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Published online by Cambridge University Press: 28 April 2010
El auge alcanzado por los estudios históricos en los últimos años es consecuencia tanto de la investigación positiva sobre fuentes documentales inéditas, como de la revisión y crítica de tesis obtenidas con anterioridad e incorporadas a la historiografía. En la mente de todos está la célebre polémica mantenida por Américo Castro y Sánchez-Albornoz; o la que han protagonizado más recientemente Brulez y Morineau con P. Chaunu; igualmente han sido sumamente enriquecedoras las críticas suscitadas con motivo de la publicación de determinadas obras que justamente pueden ser calificadas como trascendentales en los estudios históricos, por ejemplo, las de Hamilton y, más cercanas en el tiempo, las de I. Wallerstein. La historiografía dispone, gracias a los trabajos de los historiadores mencionados, no sólo de las múltiples y valiosas aportaciones que en sí contienen, sino además de excelentes trabajos surgidos para cuestionar, reelaborar o sencillamente discrepar puntos esenciales; tal es el caso de P. Vilar, cuya crítica a las tesis de Hamilton nos ha proporcionado una serie de trabajos fundamentales e imprescindibles para la comprensión de la formación del capitalismo y de las ideas económicas de la Edad Moderna. Así pues, no debe quedar duda de cuál es mi valoración de la crítica científica.