Published online by Cambridge University Press: 28 April 2010
En el resurgir contemporáneo del interés por la esclavitud y las sociedades esclavistas en América, el uso de datos de precios ha sido una de las fuentes fundamentales que han utilizado los historiadores y los economistas para analizar la naturaleza de la economía esclavista. Después del trabajo de Conrad y Meyer, los estudiosos han intentado interpretar la conducta de los hacendados, así como sus expectativas y creencias, mediante un detallado análisis de la pauta de cambios de los precios de los esclavos a lo largo del tiempo. A pesar de su importancia, se han recogido sorprendentemente pocos datos sistemáticos de precios, aparte de las series cruciales elaboradas para los mercados de esclavos de Estados Unidos. Sólo recientemente se han generado series de una forma sistemática para las demás sociedades esclavistas importantes, como Brasil y las Indias occidentales británicas. Varias economías esclavistas importantes y secundarias del resto del Nuevo Mundo todavía carecen de esa información. En este contexto, la principal área que menos
(1) Para una utilización anterior de estos datos, véase Fra-Ginals, Manuel Moreno, “Africa in Cuba: A Quantitative Analysis of the African Population in the Island of Cuba”, en Rubin, Vera y Tuden, Arthur (eds.), Comparative Perspectives on Slavery in New World Plantation Societies, Nueva York, 1977, pp. 187–201.Google Scholar
(2) Hay dos años enumerados para dos de las plantaciones y los hemos considerado como observaciones independientes. Existe la posibilidad de duplicación para menos del 10 por 100 de todos los esclavos.
(3) Para la historia de la abolición de la esclavitud cubana, véase Corwin, Arthur F., Spain and the Abolition of Slavery in Cuba, 1817–1866, Austin, 1967.Google Scholar
(4) Según la ley esperada de 1867, los esclavos menores de sesenta años estarían sujetos a una tutela (semejante al aprendizaje de la ley de abolición iglnesa). Los que tuvieran más de sesenta años quedarían automáticamente libres. Por este motivo se realizó un censo de esclavos y se señaló que, por ley, el Gobierno español no reconocería como esclavo ningún negro que no estuviera incluido en ese censo. De acuerdo con esto, se dio al propietario de cada esclavo una cédula, en la que estaban registrados los datos generales para su identificación. Pero, dado que los propietarios de esclavos suponían que la indemnización estaría relacionada con la edad de los esclavos y dado que temían que se diera la libertad a los esclavos próximos a los sesenta años, pero todavía útiles, éstos generalmente se describían con edades muy inferiores a las reales, sobre todo en el caso de los que tenían más de cincuenta años. Desgraciadamente, el censo se ha perdido, pero se conservan sus datos generales y aun el análisis más elemental demostrará su inexactitud.
(5) Véase El Centro de Estadística, , Noticias estadísticas de la isla de Cuba, en 1862, La Habana, 1864.Google Scholar
(6) El examen de las Cédulas del Censo de 1861 y de los libros de contabilidad aproximadamente de ese año de cinco plantaciones, indica que el censo omitió a los niños de cero a cinco años, cuya proporción por sexo era probablemente próxima a la igualdad. Esta omisión, debida quizá al temor de los hacendados a que el censo se utilizara con fines impositivos y su deseo de omitir los esclavos que no trabajaban, podría explicar el sentido de la diferencia del texto y significaría que la proporción por sexo de nuestra muestra podría ser más exacta que la del censo publicado.
