Published online by Cambridge University Press: 11 January 2024
Como la tierna madre que el doliente
Hijo le está con lágrimas pidiendo
Alguna cosa, de la cual comiendo
Sabe que ha de doblarse el mal que siente.
Y aquel piadoso amor no le consiente
Que considere el daño que haciendo
Lo que pide hace, va corriendo
Aplaca el llanto, y dobla el accidente;
Así a mi enfermo y loco pensamiento
Que en mi daño os me pide yo querría
Quitalle este mortal mantenimiento
Mas pídemelo y llora cada día
Tanto que cuanto quiere le consiento
Olvidando su muerte y aún la mía.
Obras de Garcilaso, soneto 14.Conocieron los moros, apenas amaneció, lo doloroso de sus victorias, pues a más de haber muerto muchos de los caudillos, tales como Abén-Zaide, Abdalá y otros; hallaron casi moribundo a su ilustre rey; después de restañarle la sangre, notó el alfaquí Almanzor, que era práctico bastante en la cirugía, que una herida que tenía en el muslo era hecha con flecha envenenada; usaban todavía los moros en aquellos tiempos cocer el acónito a fuego lento hasta que hiciese correa y adquiriese un color negro; untaban luego con este zumo las puntas de las flechas, envolviéndolas después con limo; dañaba mucho a la carne esta ponzoña, pues causaba frío, torpeza, privación de sentidos, arcadas, flaqueza en las fuerzas y otros graves y complicados accidentes; con la cercanía y ejemplo de los moros, solían también los flecheros de Ronda usar este veneno; al instante, buscó Almanzor un hombre diestro en el arte de chupar sin gran peligro esta clase de heridas, y después, invocando el nombre de Alá, y volviendo el enfermo hacia el oriente, hicieron una incisión crucial en la herida, y pusiéronle encima una espesa cataplasma de hojas de retama, harina de avena y zumo de membrillos; fue tan maravilloso el remedio que a las pocas horas se presentara ya de buen color los bordes de la herida, y los accidentes mortales desaparecieron del todo; quedó, sin embargo, una extrema debilidad consiguiente a la mucha sangre que había derramado el enfermo. Al otro día enterraron los moros sus cadáveres, y porque así lo quiso trasladaron a Benajú en una camilla al ferí de Benastepar.
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