Published online by Cambridge University Press: 23 July 2019
Podemos reaccionar con placer o repulsión hacia el exceso, pero nunca podremos permanecer indiferentes. El exceso jamás será estéticamente puro.
(Katya Mandoki 301)Cleopatra, de nuevo
Quien camine por la calle San Pablo de Salamanca y se detenga a observar los cinco medallones que coronan los arcos de entrada al palacio plateresco de La Salina, antigua residencia de los señores de La Guardia, notará, tal vez con cierta sorpresa, que uno de esos medallones muestra la efigie de una mujer elegantemente peinada, enjoyada y vestida a la moda renacentista, pero con el seno derecho desnudo y a punto de ser mordido por una serpiente. La sorpresa pudiera aumentar al descubrir que esa efigie representa a Cleopatra VII, última reina de Egipto.
Después de la sorpresa, las dudas: ¿qué hace Cleopatra en la fachada de un palacio renacentista español?, ¿qué se cifraba exactamente en ese mensaje en piedra con el que los señores del palacio recibían a sus visitas y demás curiosos de la calle? Estamos aproximadamente a mitad del siglo XVI, en el ámbito de una nobleza castellana que se mira en el espejo de las cortes de Italia, y el exceso sentimental, erótico, político y moral típicamente asociado con la reina egipcia desde tiempos de Augusto ha cambiado de signo y lugar al pasar por la criba del neoplatonismo humanista. El desnudo, como marca explícita de ese cúmulo de excesos, es ahora marca de una simbología en la que se funden amor (carnal y espiritual) y política (heroicidad, resistencia), y en la que se materializa un distintivo gusto italianizante, y una determinada voluntad de posicionamiento social, cultural y estético. Fuera ya de la autoridad exclusiva de las antiguas fachadas románicas, en las que Cleopatra y la Lujuria habían sido las dos caras de una misma moneda, la Cleopatra de La Guardia resume y anuncia siglos de fascinación occidental con la legendaria reina de Egipto.
A estas alturas de la historia resultan ya evidentes las razones para la extraordinaria maleabilidad de Cleopatra y para su transformación, a lo largo de los siglos, de personaje histórico en icono cultural. En este sentido, afirma Mary Hamer:
Issues of politics and desire are at stake in representing Cleopatra. In this figure they are fascinatingly entwined and collapsed into each other.
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