(7) Puede que haya habido algunas variaciones en la proporción por sexos de las importaciones cubanas de esclavos a lo largo del siglo xix. Klein, Herbert S. estima en The Middle Passage, Princeton, 1979, p. 223Google Scholar, que más del 70 por 100 de los africanos que llegaron a La Habana entre 1790 y 1820 eran varones. Diversos datos inéditos extraídos de F084 (y proporcionados por David Eltis) indican que, en el período 1854–1863, los varones supusieron el 75 por 100 de las importaciones de esclavos. Debe señalarse, sin embargo, que las estimaciones realizadas por el cubano Andrés Iduate, que ha recogido datos sobre las expediciones de esclavos capturados en Cuba entre 1820 y 1870, indican que en la década de 1840 la proporción fue de un 60 por 100 de varones y que en la década de 1850 hubo algunas expediciones con más mujeres que hombres. Por tanto, parece que las variaciones de la pauta de importaciones de esclavos no pueden explicar las diferentes proporciones por sexo en los diferentes grupos de edad. En las Indias occidentales británicas, la mortalidad de los hombres africanos era superior a la de las mujeres, y la desproporcionada relación por sexo de las importaciones de esclavos no impidió que la relación por sexo fuera más igual entre la población africana a principios del siglo xix. Véase, por ejemplo, Higman, B. W., Slave Population and Economy in Jamaica, 1807–1834, Cambridge, 1976, pp. 71–80.Google Scholar
(8) Entre los comentarios contemporáneos examinados se encuentran los del Boletín Comercial de La Habana y las cartas de Juan Poey, propietario de la Plantación Las Cañas. Véanse también Aimes, Hubert H. S., A History of Slavery in Cuba, 1511–1868, Nueva York, 1907, p. 267Google Scholar; Ely, Roland T., Comerciantes cubanos del siglo XIX, Bogotá, 1961, pp. 121–123Google Scholar y Her Majesty's Commissary Judge to Lord J. Russell (Extract), 5 de febrero de 1861, reimpreso en Irish University Press Series, Slave Trade, vol. 47 (Section 2), pp. 7–8.
(9) El análisis reciente más completo de la esclavitud en Cuba es el de Manuel Moreno Fraginals, El Ingenio, 3 vols., La Habana, 1978, y su libro anterior The Sugarmill, Nueva York, 1976. Véanse también Ortiz, Fernando, Los negros esclavos, 2.a ed., La Habana, 1975Google Scholar; Klein, Herbert S., Slavery in the Americas, Chicago, 1967Google Scholar; Knight, Franklin W., Slave Society in Cuba during the Nineteenth Century, Madison, 1970Google Scholar; Scott, Rebecca J., “Slave Emancipation and the Transition to Free Labor in Cuba, 1868–1895”, tesis doctoral inédita, Princeton University, 1981Google Scholar; Aimes, , History of Slavery in Cuba; Fernando Ortiz, Cuban Counterpoint: Tobacco and Sugar, trad, por Harriet de Onis, Nueva York, 1947Google Scholar, y Guerra, Ramiro y Sánchez, , Sugar and Society in the Caribbean, New Haven, 1964.Google Scholar
(10) Murray, Véase David, Odious Commerce, Cambridge, 1980.Google Scholar Véase también David Eltis, “The Direction and Fluctuation of the Transatlantic Slave Trade, 1844–1867”, inédito.
(11) Véanse también los datos presentados en Curtin, Philip D., The Atlantic Slave Trade: A Census, Madison, 1969Google Scholar, cap. 2; Eltis, David, “The Direction and Fluctuation of the Atlantic Slave Trade, 1821–1843: A Revision of the 1845 Parliamentary Paper”, en Gemery, Henry A. y Hocendorn, Jan S. (eds.), The Uncommon Market, Nueva York, 1979, pp. 273–301Google Scholar; Klein, Herbert S., The Middle Passage, pp. 209–227Google Scholar, y Aimes, , History of Slavery in Cuba, p. 269.Google Scholar
(12) Para los precios del azúcar en Londres en este período, véase Deerr, Noel, The History of Sugar, Londres, 1949–1950, p. 531.Google Scholar Los precios al por mayor del azúcar en Estados Unidos se encuentran en U. S. Bureau of the Census, Historical Statistics of the United States, Colonial Times to 1970, Washington, 1975, p. 209.Google Scholar Existen datos sobre los valores unitarios del azúcar importado en Estados Unidos en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, Bureau of Statistics, The World's Sugar Production and Consumption, en Monthly Summary of Commerce and Finance, enero 1902, contenido en la Cámara de Representantes, 57 Congreso, 1.a sesión, (doc. núm. 15, parte 7), pp. 2691–2692. En las publicaciones de Willett y Gray, comerciantes de azúcar de Nueva York, existe una importante serie de precios del azúcar.
