Según la teoría económica dominante, la teoría neoclásica, la única razón que explica la introducción de nuevas técnicas en el proceso productivo es que éstas son más eficientes o productivas que las conocidas hasta la fecha. Las razones por las que aparecen esas nuevas técnicas pertenecen a dominios extraeconómicos, es decir, las variables económicas no se consideran un factor relevante en dicha aparición. Por otra parte, los escritos recientes de algunos autores pertenecientes a la línea de pensamiento marxista, de entre los que destaca Stephen Marglin (1974), parecen haber sostenido que la introducción de cambios técnicos, y más concretamente de la división del trabajo, responde a un deseo por parte de los capitalistas de controlar mejor a sus obreros más que a razones de eficiencia productiva. En este artículo partimos de un enfoque teórico que pone de relieve que la «eficiencia» y el «control» no son variables contradictorias, sino complementarias. Es decir, puede haber cambios técnicos que respondan a razones de eficiencia, que llamaremos «físicos», y cambios técnicos que correspondan a razones de control, que llamaremos «extractivos». Nuestra crítica a la teoría neoclásica no es, por tanto, que sea errónea, sino que sólo es parcialmente correcta. El objetivo de este trabajo es poner de relieve, mediante el estudio concreto de una serie de cambios técnicos ocurridos en una misma planta en un período relativamente corto de tiempo, que los cambios extractivos tienen relevancia empírica. El caso analizado es el de la fábrica McCormick, de Chicago, en las dos últimas décadas del siglo XIX. Por supuesto, sería arriesgado generalizar estos resultados tan concretos. Por ello, esta investigación debe considerarse únicamente como un ejemplo en el que el marco teórico propuesto resulta validado y como una invitación a posteriores investigaciones, tal vez menos distantes en el tiempo y, sobre todo, en el espacio, que confirmen o rechacen sus hallazgos.