Published online by Cambridge University Press: 28 April 2010
En esta ponencia nos proponemos trazar, a grandes rasgos, un esbozo de la evolución del sector agrario español durante la última década del siglo XIX y el primer tercio del actual. Queremos dejar claro, desde un comienzo, que no se trata de un mero ejercicio de estadística, sino de una investigación histórico-económica en el estricto sentido del término.
1 J. C., Toutain, “Le produit de la agriculture française de 1700 à 1958”, Cahiers de l'Institut de Science Economique Apliquée, num. 115 (serie AF, núm. 1), París, julio 1916, p. 14.Google Scholar En la primera parte de este magnífico trabajo (pp. 1–22) se ex ponen las dificultades específicas que entraña la realización de las estadísticas agrarias y las circunstancias que limitan la veracidad de sus resultados, sobre todo si son históricos. A ella remitimos al lector, porque la mayoría de sus consideraciones son aplicables a nuestro caso. Será provechoso, asimismo, no perder de vista la definición exacta de las distintas macromagnitudes y la capacidad ex plicativa que los especialistas les conceden: véase Rojo, Luis Angel, Renta, precios y balanza de pagos, Alianza, Madrid, 1978, 4. edición, pp. 11 y ss.Google Scholar
2 La definición de J. C., Toutain, “Le produit de la agriculture française de 1700 à 1958”, Cahiers de l'Institut de Science Economique Appliquée, num. 115 (suplemento) (serie AF, num. 2), París, julio 1961, p. 60Google Scholar, es la siguiente: “Llamamos producto final de la agricultura al producto (total) menos los elementos utilizados en el interior del sector agrícola como medios de producción. Se compone del producto vegetal, deducidas las semillas y el consumo animal, y del producto animal, deducido el consumo animal.” Adviértase el significado de los adjetivos de Toutain. El autor francés dice “agrícola” donde nosotros “agrario” (Agricultura más Montes, Dehesas y Pastos más Ganadería); con “vegetal” designa al resultado conjunto de nuestra agricultura y nuestros montes, y emplea “animal” como sinónimo de ganadería o ganadero.
3 La cantidad que corresponde a cada uno de estos conceptos es muy distinta, a juzgar por lo que ocurre en Francia, donde la composición del producto no difiere mucho de la española.
Números indices del producto total agrícola (p.t.a.), producto global agrícola
4 Ministerio de Fomento, Dirección General de Agricultura y Montes, Avance estadístico de la producción agrícola en España. Resumen hecho por la Junta Consultiva Agronómica de las memorias de 1922 remitidas por los ingenieros del Servicio Agronómico Provincia, Madrid, 1923Google Scholar (en adelante, Avance de 1923).
5 Torres, , Manuel de, El problema triguero y otras cuestiones fundamentales de la agricultura española, Madrid, 1944.Google Scholar
6 Sotilla, , Eduardo de la, “Producción y riqueza agrícola de España en el último decenio del siglo XIX y primero del xx”, Boletín de Agricultura Técnica y Económica, tomo V, núms. 27–31, Madrid, 1911.Google Scholar Reedición a cargo de Sanz, Jesús en Agricultura y Sociedad, núm. 18, 1981, pp. 303–409.Google Scholar
7 Grupo de Estudios de Historia Rural, Los precios del trigo y la cebada en España, 1891–1907. Servicio de Estudios del Banco de España, Madrid, 1980.Google Scholar
8 “Dictamen de la comisión nombrada por Real Orden de 9 de enero de 1929 para el estudio de la implantación del patrón oro”, Información Comercial Española, núm. 318, febrero 1960, pp. 51–83.
9 Véase artículo citado en nota 6.
10 Ministerio de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas. Dirección General de Agricultura, Noticias estadísticas sobre la producción agrícola española por la Junta Consultiva Agronómica, 1902, MadridGoogle Scholar (s. a.) (en adelante, Noticias de 1902).
11 Ministerio de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas. Dirección General de Agricultura, Prados y pastos. Resumen hecho por la Junta Consultiva Agronómica de las memorias sobre dicho tema remitidas por los ingenieros jefes de sección del Servicio Agronómico Nacional, Madrid, 1905Google Scholar (en adelante, Prados y Pastos, 1905).
