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Migración rural en los Andes Sipesipe (Cochabamba), 1645 (*)

Published online by Cambridge University Press:  28 April 2010

Nicolas Sanchez-Albornoz
Affiliation:
New York University

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Historiadores y antropólogos han solido concebir los pueblos de indios como asentamientos estables en zonas rurales. Han supuesto que desde que la administración colonial española redujo allí a los indígenas, no se suscitaron en ellos movimientos de envergadura hasta quea la modernización reciente provocó una fortísima emigración. Investigaciones en curso no respaldan, empero, tal presunción. D. J. Robinson acaba de recordarnos que «en el mundo hispanoamericano siempre ha habido mucho de qué huir o, por lo que ser atraído» (1). La estabilidad resulta menos cierta aún en los Andes meridionales, donde a menudo los indios cortaron los lazos que les ataban a sus comunidades. Sobre este fenómeno hemos escrito antes en términos generales o, más en detalle, en relación con la migración urbana (2).

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Articulos
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Copyright © Instituto Figuerola de Historia y Ciencias Sociales, Universidad Carlos III de Madrid 1983

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References

(1) Robinson, D. J., “Indian Migration in Eighteenth-Century Yucatán: The Open Nature of the Close Corporate Community”, en Robinson, D. J. (compil.), Studies in Spanish American Population, Boulder, 1981: 6.Google Scholar

(2) “Migraciones internas en el Alto Perú. El saldo acumulado en 1645”, Historia Boliviana, 2/1 (1982): 11–19, y “Migración urbana y trabajo. Los indios de Arequipa, 1571–1645”, De historia e historiadores. Homenaje a José Luis Romero, México, 1982: 259–281.

(3) Indios y tributos en el Alto Perú, Lima, 1978: 155–185.

(4) Wachtel, N., “Los mitmas del valle de Cochabamba: la política de colonización de Wayna Capac”, Historia Boliviana, 1/1 (1981): 2157Google Scholar, reproduce en apéndice un interrogatorio de los indios sipesipe en encomienda del licenciado Polo de Ondegardo y de Rodrigo de Orellana. Los caciques declaran en él de dónde procedían los mitimaes de tiempos incaicos. El área sobre la cual informan es, en 1560, mayor que la que Toledo concedió al pueblo de Sipesipe.

(5) Lorebo, R., Los repartos, Lima, 1958: 158 y sigs.Google Scholar Los tributos de Sipesipe fueron cobrados por la Corona a partir de 1567, según la relación de reacudaciones publicada por Escobedo, R., El tributo indígena en el Perú (siglos XVI–XVII), Pamplona, 1979: 281286Google Scholar; Cook, N. D. (ed.), Taso de la visita general de Francisco de Toledo, Lima, 1975: 29Google Scholar; de Toledo, F., “Libro de la visita general del virrey don Francisco de Toledo”, Revista histórica (1924): 204216.Google Scholar Véase asimismo “Tasa de la provincia de los Charcas”, Archivo General de la Nación, Buenos Aires (en adelante AGN), 9, 17.2.5, fol. 78.

(6) En 1606, el corregidor de Cochabamba revisitó Sipesipe. Los indios aparecieron disminuidos y por ello solicitó rebaja en la mita. El corregidor de Potosí se opuso al pedido denunciando ocultaciones. Cole, J. A., The Potosí Mita under Hapsburg Administration. The Seventeenth Century (tesis doctoral, University of Massachussets), 1981: 118.Google Scholar El único grupo que en 1645 mostró haber crecido fue el platero. De los 19 de tiempos de Toledo, llegaron a ser 31 (cuadro 3) [según revisita de José de la Vega Alvarado del mismo año cuando les señaló 20 fanegadas de tierra y los exceptuó de la mita, AGN, 13, 18.1.3].

(7) La teoría sobre los temples, tan en boga en la época, fuerza al virrey a calificar a los indios de Sipesipe como yungas (de tierra caliente), cuando los soras —la mayoría, según todos los testimonios— eran aymarás y procedían del altiplano. El diagnóstico de Chinchón en AGN, 9, 10.8.6; la denominación de “soras”, en la memoria de Mancera de 3 de octubre de 1646, AGN, 9, 6.2.5.