(13) Las estimaciones de la población esclava de 1861 se encuentran en Noticias estadísticas de la isla de Cuba en 1862. Para un análisis de los censos de población cubanos véase Kiple, Kenneth F., Blacks in Colonial Cuba, 1774–1899, Gainesville, 1976.Google Scholar
(14) La cifra total de chinos que llegaron antes de 1861 fue de 40.000 aproximadamente, según el Boletín de Migración de esa época. El censo de 1861 muestra una población china de 34.828, cifra que parece bastante razonable si se tiene en cuenta la sesgadísima proporción por sexos (casi todos varones), la elevada tasa de mortalidad y la vuelta de algunos que habían terminado el período de contrato. La importación de trabajo de Yucatán fue bastante reducida; el censo de 1861 muestra que su población total en Cuba sólo era de 1.046. Para análisis detallado de los aspectos demográficos y económicos del comercio de peones chinos, véase Riva, Juan De La, El barracón: esclavitud y capitalismo en Cuba, Barcelona, 1978Google Scholar, que contiene una estimación de unos 50.000 emigrantes chinos en el período 1853–1861 (p. 58) y un total de 124.813 exactamente de peones chinos que llegaron a La Habana en el período 1848–1874. Véase también su Para la historia de las gentes sin historia, Barcelona, 1976.
(15) El año 1857 fue testigo de una máxima actividad económica en Estados Unidos e Inglaterra, pero también fue un año de una recuperación relativamente rápida de una depresión cíclica en ambas economías, si bien la experiencia de Estados Unidos fue diferente debido al estallido de la guerra civil. Véanse las estimaciones anuales en que se basa el artículo de Robert E. Gallman, “Gross National Product in the United States, 1834–1909”, en Brady, Dorothy S. (ed.), Output, Employment, and Productivity in the United States After 1800, Nueva York, pp. 3–76Google Scholar, y los totales de las cuentas nacionales del Reino Unido (así como de Alemania y Francia), publicados en Mitchell, B. R., European Historical Statistics, 1750–1970, Londres, 1975, pp. 781CrossRefGoogle Scholar, 782 y 797. En 1857 los precios del azúcar alcanzaron el máximo nivel del periodo 1824–1863. Historical Statistics, p. 209. Los precios diarios de Nueva York indican que en octubre de 1857 alcanzaron el máximo nivel en cincuenta años. Los precios bajaron, de hecho, acusadamente en noviembre, pero en enero de 1858 habían comenzado un rápido proceso de recuperación.
(16) Véase Kotlikoft, Lawrence J., “A Quantitative Description of the New Orleans Slave Market, 1804 to 1862”, en Fogel, Robert William y Encekman, Stanley L. (eds.), Without Consent or Contrac, vol. 2 (de próxima aparición).Google Scholar
(17) Véase Dean, Warren, Rio Claro, Stanford, 1976, p. 55.Google Scholar
(18) Véase Stein, Stanley J., Vassouras, Cambridge, MA, 1957, p. 229.Google Scholar
(19) Véase Pedro Cabvalho De Mello, “The Economics of Labor in Brazilian Coffee Plantations, 1850–1880”, tesis doctoral inédita, Universidad de Chicago, 1977, p. 50. Este trabajo también describe el acusado descenso de los precios en la década de 1880, con la expectativa de la abolición. En Campinas, Sienes halló una subida de los precios de los hombres (de catorce a veintiocho años de edad) de un 90 por 100 aproximadamente entre 1853–1854 y 1858, tras la cual se mantuvieron relativamente estables hasta después de 1880. Véase Robert Wayne Slenes, “The Demography and Economics of Brazilian Slaves, 1850–1888”, tesis doctoral inédita, Stanford University, 1975, p. 253.