La superficie de los espacios no labrados puede estimarse por otros procedimientos. Por ejemplo, partiendo de un dato seguro y estable, el de la superficie total española, que asciende a 50.475.000 hectáreas. Si deducimos de ella, en cada fecha, las partidas mejor controladas, que son las agrícolas, obtendremos las superficies no labradas más los espacios improductivos (columna C del cuadro adjunto). Estos últimos ocupaban, en 1922 y 1931, unas 4.900.000 hectáreas y les suponemos 5 millones para las fechas anteriores (columna D); restados de la columna C, proporcionan unas extensiones de montes, dehesas y pastos (columna E), muy próximas a las del apéndice 1 (columnas F y G),
olvidarse la variabilidad de estos espacios llamados improductivos, especialmente en épocas depresivas.
12 Ibidem, p. 349.
13 Comisión Extraparlamentaria del Impuesto de Consumos, Documentos y trabajos de la Comisión, Madrid, 1906, 4 vols.Google Scholar
14 Ministerio de Fomento. Dirección General de Agricultura, Minas y Montes, Avance estadístico de la riqueza que en España representa la producción media anual de árboles y arbustos frutales, tubérculos, raíces y bulbos. Resumen hecho por la Junta Consultiva Agronómica de las memorias de 1910 remitidas por los ingenieros del Servicio Agronómico Provincial, Madrid, 1913Google Scholar (en adelante, Alance de 1913).
15 Ministerio de Fomento. Dirección General de Agricultura, Minas y Montes, Avance estadístico de la riqueza que en España representa la producción media anual de las plantas industriales. Resumen hecho por la Junta Consultiva Agronómica de las memorias de 1911, remitidas por los ingenieros del Servicio Agronómico Provincial, Madrid, 1914Google Scholar (en adelante, Avance de 1914).
16 Inchausti, Alcaide, Julio, “Una revisión urgente de la serie de renta nacional española en el siglo xx”, en Datos básicos para la historia financiera de España (1850–1975), vol. 1, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1976Google Scholar, y ob. cit. nota 8.
17 Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Dirección General del Instituto geográfico y Estadístico, Anuario Estadístico de España. Año III, 1916, Madrid, 1917.Google Scholar
18 Ministerio de Fomento. Dirección General de Agricultura, Minas y Montes, Avance estadístico de la riqueza que en España representa la producción media anual en el decenio 1903 a 1912 de cereales y leguminosas, vid y olivo y aprovechamientos diversos derivados de estos cultivos. Resumen hecho por la Junta Consultiva Agronómica de las memorias de 1913, remitidas por los ingenieros del Servicio Agronómico Provincial, Madrid, 1915Google Scholar (en adelante, Avance de 1915).
19 Dichas estadísticas se pueden encontrar en el Boletín Quincenal de Comercio. Información Agrícola y Estadística de Mercados, y en el Boletín de Agricultura Técnica y Económica.
20 Véase art. cit. nota 6.
21 Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico, Anuario Estadístico de España. Año II, 1915, Madrid, 1916.Google Scholar
22 Véase ob. cit. nota 14.
23 Véase ob. cit. nota 21, pp. 68–69.
24 Reseña Estadística de España, tomo III, Madrid, 1914.
25 Véase ob. cit. nota 4.
26 NEGOCIADO DE MEJORAS PECUARIAS, Censo pecuario de España, 1921. En el Archivo del Sindicato Vertical de Ganadería; pendiente de catalogación en el Archivo Histórico Nacional.
27 Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio. Dirección General de Agricultura. Sección de Estadística. Comité Informativo de Producciones Agrícolas, Anuario Estadístico de las Producciones Agrícolas. Años 1931 y 1932 para los agrios y el olivo, Madrid, 1932.Google Scholar
