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De manjar a alimaña: El consumo de piojos de la cabeza en pueblos indígenas de Patagonia (siglos dieciocho a veinte)

Published online by Cambridge University Press:  10 November 2022

Analía Andrade*
Affiliation:
Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas, CCT-CONICET-CENPAT, Puerto Madryn, Argentina
Matías Chávez
Affiliation:
Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas, CCT-CONICET-CENPAT, Puerto Madryn, Argentina; Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, Trelew, Argentina
María Soledad Leonardi
Affiliation:
Instituto de Biología de Organismos Marinos, CCT-CONICET-CENPAT, Puerto Madryn, Argentina
*
([email protected], autora de contacto)
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Abstract

En este artículo discutimos las prácticas y representaciones culturales de los pueblos indígenas de Patagonia continental e insular (Tierra del Fuego) en relación con los piojos, confrontando registros históricos y etnográficos de los siglos dieciocho al veinte. El consumo de piojos de la cabeza fue una práctica habitual y cotidiana entre los grupos indígenas del sur de Sudamérica, quienes los consideraban un verdadero manjar. Hombres, mujeres, niñas y niños participaban de esta actividad colectiva que a la vez era atravesada por la afectividad, consumiendo lo que ellos mismos conseguían en las pesquisas. El cambio continuo de campamento, el despiojado, el tipo de vestimenta, el uso de pinturas repelentes, aceite de foca y peines eran sus métodos de control de las pediculosis. Se argumenta que el proceso de expansión colonial de los estados republicanos de Argentina y Chile, a fines del siglo diecinueve, habría forzado la modificación de estas prácticas culturales. Las fuentes históricas y etnográficas reflejan, además, las tensiones y contradicciones entre las percepciones y connotaciones negativas de los foráneos y la significancia que tenían los piojos de la cabeza para las poblaciones indígenas.

We discuss the cultural practices of Indigenous peoples from continental and insular Patagonia concerning lice, confronting historical and ethnographical records from the eighteenth to the twentieth centuries. The consumption of head lice was common practice for both continental and island Indigenous populations from southern South America, who considered them a true delicacy. Men, women, and children participated in this effective delousing activity, consuming what they obtained during head grooming. The continuous change of camp, collective delousing, type of clothing, the use of repellent paints, seal oil, and combs were some of the methods used for controlling head lice. We argue that the processes of colonial expansion of the republican states of Argentina and Chile at the end of the nineteenth century would have forced the modification of these cultural practices. Historical and ethnographic sources also reflect the tensions and contradictions between the perceptions and negative connotations of foreigners and the significance that head lice had for Indigenous populations.

Type
Article
Copyright
Copyright © The Author(s), 2022. Published by Cambridge University Press on behalf of the Society for American Archaeology

En este estudio se analiza la historia compartida por piojos y humanos en Patagonia continental e insular (Tierra del Fuego) durante los siglos dieciocho al veinte, a través de registros etnográficos e históricos, y se discute el conocimiento que los pueblos indígenas de la región tenían sobre estos insectos y sus posibles significados sociales.