(8) Sánchez-Albornoz, N., “Mita, migraciones y pueblos. Variaciones en el tiempo y en el espacio. Alto Perú, 1573–1692”, Historia Boliviana…Google Scholar

(9) Con respecto a los frecuentes contactos económicos entre Cochabamba, Potosí y el altiplano meridional, recuérdese la conocida anécdota de cómo dos indios de Porco, de camino con comida de Cochabamba, descubrieron, al escapárseles un carnero, las vetas del mineral de Potosí: “Descripción de la villa y minas de Potosí”, Relaciones geográficas de Indias. Perú (Biblioteca de Autores Españoles, t. 183), 1, Madrid, 1965: 172. En términos más generales, B. Larson, “Maize, markets, and mines: Potosi and Agrarian Social Relation in 16th Century Cochabamba” (ms.).

(10) Sipesipe sufrió amputaciones temprano, de las que proceden varias encomiendas del valle de Cochabamba y el pueblo de españoles de Quillacollo. Constituido el pueblo de realengo, su territorio no se vio invadido enseguida por propiedades españolas. Estas contaban con lugar aparte por donde expandirse. Sipesipe no albergó yanaconas de chacra. Los mencionados en el padrón son un joven originario y varios yernos de forasteros y cuatro indios de Chuquiabo cuyos nombres van marcados con una “y” en el margen. Ni siquiera en el siglo xviii cabe relevar haciendas de españoles en Sipesipe. Sánchez-Albohnoz, Véase N., Indios y tributos…: 176.Google Scholar

(11) AGN, 9, 20.4.4.

(12) Collana - principal; sullca - postrero: De Santo Tomás, D., Lexicón o vocabulario de la lengua general del Perú, Lima, 1951.Google Scholar El significado de “taypi” como mediano o de en medio, en Bouysse-Cassagne, T., “L'espace aymara: urco et uma”, Annales, 33 (1978): 1065.CrossRefGoogle Scholar Sobre la tripartición de los ayllus mayores, véase Harris, O., “De l'asymétrie au triangle. Transformation symboliques au Nord de Potosi”, Annales, 33 (1978): 11081125.CrossRefGoogle Scholar

(13) El padrón deja entrever que la parcialidad urinsaya estuvo antaño dividida en ayllus. Tras el decimoquinto tributario, el padrón enumera las viudas y las huérfanas. Una larga raya separa el último nombre de los tributarios que siguen, dando a entender que comienza un nuevo grupo. Los urinsaya de Sipesipe experimentaron temprano una contracción superior a la de sus pares de anansaya. En 1598 habían perdido 51 indios y los segundos 30, según el censo citado por Larson, “Maize”…

(14) Los 26 mitayos del padrón son un quinto de los 139 repartidos por Toledo. El virrey Mancera, en 1646, se propuso aliviar la carga de los originarios reduciendo su cupo de mita a 16. A los mitayos de Sipesipe designa como “soras” y los tiene por “buenos trabajadores”: “Orden de las provincias y pueblos que están obligados a enviar indios para la mita del Cerro de Potosí”, AGN, 9, 6.2.5. Monclova reduciría luego la tanda a ocho mitayos. N. Sánchez-Albornoz, “Mita”…

(15) De la cuenta de progenitores quedan fuera los viejos y viudos con hijos, 24 ausentes casados y los tres maridos de quince a diecisiete años de edad, sin vastagos por cierto. Los ausentes, infecundos por efecto de su inestabilidad o sólo en apariencia por no haber llegado noticia de su descendencia, mal pudieron contribuir a la reproducción de la comunidad, salvo en caso de retorno, por lo que claramente deben quedar fuera de la cuenta. Las madres, punto de referencia habitual para la estimación del tamaño y de la reproducción de la fámula, tampoco entran en nuestros cálculos, por defectos de su matriculación. En cuanto a los hijos, figuran todos los habidos, aunque alguno constituyera ya una unidad doméstica aparte y tuviera descendencia propia. En uno de los casos, los hijos anotados pertenecen por cierto a un primer matrimonio de la mujer.