28 Véase art. cit. nota 16, p. 1144.
29 Anuario(s) Estadístico (s) de las Producciones Agrícolas de 1929, 1930 y 1931. Con posterioridad a la presentación de esta ponencia hemos evaluado la producción de las “industrias zoógenas anexas a las casas de labor”, la única partida importante no incluida en el producto ganadero. Partimos de la información, que asignamos a 1910, de Ministerio de Fomento. Dirección General de Agricultura, Minas y Montes, Avance estadístico de la riqueza que en España representa la producción media anual de pastos, prados y algunos aprovechamientos y pequeñas industrias zoógenas anexas. Resumen hecho por la Junta Consultiva Agronómica de las memorias de 1912, remitidas por los ingenieros del Servicio Agronómico Provincial, Madrid, 1914Google Scholar (en adelante, Pastos y Prados, 1914); corregimos algunos errores de suma y deducimos que, en este grupo de las “industrias zoogenas anexas”, los huevos de gallina y los polios suponen el 66 por 100 del valor de lo producido. De huevos y polios, precisamente, existen datos de producción para 1929 y 1933 en los correspondientes Anuario(s) citados, cuya media la fechamos en 1931, tras aumentarla en un 34 por 100, para rellenar el hueco de las industrias zoogenas desconocidas, y aplicarle al precio de 1910 un indice de precios de los huevos (tornado de la serie de precios al por mayor en Castilla de Paris Eguilaz, Higinio, El movimiento de los precios en España. Su importanda para una política de interventión, Madrid, 1943, p. 32Google Scholar, y suponiendo que los precios de 1910 sean iguales a los de 1913) y otro de los polios (que es una media ponderada con las producciones de los indices de precios de la carne, según los Anuario(s) de 1929 y 1930). Por último, la cifra de 1922 se ha obtenido como promedio de las de 1910 y 1931, valorada a precios corrientes del año en cuestión, y la de 1900 es la misma cantidad de 1910, multiplicada por el índice de precios de los polios ya aludido. De todo lo cual resulta el cuadro siguiente, en millones de pesetas:
Asimismo, hay que señalar las ausencias del trabajo, del esttércol, de las pieles y de las crías de los ganados caballar, mular y asnal, que han sido irremediables, dada la fragmentaria información de las fuentes. De haberse incluido estas partidas, y suponiendo ciertas las cifras de Salazar, nuestro producto ganadero deberia valer, aproximadamente, el doble (nos referimos a Salazar, Z., Ganaderia espanola (temas agropecuarios). Alimentation. Razas. Mejora y explotación del ganado, Madrid, 1928, p. 194Google Scholar, donde se computan las pieles según Ministerio de Trabajo, Comercio e Industria. Dirección General de Estadística, Anuario Estadistico de España. Año XI, 1924–1925, Madrid, 1926, p. 295Google Scholar, y el estiercol de forma parecida a Ministerio de Fomento. Dirección General de Agricultura, Minas y Montes, Materias fertilizantes empleadas en la agricultura. Resumen hecho por la Junta Consultiva Agronómica de las memorias de 1919 remitidas por los ingenieros del Servicio Agronómico Provincial, Madrid, 1921Google Scholar, anexo C):
30 Los censos de 1907 y 1909 se publicaron en Reseña Geográfica y Estadística de España, tomo III, Madrid, 1914. Para el resto véase Grupo de Estudios de Historia Rural, “Contribución al análisis histórico de la ganadería española, 1865–1929”, Agricultura y Sociedad, núm. 8, 1979, p. 135.Google Scholar
31 Para nuestros cálculos hemos utilizado el Boletín Semanal de Estadística y Mercados y el Boletín de Agricultura Técnica y Económico.
32 No todos los precios han sido elaborados mediante el sistema señalado en el texto. Los de lana blanca en 1893 y 1900 se han calculado a partir del Boletín Semanal de Estadística y Mercados, mientras que los de lana blanca en 1910 y 1922 y los de la negra en 1893, 1900 y 1910 lo han sido a partir del Boletín de Agricultura Técnica y Económica. El precio de la lana negra en 1922 lo hemos estimado suponiendo que entre 1910 y 1922 evoluciona igual que el de la lana blanca. El precio de la carne de cabrío en 1893, 1900 y 1910 lo hemos calculado en base a las fuentes que para esas fechas se indican en el cuadío 3. Como el precio viene dado en pesetas/cabeza, lo hemos dividido por 34, que es el término medio de kilogramos que se atribuye a este tipo de ganado (véase Grupo de Estudios de Historia Rural, art. cit. nota 30, p. 150.Google Scholar) El precio de 1922 lo hemos estimado suponiendo que entre 1910 y esa fecha la cotización de ese tipo de carne evoluciona igual que la de cerdo.