Los piojos son insectos hematófagos, ectoparásitos obligados y permanentes de aves y mamíferos (Smith Reference Smith2007). Esto implica que no sólo deben completar su ciclo de vida sobre su hospedador, sino que también su supervivencia depende de esta asociación, no sobreviviendo más que unas horas fuera del mismo (Buxton Reference Buxton1946). En consecuencia, los piojos se encuentran íntimamente asociados tanto ecológica como evolutivamente a sus hospedadores (Hafner et al. Reference Hafner, Sudman, Villablanca, Spradling, Demastes and Nadler1994; Reed y Hafner Reference Reed and Hafner1997). Nuestros ancestros pre-homínidos estuvieron infestados por piojos, y los primeros humanos migrantes los dispersaron por el mundo (Mumcuoglu y Hadas Reference Mumcuoglu and Hadas2011; Reed et al. Reference Reed, Smith, Hammond, Rogers and Clayton2004). Dos especies de piojos infestan a los seres humanos: Pediculus humanus y Pthirus pubis, conocido vulgarmente como ladilla. Pediculus humanus se encuentra representado por dos subespecies, genética y morfológicamente idénticas, pero ecológicamente diferenciables: el piojo de la cabeza, P. humanus capitis, y el piojo del cuerpo, P. humanus corporis (Bonilla et al. Reference Bonilla, Durden, Eremeeva and Dasch2013). El piojo de la cabeza vive exclusivamente asociado al cuero cabelludo, mientras que el piojo del cuerpo habita en la vestimenta, trasladándose a la piel para alimentarse (Buxton Reference Buxton1946). Otra diferencia notable entre ellos es que el piojo de la cabeza no transmite enfermedades, mientras que el piojo del cuerpo es vector de varias especies de bacterias causantes de epidemias como el tifus, la fiebre de las trincheras y la fiebre recurrente (Buxton Reference Buxton1946). Rózsa y Apari (Reference Rózsa and Apari2012) plantearon que los piojos de la cabeza cumplieron un rol mutualista durante el proceso de evolución humana, dado que la respuesta inmune que éstos producen tendría un efecto negativo sobre el piojo del cuerpo (interacción negativa mediada por el sistema inmune). Estos autores hipotetizaron que, desde un punto de vista evolutivo, a partir de la primera diferenciación entre ambos tipos de piojos, los seres humanos desarrollaron un rasgo adaptativo beneficioso de contraer piojos de la cabeza, que reducían el grado de exposición a las bacterias infecciosas letales transmitidas por el piojo del cuerpo. Por lo tanto, el comportamiento afectivo de tocarse las cabezas, favoreciendo el contagio, habría sido también una respuesta adaptativa.

Dada su condición de parásito obligado, los piojos de la cabeza permanecen adheridos a su hospedador incluso si este muere. Por lo tanto, pasan a formar parte del registro arqueológico y antropológico. Desde principios del siglo pasado, se ha documentado la presencia de piojos en momias humanas de todo el mundo (Arriaza et al. Reference Arriaza, Standen, Reinhard, Araújo, Heukelbach and Dittmar2013). El primer registro fue realizado por Ewing (Reference Ewing1924) en momias peruanas infestadas. Zinsser (Reference Zinsser1935), más tarde, remarcó la importancia de los piojos en los estudios arqueológicos. A partir de estos trabajos pioneros, varios estudios reportaron el hallazgo de piojos y/o liendres en América (Araújo et al. Reference Araújo, Ferreira, Guidon, Maues da Serra Freire, Reinhard and Dittmar2000; Arriaza et al. Reference Arriaza, Orellana, Barbosa, Menna-Barreto, Araújo and Standen2012; Raoult et al. Reference Raoult, David Reed, Jeremy Kirchman, Guillen and Light2008; Rivera et al. Reference Rivera, Mumcuoglu, Matheny and Matheny2008), e incluso se obtuvieron datos epidemiológicos, principalmente valores de prevalencia (Arriaza et al. Reference Arriaza, Standen, Reinhard, Araújo, Heukelbach and Dittmar2013). El registro más antiguo de piojos parasitando humanos se remonta a 10.000 años aP y corresponde a una liendre cementada al cabello de un esqueleto humano recuperado de un sitio arqueológico del noreste de Brasil (Araújo et al. Reference Araújo, Ferreira, Guidon, Maues da Serra Freire, Reinhard and Dittmar2000). Este hallazgo constituye la evidencia empírica de que los piojos ya estaban presentes en los primeros pobladores del continente americano.

En América del Norte se han documentado piojos en sitios de cazadores recolectores y agricultores de los Estados Unidos y México (Araújo et al. Reference Araújo, Ferreira, Guidon, Maues da Serra Freire, Reinhard and Dittmar2000). Reinhard y colaboradores (Reference Reinhard, Brooks, Brooks and Largent1989) han propuesto que estas poblaciones controlaban la infestación mediante el consumo mutuo de estos insectos. Otros autores (Araújo et al. Reference Araújo, Ferreira, Guidon, Maues da Serra Freire, Reinhard and Dittmar2000) sugieren que los hábitos nómades de los pueblos cazadores y recolectores —en comparación con poblaciones sedentarias— reducirían considerablemente el riesgo de infestación. Estudios etnográficos de poblaciones indígenas de Australia refieren al despiojado como una práctica mutua y cotidiana. Los piojos para estas poblaciones son signo de buena salud, y el pasaje deliberado de piojos de la cabeza de una persona a la otra es condición de estar perfectamente limpio. Incluso refieren algunas poblaciones como aficionadas a comer los piojos en ciertos momentos (Trigger Reference Trigger1981).

