Este artículo analiza las representaciones centradas en la víctima del conflicto armado interno peruano que propone el documental Tempestad en los Andes (2014), de Mikael Wiström. A partir de este objeto cultural, se examinan las limitaciones y posibilidades que presenta la memoria victimista en el posconflicto peruano. El análisis parte de los significados contrapuestos que el filme articula para Augusta La Torre (líder de Sendero Luminoso) y Claudio Gonzales (estudiante universitario desaparecido). Por un lado, se reflexiona sobre el posicionamiento reconciliador que esta película sostiene en torno a la búsqueda de una víctima neutral merecedora de compasión, la reconstitución de un supuesto mundo andino devastado por la guerra y el énfasis identificatorio con el sufrimiento padecido. Esta interpretación del pasado reciente fuerza una reconciliación (un perdón normalizante) que no permite comprender las complejidades surgidas y, por el contrario, las sutura en vías de alcanzar una cura y unificación del cuerpo social fragmentado con la guerra. Sin embargo, por otro lado, también se analizan las posibilidades de reconocimiento, esas renegociaciones y apropiaciones que suceden desde los márgenes de este proyecto audiovisual: una reivindicación, breve pero real, que intenta reparar el olvido.