(20) Véase Curet, José, “About Slavery and the Order of Things: Puerto Rico, 1845–1873”, en Fraginals, Manuel Moreno, Pons, Frank Moya y Engerman, Stanley L. (eds.), Slavery and Free Labor in the Spanish-Speaking Caribbean, Cuba, Puerto Rico, and the Dominican Republic in the Late Nineteenth Century, de próxima aparición.Google Scholar
(21) Aimes presenta en History of Slavery in Cuba, p. 268, datos de precios de los esclavos de 1875 que muestran una pauta algo confusa, pero ninguno de los precios posteriores a 1860 son inferiores a los anteriores a 1850. Cabría esperar que a mediados de la década de 1870 el precio de los esclavos descendiera, después de la aprobación de la Ley Moret en 1870 y la abolición de la esclavitud en Puerto Rico en 1873 y el anuncio del Gobierno español de que la abolición se extendería a Cuba tan pronto como acabara la guerra. En esa época hubo relativamente poca venta de esclavos, por lo que la cifra presentada por Aimes estaría sesgada.
(22) Debe señalarse que las diferencias entre los hombres y las mujeres y los criollos y los africanos parecen menores en los años en que los precios eran más altos que en los que eran más bajos, si bien estas variaciones de las diferencias con el nivel de precios no son muy grandes. En el cuadro 3 hay una pauta desusada en el año 1861, en que las esclavas africanas se tasaron a un precio más alto que el de las criollas, fenómeno que hasta ahora no hemos sabido explicar.
(23) Véanse Higman, B. W., Slave Population and Economy in Jamaica, pp. 188–205Google Scholar; Craton, Michael, “Jamaican Slavery”, en Engerman, Stanley L. y Genovese, Eugene D. (eds.), Race and Slavery in the Western Hemisphere, Princeton, 1975, páginas 249–284Google Scholar, y Fogel, Robert William y Engerman, Stanley L., Time on'the Cross, Boston, 1974, vol. I, pp. 67–68.Google Scholar En la hacienda de York, plantación azucarera de Jamaica, en 1778, las trabajadoras del campo de veintiuno a cuarenta años de edad se tasaron a un 89 por 100 del valor de los trabajadores del campo de la misma edad (Gale-Morant Papers, University of Essex Library). Robert Evans presenta en “The Economics of American Negro Slavery”, Universities-National Bureau Committee for Economic Research, Aspects of Labor Economics (Princeton, 1962), p. 225, datos sobre la proporción existente en Estados Unidos entre las esclavas y los esclavos entre 1842 y 1860, que oscilan entre 0,75 y 0,93, estando la mayoría de las observaciones entre 0,85 y 0,89. No está claro si los precios de Evans se refieren solamente a la mejor edad y si incluyen a los esclavos cualificados. Estos podrían explicar el hecho de que las diferencias sean mayores que las de Fogel y Engerman, que se refieren a esclavos en la mejor edad, no cualificados y sanos. Sharp muestra que en la frontera de Colombia las esclavas trabajadoras del campo de mejor calidad se tasaron, en 1768 y 1779, a un 93 por 100 del precio de los hombres. Sharp, William Frederick, Slavery on the Spanish Frontier, Norman, 1976, p. 203.Google Scholar Para estimaciones que sugieren que los precios por sexo eran aproximadamente iguales, véase el análisis de Colin Palmer para 1727 (en su Human Cargoes [Urbana, 1981], p. 125) y las estimaciones de los trabajadores del campo de las plantaciones de Codrington (en Barbados) para 1775 presentadas por Harry Bennett, J. en su libro Bondsmen and Bishops, Berkeley, 1958, pp. 17–18.Google Scholar Sin embargo, Galenson presenta pruebas de las ventas de esclavos por parte de la Royal African Company en Barbados entre 1673 y 1723 que tienen un valor medio de las proporciones anuales entre los precios de las mujeres y de los hombres de 0,85 aproximadamente en el caso de los esclavos vendidos en la primera mitad de las subastas. Galenson, David W., “The Atlantic Slave Trade and the Barbados Market, 1673–1723”, Journal of Economic History, XLII, septiembre 1982, pp. 491–511.CrossRefGoogle Scholar Sin embargo, éstas