Diversas crónicas (Cavada Reference Cavada1914; Cox Reference Cox1863; Febrés Reference Febrés1882 [1765]; Ibar Sierra Reference Ibar Sierra and Martinic2002 [1877]; Moreno Reference Moreno1879; Segers Reference Segers1891; Zenone Reference Zenone1914; entre otros) relatan las prácticas culturales de los pueblos indígenas de Patagonia y demuestran que tenían una visión contraria a los estereotipos y estigmatizaciones actuales sobre la pediculosis. Estos pueblos extraían los piojos del cuero cabelludo de sus familiares y se los comían. Estas fuentes históricas y etnográficas registran la importancia social de los piojos entre los pobladores originarios del sur de Sudamérica, lo que fue configurando progresivamente un problema de estudio. A partir de ello se plantean interrogantes de investigación, entre los que destacan los siguientes: ¿Cuál era la percepción social que tenían los indígenas de Patagonia sobre los piojos? ¿Cuáles eran sus prácticas en relación a ellos? ¿Qué métodos utilizaron para controlar las pediculosis? ¿Cuáles eran los significados y las implicancias simbólicas del consumo de piojos de la cabeza? ¿Qué efectos tuvo el sometimiento de los pueblos indígenas por los estados nacionales de Argentina y Chile en sus prácticas culturales en relación con estos insectos?

Materiales y métodos

La metodología empleada para resolver el problema de investigación utilizó enfoques complementarios y herramientas de análisis de las ciencias naturales y sociales. Consideramos que las fuentes históricas y etnográficas constituyen un insumo valioso de información para reconstruir la dinámica social, la obtención de recursos y las prácticas culturales de los grupos indígenas del interior de Patagonia. Con este enfoque metodológico y para responder a las preguntas derivadas del problema, se revisó documentación histórica y etnográfica producida entre los siglos dieciocho (fin del período colonial) y diecinueve al veinte (período de estados independientes). La información proviene de relatos durante los contactos con los indígenas de expedicionarios, sacerdotes, viajeros, clérigos, naturalistas y etnógrafos europeos, chilenos y argentinos. Se parte de los primeros registros históricos sobre piojos asociados a poblaciones indígenas desde el siglo dieciocho hasta las anotaciones etnográficas más recientes del siglo veinte, luego de los procesos de expansión de los estados nacionales de Argentina y Chile. Se decidió por este lapso temporal dado que el trato entre los viajeros y expedicionarios con las poblaciones indígenas del interior patagónico continental, en su propio territorio, se produjo a partir de la segunda mitad del siglo diecinueve. Por esta razón las referencias a los piojos abundan, específicamente, para este período. Hasta el siglo dieciocho inclusive, la mayor parte de las observaciones se originaron en encuentros esporádicos entre los viajeros y los indígenas en inmediaciones de la costa atlántica. En el caso de las poblaciones de la Isla Grande de Tierra del Fuego, la interacción comenzó hacia la segunda mitad del siglo diecinueve, produciéndose extensas descripciones sostenidas en el tiempo (Andrade y Boschín Reference Andrade and Boschín2015).

