En el presente artículo se analiza cómo la chilena Lina Meruane, en Sangre en el ojo (2012), y la argentina Mercedes Halfon, en El trabajo de los ojos (2017), elaboran una narración fragmentada mediante las voces de dos protagonistas con problemas de visión. El punto de vista de las narradoras se vuelve vacilante, mostrando el esqueleto mecánico de una construcción literaria artificiosa, alertando al lector de que se encuentra ante un testimonio determinado por las experiencias y la forma de mirar de un personaje que, por tanto, es una ficción y como tal es susceptible de resultar alterada e incluso falseada. Es decir, las autoras desafían al lector a sumergirse en un texto cuyo lenguaje se enfrenta a la problemática vulnerabilidad de un cuerpo anormal. De esta manera, estos relatos son las historias de dos mujeres, que lejos de adoptar un rol de víctimas, toman una postura empoderada y resistente ante el sistema, a pesar de sus problemas de visión, a través de unos textos que presentan un lenguaje y estructura alterados.