no tienen una información exacta sobre las edades de los esclavos y varían con la duración de las subastas en que se realizaron esas ventas. Véase también el artículo de Galenson, , “The Slave Trade to the English West Indies, 1673–1724”, Economic History Review, XXXII, mayo 1979, pp. 241–249.CrossRefGoogle Scholar Una excepción del sentido usual de las diferencias entre los hombres y las mujeres existentes en este período es la de los datos sobre Río de Janeiro presentados por De Mello para la segunda mitad del siglo xix. Este autor achaca esta pauta al peso relatitvo dado a las ocupaciones cualificadas urbanas y a la mayor proporción de mujeres en las áreas urbanas. De Mello, “Economies of Labor”, página 51. La pauta brasileña presentada por De Mello difiere de la de otras fuentes. En Bahía, a mediados del siglo xix, los esclavos domésticos se tasaban por encima de los trabajadores del campo, pero en la mejor edad de ambos grupos, las mujeres se tassbpn entre un 85 por 100 y un 99 por 100 del valor de los hombres. Marcilio, Maria Luiza, “The Price of Slaves in XIXth Century Brazil: A Quantitative Analysis of the Registration of Slave Sales in Bahia”, en Studi in Memoria di Federigo Melis, 1978, vol. 5, pp. 83–97.Google Scholar En Río Claro, en un período de tiempo similar, “las mujeres se vendían, en promedio, a tres cuartos del valor de los hombres”. Dean, RíoClaro, p. 58.Google Scholar Y en Campinas, entre 1853–1854 y 1887, las esclavas de catorce a veintiocho años se vendían entre un 60 por 100 y un 98 por 100 del valor de los esclavos, disminuyendo la diferencia acusadamente a principios de la década de 1860. Slenes, “The Demography and Economics of Brazilian Slavery”, pp. 252–258. Así, pues, es claramente necesario estudiar más la pauta de precios por sexo de Brasil.
En lo que se refiere a los esclavos vendidos en Lima entre 1560 y 1650, hubo años en los que las esclavas se tasaron a un precio superior y años en los que lo fueron los esclavos, si bien parece que en general las esclavas se vendieron a precios algo superiores. Véase Frederick P. Bowser, The African Slave in Colonial Peru, 1524–1650, Stanford, 1974, pp. 342–345. Puede que el hecho de que los precios de las esclavas fueran superiores refleje la localización urbana del mercado de esclavos.
Otro caso en el que los precios de las esclavas eran superiores a los de los esclavos, en un período anterior y en un hemisferio diferente, es el de Sevilla, entre 1470 y 1525. Véase Silva, Alfonso Franco, La esclavitud en Sevilla y su tierra a fines de la Edad Media, Sevilla, 1979, p. 119.Google Scholar En su descripción de la transferencia de técnicas coloniales del Mediterráneo al Atlántico, Verlinden afirma, sin embargo, que “en España las esclavas eran generalmente más baratas que los esclavos, aunque en la mayor parte de Italia ocurría lo contrario”. Este autor lo atribuye al uso de esclavos en la agricultura y la industria en España, en contraste con el predominio de los esclavos domésticos urbanos en Italia. Véase Verlinden, Charles, The Beginnings of Modern Colonization, Ithaca, 1970, p. 29.Google Scholar En Rusia, entre 1450 y 1725, las mujeres adultas solteras sólo se vendían a un 73 por 100 del precio de los hombres solteros, aun cuando los esclavos rusos no se usaban generalmente en la agricultura. Véase Hellie, Richard, Slavery in Russia, 1450–1725, Chicago, 1982, p. 417.Google Scholar Hay algunos enigmas más en los datos sobre Brasil recogidos por el British Foreign Office a mediados del siglo xix. Entre las nuevas importaciones africanas, había mujeres que se vendían a un 20 por 100 menos que los hombres, pero no existen diferencias entre los “ladinos”. Y lo más curioso es que los esclavos recién importados se vendían a precios superiores a los de los ladinos. El término ladinos puede significar “esclavos civilizados” o “astutos, tramposos”, por lo que quizá las cotizaciones de precios reflejen esta última definición.