La búsqueda en las fuentes se efectuó a partir de la entrada de la palabra “piojo”. Se respetó la grafía original de la crónica en su transcripción en este artículo. En muchos casos, la crónica precisa la referencia a piojos de la cabeza. En otros, el contexto de producción de la misma deja entrever que se estaría refiriendo a este tipo de piojos. Las únicas excepciones donde se puede confirmar la mención específica a piojos del cuerpo serían las citas del misionero jesuita español Andrés Febrés (Reference Febrés1882 [1765]), la de Cox (Reference Cox1863) y posiblemente también la del padre Bernardo Vacchina (Paesa Reference Paesa1967). En los casos en que el cronista refiere específicamente al consumo de piojos de la cabeza, esta práctica queda reflejada en la crónica misma. Los datos reunidos sobre el vínculo entre los pueblos patagónicos y estos insectos fueron clasificados en diferentes tópicos: consumo, formas de contagio y prevención, costumbres de aseo, usos rituales, percepción social y registros icónicos.

En cuanto a la delimitación espacial, la indagación se concentra en la región patagónica de las actuales Argentina y Chile, tanto continental como insular (Tierra del Fuego), contribuyendo a desnaturalizar y a poner en suspenso las fronteras nacionales actuales (Figura 1). Geográficamente, Patagonia se extiende desde aproximadamente los 39°S hasta los 55°S, entre el Río Colorado-Desaguadero al norte hasta el extremo más austral del continente, incluyendo la Isla Grande de Tierra del Fuego y la porción chilena adyacente a este territorio.

Figura 1. Patagonia continental e insular, área de interés del presente estudio.

Resultados

Las crónicas y etnografías sobre Patagonia han dejado abundante registro de la relación peculiar entre las sociedades indígenas y los piojos para los siglos dieciocho al veinte. En los relatos de viaje se emplearon términos diferentes para referirse a los piojos como, por ejemplo, parásitos, sabandijas o alimañas. Una muestra de la importancia social de estos insectos en la región es que la entrada “piojos” aparece regularmente en diccionarios, vocabularios y frasearios indígenas. Piojo era un término importante que formaba parte del ámbito cotidiano y del mundo simbólico de Patagonia.

Andrés Febrés, misionero jesuita español que desarrolló su labor en la región de la Araucanía (Chile) entre los años 1759 y 1767, publicó un manual de gramática del mapudungun (lengua del pueblo mapuche) donde registró algunas de las menciones más tempranas sobre piojos. Anotó el vocablo dumún o dumucan, para designar el acto de espulgarse con las manos la cabeza, aclarando entre paréntesis: “y se manducan los piojos” (Febrés Reference Febrés1882 [1765]:39). Febrés precisó además que la expresión “llùmllùmi tami pùthar” significaba “hirviendo estás en piojos” (Reference Febrés1882 [1765]:77). También, destacó que reconocían las diferencias entre los piojos de la cabeza y los del cuerpo. Los primeros eran designados como thin o thùn, y los segundos como pùthar (Febrés Reference Febrés1882 [1765]:117). Esta diferenciación es fundamental ya que solamente los piojos del cuerpo transmiten enfermedades. El etnógrafo Tomás Harrington, elaboró un vocabulario sobre el gününa yájītch (lengua del pueblo gününa küne o tehuelche septentrional) a mediados del siglo veinte, a partir de la información suministrada por pobladores indígenas del norte de la provincia del Chubut. Consignó que chḗtrre era la denominación para piojo (Harrington Reference Harrington1955:36). Giuseppe Maria Beauvoir (Reference Beauvoir1915:184), misionero salesiano, registró el término cheró para el pueblo aonik'enk o tehuelche meridional. Para la Isla Grande de Tierra del Fuego existen también registros de las denominaciones que daban a los piojos los pueblos que allí habitaban. El antropólogo Roberto Lehmann-Nitsche registró el término hāp para el pueblo selknam, en un vocabulario publicado en 1913 con datos recopilados en 1898 durante la estadía de dos familias en Buenos Aires que luego amplía en un viaje de campo a la isla (recontextualizado en Malvestitti Reference Malvestitti2014). Thomas Bridges, superintendente de la Sociedad Misionera en Tierra del Fuego entre 1870 y 1887, escribió un diccionario yagan–inglés, con más de 30.000 palabras, en el que cita el término wöm para piojo. Además, refiere para el pueblo yagan diferentes términos para las actividades cotidianas en relación con estos insectos. Döna refiere al acto de quitar los piojos de la cabeza de una persona —situación que sucedía de cuclillas— y ponerlos entre los dientes, mientras que öna se utilizaba para pedirle a una persona que le quite los piojos de la cabeza. Haim w.-ãwãpan significa cubierto de piojos (también lo señala como mötgamu-n) y w. ãndagi como un piojo (Bridges Reference Bridges1987). En la lengua del pueblo kawésqar, de la actual República de Chile, se lo ha consignado como jekstáwos, qarnálai y tawánap (Aguilera Reference Aguilera1978).

