Se llega a veces a concebir la ilusión de que ciertas gentes de nuestro entorno, las más allegadas, se verán libres del ineludible término natural de la vida. Tras más de treinta años de convivencia casi cotidiana con don Felipe –siempre le llamábamos así–, su persona y magisterio acabaron por formar parte de nuestro paisaje más familiar, y hoy nos es doloroso reconocer que nos engañábamos al alimentar tamaña ilusión. No así él. Don Felipe no se dejó confundir, fue muy consciente de las previsibles consecuencias de su enfermedad, y lo declaraba sin ambages y sin dejarse embaucar por cuantos porfiábamos en inducirle ánimos con disimulos piadosos. Falleció en Madrid el pasado 27 de Enero y fue enterrado el día 29 en Palacios de Campos, provincia de Valladolid, donde naciera hace 88 años.