33 Véase ob. cit. en nota 16.
34 Las fuentes utilizadas han sido: Dirección General de Agricultura, Industria y Comercio, Avance estadístico sobre el cultivo cereal y de leguminosas asociadas en España, formado por la Junta Consultiva Agronómica, 3 tomos, Madrid, 1891Google Scholar (en adelante, Avance de 1891); Avance de 1915, Avance de 1923 y Anuario(s) Estadístico(s) de las Producciones Agrícolas de 1931 a 1936. Como advertirá el lector más adelante, la diferencia entre la superficie cultivada de cereales y leguminosas de 1886–1890 y la que figura en el apéndice 1 para 1891–1895 es muy grande: 14,640 millones de hectáreas, frente a 11,777. Ello podría deberse a la incontrolable calidad de algunos datos de Eduardo de la Sotilla, en quien nos basamos para el cálculo de la última fecha; pero podría ocurrir también que fueran otros los factores responsables de las diferencias, ya que existen sobrados indicios para pensar que la crisis agrícola y pecuaria haya provocado una reducción de la superficie cultivada de cereales y leguminosas. Sin embargo, la cronología de otras variables, como los precios del trigo y de la cebada, casan mal con la tra-yectoria de las cifras que comentamos. ¿Serán los 14,640 millones de Avance de 1891 un reflejo, más que de los años de la crisis, de los anteriores a la misma? Tal vez. No se olvide que los ingenieros, dejándose llevar por lo que se conoce como “inercia estadística”, suelen informarse en los amillaramientos, donde se registra muy mal lo ocurrido en el corto plazo. De cualquier manera, las diferencias señaladas merecen mayor indagación y una reflexión más detenida sobre su significado.
35 Véase Rosa, Gumersindo Fernández de la, “La producción de trigo en España”, Revista Agrícola de la Asociación de Ingenieros Agrónomos, VIII, 1899.Google Scholar
36 Esta última afirmación, tal vez consecuencia de errores de la propia fuente, debe matizarse, pues aumenta la superficie de árboles y arbustos frutales y raíces, tubérculos y bulbos, al tiempo que disminuye la de plantas industriales (donde tiene el esparto una notable participación), plantas hortícolas y praderas artificiales.
37 Una hipótesis que deben corroborar posteriores investigaciones es la siguiente: “Desde los últimos años del siglo pasado se nota, en efecto, un renacimiento vigoroso en la agricultura. El pionero ha sido aquí el cultivo de la remolacha. Bajo la dirección del fabricante y con el acicate poderoso de los precios elevados, el agricultor aprendió los efectos de la técnica moderna, del arado en profundidad y de los abonos químicos. Desde las zonas de remolacha el progreso fue irradiándose al cultivo cereal. El uso de abonos químicos aumentó rápidamente (…) La producción de estos abonos en España ha hecho rápidamente enormes progresos (…) Asimismo aumenta rápidamente la importación de maquinaria agrícola (…) La producción nacional (de maquinaria agrícola) supone ya aproximadamente como la importación” (Flores de Lemus, Antonio, “Algunos datos estadísticos sobre el estado actual de la economía española”, Hacienda Pública Española, números 42–43, Madrid, 1976, p. 439Google Scholar; este artículo se publicó el 29 de junio de 1914 en The Times).
38 Este asunto de los precios relativos debe tenerse en cuenta al transformar en pesetas cantidades de peso o volumen; exige, además, una búsqueda y una crítica de fuentes que no hemos realizado. Ofrecemos, no obstante, los siguientes datos, por si fueran orientativos de la complejidad del problema.
39 Véanse Flores de Lemus, Antonio, “Sobre una dirección fundamental de la producción rural española”, Moneda y Crédito, num. 36, Madrid, marzo 1951Google Scholar, y TORRES, Manuel de, ob. cit. nota 5.