(24) Véanse Robert William Fogel y Stanley L. Engerman, “Philanthropy at Bargain Prices: Notes on the Economics of Gradual Emancipation”, Journal of Legal Studies, III, junio 1974, pp. 377–401. También puede que los cubanos previeran un Sur victorioso e independiente y la continuación de la esclavitud incluso hasta 1863 y, por ello, no percibieran su debilitamiento como institución.
(25) Véase Klein, , The Middle Passage, pp. 228–251Google Scholar, para el argumento de que la proporción por sexo de los esclavos importados se vio influida por las demandas africanas.
(26) En el caso de los esclavos domésticos de Bahía de treinta y cuatro a treinta y cinco años del período 1838–1882, los esclavos africanos se vendieron a una prima de 1/8 (mujeres) a 1/4 (hombres) superior a la de los esclavos brasileños. Véase Marcilio, “The Price of Slaves in XIXth Century Brazil”, p. 94. Sin embargo, este resultado se basa en una pequeña muestra y puede que resulte afectado por una tendencia temporal de los valores de los esclavos. Dean, , Río Claro, p. 58Google Scholar, indica que no se hacían distinciones entre los africanos y los criollos. En Lima, en 1560–1650, los bozales tendían a venderse a un precio superior al de los criollos. Véase Bowser, , African Slave in Colonial Perú, páginas 342–343.Google Scholar
(27) Véase Craton, “Jamaican Slavery”, p. 278. Esta comparación se refiere estrictamente a “africanos nuevos” y “esclavos pasados”. En general, en el caso de las Indias occidentales británicas, los debates de los Parliamentary Papers antes de la desaparición del comercio de esclavos sugieren que los criollos se tasaban a un precio más alto que los esclavos importados, en un orden de magnitud similar al que aparece en Craton. En la hacienda de York, en 1778 (véase la nota 23), los esclavos africanos se vendieron a tres cuartos del valor de los criollos.
(28) También se observa una pauta parecida en los datos de Campinas presentados por Slenes, “Demography and Economics”, p. 260, y en los datos de Colombia presentados por Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, p. 203.
(29) Véase Higman, , Slave Population and Economy in Jamaica, pp. 198–205Google Scholar, y Slenes, , “The Demography and Economics of Brazilian Slavery”, pp. 252–262.Google Scholar En Sevilla, a finales de la Edad Media, los precios alcanzaban el máximo en las edades dieciséisveinticinco, y bajaban a la mitad del nivel máximo en el intervalo de edad cuarenta y unosesenta. Estos datos no están diferenciados por sexos ni hay estimaciones sobre los esclavos menores de diez años. Véase Silva, , La esclavitud en Sevilla, pp. 116–118.Google Scholar
(30) Véanse Fogel, y Engerman, , Time on the Cross, vol. I, pp. 78–86Google Scholar, para una descomposición de ese tipo para Estados Unidos. Incluso dada la elevada fecundidad y la experiencia favorable de mortalidad, el valor de la capacidad de tener hijos era a lo sumo un 20 por 100 aproximadamente del valor de los trabajadores del campo de primera calidad. Cabría esperar que, en esa época, la diferencia eptre la crianza de los hijos y la productividad global de las mujeres fuera menor en Cuba que en Estados Unidos.