(16) Datos de la numeración de 1684 en la retasa del duque de la Palata: AGN, 13, 25.5.4. De los 65 originarios, 35 se hallaban en el pueblo (ocho de ellos exentos) y nada menos que 30 en Potosí, por lo que la población originaria de hecho era mínima.

(17) Los pueblos del Alto Perú eran, en 1692, unos 190. A los 139 entre los que el duque de la Palata repartió la mita potosina, conviene sumar los 35 pueblos exentos: N. Sánchez-Albornoz, “Mita”… A éstos agréguense las ciudades, Oruro entre ellas, y los pueblos de las provincias omitidas en aquel repartimiento: Tomina, Pilaya y Paspaya, Lípez, Atacama, Yamparaes y Larecaja.

(18) N. D. Cook, “Eighteenth-Century Population Change in Andean Peru: The Parish of Yanque”, en Robinson, D. J. (compil.), Studies…: 262.Google Scholar

(19) Véase, por ejemplo, L. L. Greenow, “Marriage Patterns and Regional Interaction in Late Colonial Nueva Galicia”, en Robinson, D. J. (compil.), Studies…: 119147.Google Scholar

(20) Los mitimaes estatales, instalados en Sipesipe por el inca, desaparecieron al derrumbarse el estado incaico. O regresaron a sus lugares de origen o fueron reducidos por Toledo en pueblos. Este último caso es el de los plateros de Sipesipe. Los mitimaes preincaicos procedían, Tapacarí aparte, de Paria (soras, uros, quicallas, Casaya, Aullagas y Uroquillas), de Carangas (Andamarca, Urinoca, Colquemarca, Chuquicota y Totora), de Pacajes (Callapa, Tiahuanaco, Caquiaviri y Sicasica), de Chucuito (Chucuito) y del Collao (Paucarcollo y Porco). Estos orígenes figuran en el interrogatorio de 1560 publicado por Wachtel, “Los mitmas”…: 53–57.

(21) “De la filiation à la résidence: les éthnies dans les vallées de Larecaja”, Annales, 33 (1978): 1160–1181; “Valles y punas en el debate colonial. La pugna sobre los pobladores de Larecaja”, Revista Histórica, 3 (1979): 141–164; “Les lupacas dans les vallées orientales des Andes: Trajets spatiaux et repères démographiques (xvi–xvii siècles)”, Mélanges de la Casa de Velázquez, 17 (1981): 147–182.

(22) Polo De Ondegardo, J., “Relación de los fundamentos acerca del notable daño que resulta de no guardar los. indios sus fueros”, Colección de libros y documentos referentes o la historia del Perú, 1/3, Lima, 1916: 158.Google Scholar

(23) En Quillacollo se matricularon, en 1684, 49 indios de Carangas “poseedores de 22 fanegadas que les dio el señor virrey don Francisco de Toledo para que los pueblos de aquella provincia tuviesen fruto de valles en ésta”. Estos mitimaes eran trece del pueblo de Totora, cinco de Guaillamarca, tres de Curaguara, cuatro de Atuncaranga, tres de Chuquicota, dos de Tiquillaca, dos de Sabaya, uno de Guachaya, dos de Colquemarca, cinco de Asanaque. nueve de Atunquillacas y uno de Uruquilla. AGN, 13, 18.1.3.

(24) De los llactarunas, consta su presencia más al Oriente, en Pocona. RamíRez Valverde, M. (ed.), “La visita de Pocona”, Historia y Cultura, 4 (1970): 269308.Google Scholar El texto expresa: “En la dicha visita se han hallado muchos indios que eran casi ciento los cuales se llaman Hasta lunas, que son de otras tierras diversas y que viniendo a Potosí a sus granjerías, sabiendo que en este repartimiento de Pocona hay indios de sus mismas tierras y hallando disposición de tierras para sembrar se han quedado aquí, unos de cinco años a esta parte y otros de tres y de dos y de uno.”

(25) AGN, 9, 20.4.4.

(26) AGN, 13, 25.5.4.