Published online by Cambridge University Press: 16 February 2023
Sea cual fuere la procedencia social de la prostituta, el camino del meretricio culmina en el hospital o en el cementerio; escasos son los estados intermedios, que transitan desde la mendicidad callejera a las labores de tercería en burdeles o en establecimientos dudosos, como la prendería de doña Leticia en Cleopatra Pérez (1884) de Ortega Munilla. La Sección de Higiene Especial era la encargada de realizar las inspecciones médicas obligatorias, de carácter semanal, que autorizaban a las prostitutas a desempeñar su función si estaban sanas. En el caso de que se detectaran síntomas de males venéreos a las prostitutas madrileñas se las conducía al Hospital de San Juan de Dios, muy próximo al Barrio de las Huertas, zona tradicionalmente vinculada a la prostitución, aunque, como recuerda el higienista José Miguel Guardia también, había salas específicas para los enfermos venéreos en los hospitales militares y civiles (1857: 801). Las visitas debían ser costeadas por las amas del burdel, a cargo del presupuesto de las pupilas.
Los gobiernos civiles, bajo cuyo control se sometía el negocio de la prostitución, se nutrían de las cargas impositivas derivadas del Servicio de Higiene, excepto durante el periodo de 1889–92. Era competencia de esta institución el registro obligatorio de las mujeres en un censo de prostitutas matriculadas, la inspección de las mancebías y la revisión médica de sus ocupantes.
La perversidad de un sistema estatal que ampara, gestiona y se enriquece con el vicio de la sociedad es una de las críticas constantes que encontramos en las novelas de los naturalistas. López Bago, en La Pálida, segunda parte de La prostituta, resume la argumentación censoria:
No hay que pensar más ni decir más, ni puede exigir otra cosa la res viva de la higiene pública. Ella paga al Estado. Y el Estado la atiende por lo que paga, con un médico que la reconoce, un hospital donde se cura, y un ama de casa que la explota, autorizada también por el Estado.
(López Bago 1884c: 45)To save this book to your Kindle, first ensure [email protected] is added to your Approved Personal Document E-mail List under your Personal Document Settings on the Manage Your Content and Devices page of your Amazon account. Then enter the ‘name’ part of your Kindle email address below. Find out more about saving to your Kindle.
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