40 Decía al respecto Flores de Lemus (art. cit. en nota 37, pp. 428–429): “En la literatura sobre Economía Española, especialmente en la literatura extranjera, figura la afirmación explícita o implícita de que la extensión relativa del barbecho es característica del enorme atraso de la agricultura española. Exacto es que el cultivo está atrasado; pero es falso que la extensión del barbecho sea una expresión de aquel retraso. El error procede aquí de que se juzga a la agricultura española con el criterio de la agricultura alemana, francesa o belga, es decir, de la agricultura de los países húmedos. El criterio no puede ser ése para una inmensa parte de la agricultura española, sino el criterio de los países áridos (…) Resulta claro, pues, que sean cualesquiera los esfuerzos del trabajo nacional, la base de la agricultura española ha de ser siempre el cultivo en secano, en las condiciones propias de terrenos áridos. Y en estas condiciones, el barbecho bienal o trienal es, en el estado actual de la técnica, el cultivo más racional. Las experiencias de algún fundamento que pudieran alegarse en contra pertenecen a países en que la distribución de las lluvias en el año es total y radicalmente distinta de la que se observa en las regiones españolas que se consideran. Cuando en términos generales se pretende demostrar la ignorancia de los agricultores españolespor la extensión de sus barbechos, se pone en evidencia, ciertamente, la ignorancia; pero no precisamente de los agricultores españoles.”
41 Durante el primer tercio del siglo XX tuvo lugar una importante expansión del regadío. El movimiento en favor de una política “hidráulica” se planteó con motivo de la crisis agrícola y pecuaria en torno a una figura que fue su gran impulsor: Joaquín Costa. Las propuestas de Costa tomaron cuerpo legislativo, de manera un tanto peculiar, en el conocido “Plan Gasset” de 1902 que fue, sobre todo, un catálogo de obras, la gran mayoría de las cuales ni siquiera llegaron a iniciarse. Cuando en 1904 la Junta Consultiva Agronómica lleva a cabo un primer Avance sobre el regadío en España, la superficie regada ascendía a 1.230.000 Ha. Las Progresivas revisiones del Plan Gasset, en 1904 y 1916, no consiguieron dar pasos adelante demasiado espectaculares. Pero en 1918, fecha a la que va referido el segundo Avance de la Junta Consultiva, eran ya 1.366.000 las hectáreas regadas. La iniciativa de la política hidráulica prosigue durante la Dictadura, potenciada y propagada ahora por Lorenzo Pardo; pero su culminación tuvo lugar ya, durante la Segunda República, en el conocido Plan Nacional de Obras Hidráulicas de 1932. De las estimaciones realizadas en el propio Plan, se deduce que entre comienzos de siglo y 1933 habían sido dominadas 270.000 Ha.; de modo que para aquella fecha la superficie regada ascendía a 1.500.000 Ha. Como sabemos, los cultivos intensivos crecieron durante dicho período 851.000 Ha., es decir, mucho más que las tierras puestas en regadío. Pero es preciso tener en cuenta dos factores para explicar las diferencias que se observan entre las cifras. El primero es la actua ción de la iniciativa particular que, sospechamos, no fue considerada en la estimación del Plan. Y el segundo, que muchos de los cultivos que hemos denominado “intensivos”, como la patata, algunos frutales y muchas plantas industriales, no son, necesariamente, de regadío.
42 Lemus, Dice Flores de, art. cit. en nota 39, pp. 144–145Google Scholar: “La superficie de producción espontánea del suelo español ha sufrido, en lo que va de siglo, considerables mermas. Enormes extensiones han sido roturadas (…) en los años transcurridos del siglo, la superficie cultivada ha aumentado en unos dos y medio millones de hectáreas (…) La inmensa parte de esa superficie ha sido destinada al cultivo cereal. La superficie sembrada de cada año es, como fácilmente se comprende, una parte del total. Mas el incremento de la superficie sembrada en todo el reino es, aunque menor en cifra absoluta, relativamente mayor que el de la superficie total dedicada a cereales; esto es, que el barbecho se ha reducido, aunque en proporciones pequeñas” (recuérdese que este artículo se publicó por primera vez en 1926).
