949 relativos a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales (Protocolo I) y no internacionales (Protocolo II), aprobados en Ginebra el 8 de junio de 1977.

De conformidad con sus disposiciones, los Protocolos entrarán en vigor, para la Republica del Perú, el 14 de enero de 1990.

La República del Perú es el 85º Estado Parte en el Protocolo I y el 75º en el Protocolo II.