(31) Es difícil elegir basándose en el trabajo de Sienes edades precisas en las que los precios de las mujeres eran máximos, pero parece qué iban desde los veinte a los treinta años. Slenes, “The Demography and Economics of Brazilian Slavery”, p. 260. En lo que se refiere a la Colombia del siglo xviii, los datos de Sharp sugieren que el precio máximo se alcanzaba algo antes, entre los quince y los diecinueve años, pero los precios de las mujeres descendían poco entre los diecinueve y los treinta y nueve. Véase Sharp, , Slavery on the Frontier, p. 203.Google Scholar
(32) En el caso de Colombia, Sharp (Slavery on the Spanish Frontier, p. 203) estima que los precios de los niños eran entre un 5 y un 10 por 100 de los niveles máximos, mientras que en el caso de Barbados, Bennett (Bondsmen and Bishops, páginas 17–18) estima que los precios de los niños eran un 8 por 100 aproximadamente del precio máximo de los trabajadores del campo. Higman presenta una pauta parecida en el caso de Jamaica en Slave Population, and Economy in Jamaica, p. 205. Véase también Ward, J. R., “The Profitability of Sugar Planting in the British West Indies, 1650–1834”, Ecoonmic History Review, 31, mayo 1978, páginas 197–213CrossRefGoogle Scholar, en la p. 203. En Venezuela, en la tarifa de los precios de los esclavos utilizada para fijar los precios de las manumisiones entre 1821 y 1854, había esclavos de ocho días de edad que se vendían a un sexto del precio de los esclavos de primera calidad y de dos años que se vendían a un tercio, si bien a los ocho años (y de nuevo a los cincuenta y cuatro) se alcanzaba la mitad del precio de los de primera calidad. Estos datos no están diferenciados por sexo. Véase Lombardi, John V., The Decline and Abolition of Negro Slavery in Venezuela, 1820–1854, Westport, 1971, p. 157.Google Scholar En el caso de Río Claro, Dean señala que “los niños de dos años se vendían a una décima parte aproximadamente del precio de los adultos”. Véasen Dean, , Rio Claro, p. 58.Google Scholar
(33) Higman, , Slave Population and Ecoonmy in Jamaica, p. 205.Google Scholar Por lo que respecta a Colombia, el precio de los hombres era la mitad del precio máximo en el intervalo ochodiez (Sharp, , Slavery on the Spanish Frontier, p. 203Google Scholar), mientras que en Barbados se alcanzaba entre los siete y los trece (Bennett, , Bondsmen and Bishops, pp. 17–18Google Scholar). En Río Claro, los niños de ocho años se tasaban a la mitad del precio de los adultos. Véase Dean, , Río Claro, p. 58.Google Scholar
(34) Véase Barrett, Ward, The Sugar Hacienda of the Marqueses del Valle, Minneapolis, 1970, pp. 83, 97–98.Google Scholar
(35) Véase Saunders, A. C. de C. M., A Social History of Black Slaves and Freedman in Portugal, 1441–1555, Cambridge, 1982, pp. 19–27Google Scholar La proporción entre los precios de varones de tres a siete años y de los precios máximos era de un 30 por 100 aproximadamente; entre los ocho y los doce años era de un 54 por 100 aproximadamente, y aumentaba a un 80 por 100 aproximadamente entre los trece y los diecisiete años, disminuyendo al 55 por 100 aproximadamente entre los treinta y tres y los treinta y siete, y al 25 por 100 entre los treinta y ocho y los cuarenta y dos (que es el grupo de más edad que aparece).
(36) Véase Mendelsohn, Isaac, Slavery in the Ancient Near East, Nueva York, 1949, p. 117.Google Scholar
(37) Véase Hopkins, Keith, Conquerors and Slaves, Cambridge, 1978, p. 159.Google Scholar Existen algunos precios de los esclavos, por edad y sexo, para el caso de Egipto en los períodos griego y romano, pero no son suficientes para hacer comparaciones detalladas de ningún período. Véase Biezunska-Malowist, Iza, L'Esclavage dans L'Egypte Gréco-Romaine, Seconde Partie, Periode Romaine, Varsovia, 1977Google Scholar, Annexe. Lo mismo ocurre en el caso de los precios presentados en Westermann, William L., The Slave Systems of Greek and Roman Antiquity, Philadelphia, 1955, pp. 14–15Google Scholar, 71–72 y 100–101.
(38) Véase Weidemann, Thomas, Greek and Roman Slavery, Baltimore, 1981, página 105.CrossRefGoogle Scholar
(39) Sin embargo, éstas se refieren probablemente a valores de renta anual no capitalizados.
(40) En nuestra serie de datos, por ejemplo, la cualificación más frecuente es “carretero”, ocupación que exigía más capacidad que un trabajador del campo, pero que se aprendía fácilmente y, por tanto, sólo tenía una prima relativamente pequeña con respecto a los trabajadores del campo.
(41) Esta pauta básica no varía aunque se tengan en cuenta las diferencias entre cualificaciones y la salud.