43 Véanse FLORES DE LEMUS, art. cit. en nota 39, y Grupo de Estudios de Historia Rural, “Contribución al análisis histórico de la ganadería española, 1865–1929”, Agricultura y Sociedad, núm. 8, Madrid, pp. 129–182, y núm. 10, Madrid, 1979, páginas 105–1969.Google Scholar
44 Véanse FLORES DE LEMUS, art. cit. en nota 39, y Blanco, Jiménez, Ignacio, José, “Aproximación histórica a una agricultura en proceso de cambio: Andalucía Oriental, 1874–1914”. Memoria correspondiente al segundo cuatrimestre presentada a la Fundación March, Madrid, 1981.Google Scholar
45 Sin que ello signifique que los productos viníćolas dejen de representar un importante papel en el equilibrio de nuestra balanza de pagos. Véase Lemus, Flores de, art. cit. en nota 37, pp. 457–458.Google Scholar
46 Véase Grupo de Estudios de Historia Rural, LOS precios del aceite de oliva en España, 1891–1916. Servicio del Banco de España, Madrid, 1981, pp. 7–23.Google Scholar
47 Una tendencia que, al decir de FLORES DE LEMUS (art. cit. en nota 37, pp. 445–447), ya era evidente en 1914: “En la división internacional del trabajo, España es ya, y lo será más, el huerto de la Europa Occidentan (…) A pesar del enorme consumo interno, la exportación es el principal o más importante objetivo del cultivo de frutales.”
48 Schwartz, Pedro (ed.), El producto nacional de España en el siglo XX, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1977.Google Scholar
49 ALCAIDX, art. cit.
50 Se trata de COMISIóN EXTRAPARLAMENTARIA DEL IMPUESTO DE CONSUMOS, ob. cit., tomo I, cuadros 56 y 57; Cascón, José, “Ojeada general a la agricultura española”, en el libro Agricultura española, Madrid, 1932, pp. 537–560Google Scholar; Ríu Periquet, D., Anuario financiero y de los valores mobiliarios, tomo II, Madrid, 1917, p. 32Google Scholar (agradecemos a Ramón Garrabou que nos facilitara estos últimos datos).
51 Durante las sesiones del 2.° Congreso de Historia Económica, donde fue presentada esta ponencia, Albert Carreras nos facilitó generosamente la referencia de dos estimaciones, cuya existencia ignorábamos, y que son: Barthe, y Barthe, Andrés, El aumento de la riqueza en España desde 1975, Madrid, 1907Google Scholar, y R. B. R., La producción y la riqueza agraria de España (sin fecha (¿1918?) ni pie de imprenta). A Barthe lo colocamos en nuestro grupo 4.°, porque, además de obtener su cifra para llegar a la “riqueza rústica” y, después, a la “riqueza de España”, no dice ni palabra de las fuentes a que acude ni de la fecha a que debe asignarse su cálculo (primeros años del siglo xx, suponemos nosotros); con todo, sus resultados se aproximan, por defecto, a los nuestros de 1900: por “cultivo y pastos”, 3.643 millones de pesetas (3.806 millones suman A y B en el apendice 2) y 4.000 millones por el “valor total de los productos del suelo y de la ganaderia” (pp. 7–8) (4.386 millones de total en el apendice 2 ó 4.604, si consideramos las industrias anexas de la nota 29). La estimación de R. B. R. puede situarse en los grupos 1.° y 2.°, pues se vale, a travél de los Anuarios de 1915 y 1916 (véanse notas 17 y 21), de las mismas fuentes oficiales que nosotros, obteniendo para la superficie y el producto agricolas (pp. 3–4 y 7–8) idénticas cifras a las de 1910 de los apéndices 1 y 2, si no fuera porque minusvalora el producto de los montes y, sin que acertemos a comprenderlo, porque suma a los productos agrícolas los de las “industrias zoogenas anexas”; sin embargo, no proporciona ningun producto ganadero, sino una “riqueza pecuaria” de 1.965 millones de pesetas —que le parece poco, al compararlo con los 4.000 millones de Barthe, de su publicación de 1917 (véase SCHWARTZ (ed.), ob. cit., p. 105)—, conseguidos al multiplicar el niimero de cabezas de cada especie por su valoración en la Estadistica del Comercio de Exportación de 1915 (p. 14).
51 Véase nota 3 y, para España, durante el período 1950–1979, Ministerio de Aoricultura, Pesca y Aldmentación. Secretaría General Técnica, Anuario de Estadistica Agraria. Año 1980, Madrid, 1981, p. 605Google Scholar, donde puede constatarse que la renta agraria supera en poco al 50 por 100 del producto agrario, estando, además, afectada por una tendencia decreciente.
53 Por Teresi, Ceballos, ob. cit., tomo I, p. 495Google Scholar, sabemos que la pesca representa, aproximadamente, en 1914 y 1919, el 2 por 100 del producto agrario. Y de la nota 29 resulta que las “industrias zoogenas anexas”, entre las que destacan las aves de corral, no alcanzan ni el 5 por 100 del producto agrario. Es evidente que a la suma de estos dos porcentajes —que se aminoraría, de considerar el P.I.B. de estos sectores “agrarios” no incluidos— falta mucho para acercarse, siquiera, al 30 ó 40 por 100, en que cifra Toutain los reempleos (véanse notas 3 y 52).
54 El mismo Flores de Lemus, siempre atento a las publicaciones de la Junta Consultiva Agronómica, mejoró en 1914 (véase art. cit. en nota 37) los resultados de la Comisión, valiéndose, entre otros, del Avance de 1913, sobre árboles y arbustos frutales raíces, tubérculos y bulbos, y llegando entonces a una cantidad similar a la nuestra de 1910.
55 Dice el propio Ríu, en ob. cit., p. 32, sobre sus cifras de 1905, 1915 y 1916: “En el Anuario para 1916 se insertan los cuadros parciales del valor de las cosechas de pastos, forrajes, frutas y plantas industriales redactadas por la Junta Agronómica del Reino. Refiriéndonos a dichos datos, resumimos a continuación el valor de la producción agrícola española, con el único fin de dar un resumen aproximado” (el subrayado es nuestro).
56 Fernández de la Rosa, Gumersindo, “Apuntamientos para el cómputo general de la riqueza agricola de España”, Boletín de Agricultura Técnica y Económica, tomo V, Madrid, 1911, pp. 842–853 y 918–929Google Scholar, que, a su vez, partía de SOTILLA, art. cit.
57 Usando, por ejemplo, Pastos y Prados, 1914, y Los males de la patria, de Lucas MALLADA.
58 Ob. cit. en nota 21.
59 Schwartz, (ed.), ob. cit., p. 107.Google Scholar
60 Ibidem, pp. 355–357 y 395.
61 Esta cifra supera a la nuestra en 35 millones, porque hemos desechado los cultivos especiales, a fin de conservar la homogeneidad y la eomparabilidad de las partidas en los cinco momentos considerados.
62 Dice el autor: “En este capítulo (de la agricultura) nos hemos atenido a las valoraciones anuales del Ministerio de Agricultura” (Schwartz, (ed.), ob. cit., página 174.Google Scholar) Véase, además, nota 27.
63 Recuérdese que la Comisión de Consumos obtiene sus datos directamente de los ayuntamientos, mientras que nosotros los estimamos bajo los supuestos ya explicitados. La similitud de las cifras finales nos inclina a considerar aceptable el procedimiento arbitrado.
64 Puede argüirse, naturalmente, que somos nosotros los que infravaloramos la realidad, pero, como puede comprobarse en la nota 29, sólo en una cuantía poco significativa.
65 Muñoz, J.; Roldán, S., y Serrano, A., “La vía nacionalista del capitalismo español”, Cuadernos Económicos de I.C.E., núm. 5, Madrid, 1978.Google Scholar
66 Perpiñá, Román, De economía hispana. Infraestructura. Historia, Ariel, Barcelona, 1972.Google Scholar
67 Véanse Palafox, Jordi, “Contradicciones del capitalismo español durante la depresión económica de los años treinta”, Información Comercial Española, número 514, Madrid, 1976, pp. 110–118Google Scholar, y del mismo autor, “La gran depresión de los años treinta y la crisis industrial española”, Investigaciones Económicos, número 11, Madrid, 1980, pp. 5–46.
68 ALCAIDE, art. cit.
69 Aranco, Joaquín, “Cambio económico y movimientos migratorios en la España oriental del primer tercio del siglo xx: algunas hipótesis sobre determinan tes y consecuencias”, Hacienda Pública Española, núm. 38, Madrid, 1976, pp. 51 y s.Google Scholar
70 Véase art. cit. en nota 30, especialmente pp. 115 y ss. del núm. 10.