En su fabulario de los selknam, Gusinde consigna una referencia peculiar sobre una competencia entre piojos y lagartijas. Según su relato, Apen (el piojo) y Kelpel (la lagartija) luchaban en tiempos remotos para determinar cuál era el más fuerte. Durante la contienda, el piojo intentaba saltar a la cabeza de la lagartija para vencer en la competencia, pero esta era muy ducha en esquivarlo. Finalmente se cansó y ahí quedó el piojo, quien no bajó más de ese lugar. El piojo también se sube a la cabeza de otras gentes y nadie puede librarse (Gusinde Reference Gusinde1982:646). La fábula parece cumplir una función clásica de la mitología, que es explicar el origen o la causa de algún aspecto importante de la vida social. Francisco Cavada —sacerdote y destacado compilador de folclore y vocabulario del archipiélago de Chiloé, durante las primeras décadas del siglo veinte— registró significados sociales distintos. Los indígenas de esta isla consideraban que estos insectos podían anunciar suerte, o que el consumo de un dedal de piojos ayudaría a combatir la ictericia (Cavada Reference Cavada1914:124-195).

Distintos viajeros y etnógrafos describieron o comentaron la relación que tenían los indígenas de la región con los piojos, algunas de cuyas referencias seleccionadas se transcriben a continuación, clasificándolas en los siguientes tópicos: consumo de piojos de la cabeza, contagio y las costumbres de aseo, usos rituales, percepción social de los mismos y su significado icónico.

Guillermo Cox, médico y naturalista chileno, realizó una expedición por el noroeste de Patagonia —actuales provincias de Río Negro y Neuquén— a fines de 1862 y principios de 1863, buscando posibles rutas fluviales que permitieran conectar el Océano Pacífico con el Océano Atlántico, a través de la cordillera de los Andes. En sus crónicas de viaje, Cox describió, en extenso, prácticas de despiojado y consumo de piojos de la cabeza por parte de mapuches y pewenches:

se sentaban por parejas i daban principio a tranquilas cacerías del sucio bicho que se cria en la cabeza . . . lo que me llenó de horror, fué que se echaban a la boca los frutos de sus escrupulosas pesquisas i se los comian con la mas animada espresion gastronómica. De esta notable distinción solo goza el pediculus capiti, el pediculus corpori, que es el mas abundante, abundancia de la que dolorosamente participamos nosotros, jeneralmente para su felicidad es despreciado . . . El viejo cacique, algunos dias, queriendo manifestar a sus nietos las tiernas afecciones . . . se tendia al sol, i a una señal se precipitaban los chiquillos a escalmenar los enredados cabellos del viejo, buscando ai mismo tiempo con ávidos ojos el premio de sus trabajos. Algunas veces, por castigo, solia exceptuarse a uno de los nietos, el cual de léjos aflijido por su privacion, contemplaba a los demas que gozaban de tan distinguido favor [Cox Reference Cox1863:160].

Cox precisó que los mapuches y pewenches ingerían únicamente los piojos de la cabeza y que esta práctica de consumo se realizaba en el marco de situaciones afectivas entre parientes y como parte de un sistema de premios y castigos para los niños y niñas de la familia. Francisco Moreno —quien participó de numerosos viajes a Patagonia a partir de 1874 para colectar datos científicos y consolidar la soberanía argentina en la cuestión de límites con Chile— también registró el consumo de piojos de la cabeza entre los tehuelches septentrionales o gününa küne. En las tolderías del cacique Puitchualao en 1879 (sudoeste de la meseta del Somuncurá, provincia de Río Negro) observó que las hijas del cacique “pasaban su tiempo invitándose mutuamente con los insectos que en ellas cazaban con gran facilidad” (Moreno Reference Moreno1997:144, cita recopilada por Eduardo Moreno, hijo de Francisco). Francisco Moreno también registró consumo de piojos en el centro y sur de Patagonia por parte de indígenas que clasificó como tehuelches. En el viaje a través de las actuales provincias de Chubut y Santa Cruz entre los años 1876 y 1877, observó:

Mientras no estuvo pronto el almuerzo, se entretiene á nuestra vista en golpear un quillango con una varita, para cazar los asquerosos insectos que su buena vista le revela y que devora en gran cantidad, con la naturalidad mayor, mientras otras dos chinas, . . . se espulgan mútuamente á mi lado, comiendo el resultado de las pesquisas hechas con detenimiento en las enmarañadas cabelleras [Moreno Reference Moreno1879:232].

Según el mismo autor, los perros eran integrados a las prácticas de consumo:

El pelado [perro] preferido de María alterna las lamidas del asado, con engullidas de piójos que las chinas se sacan para regalar con ese bocado esquisito (según ellos) al estimable faldero! [Moreno Reference Moreno1879:231].

Enrique Ibar Sierra —naturalista del Museo Nacional de Chile designado por la Marina para relevar los recursos naturales de Patagonia Austral en 1877— registró consumo de piojos de la cabeza entre los tehuelches meridionales o aonik'enk, habitantes del extremo sur de los territorios ocupados por Argentina y Chile:

El Patagón desconoce por completo el aseo de la cabellera. Viven en ella parásitos, Pediculus capitis, que . . . se complace en comer. . . . Al contrario, . . . mira con asco el pescado, él que se goza saboreando el asqueroso insecto que vive en su cabeza [Ibar Sierra Reference Ibar Sierra and Martinic2002 (1877):99-111].

Ibar Sierra coincidía con Cox en que la ingesta se limitaba a los piojos de la cabeza, conectando la proliferación de estos insectos con la falta de higiene capilar. En esa misma época, George Musters, oficial de la marina británica, acompañó el viaje de un grupo de tehuelches meridionales desde Magallanes hasta Carmen de Patagones entre 1869 y 1870. Realizó anotaciones sobre piojos, aunque no consignó prácticas de consumo. Musters enfatizó que los indígenas padecían la infestación de piojos, pese a sus hábitos de estricta higiene, diferenciándose en este punto de las observaciones de Ibar Sierra:

Aunque [Orkeke] era particularmente limpio en sus ropas y aseado en sus costumbres, era víctima, como todos los indios, de los parásitos; y una noche me despertó . . . y me dijo: “¡Musters, los piojos no duermen nunca!” [Musters Reference Musters1964 (1871):88].

Destacó la proliferación de piojos entre los indígenas, pese a la limpieza proverbial de los tehuelches:

No obstante estas precauciones, están enteramente plagados de sabandijas que encuentran seguro alojamiento en la lana de sus mantas. Este puede atribuirse a su modo de vivir, y a su alimentación, así como a los materiales con los que hacen sus ropas y todo viajero que quiera vivir con los indios debe prepararse para aguantar esa peste a la que, experto crede, se habituará en breve, sin embargo [Musters Reference Musters1964 (1871):241].

Polidoro Segers, cirujano de la Armada Nacional Argentina en Tierra del Fuego a fines del siglo diecinueve, consignó que los indígenas fueguinos del pueblo selknam consideraban los piojos un alimento exquisito:

El pelo queda duro y tieso por una mezcla de aceite de foca y tierra colorada entremezclada con un sin número de racimos de huevos de Pediculi capitis que se guardan muy bien de destruir en previsión de que la eclosión de estos parásitos les suministra un manjar delicioso para ellos. En sus momentos de ocio se hacen a la caza y se alimentan recíprocamente con estos insectos [Segers Reference Segers1891:60].

Segers, al igual que Cox e Ibar Sierra, no solamente menciona el consumo de piojos de la cabeza, sino que subraya que esos insectos eran especialmente valorados como un bocado exquisito, reforzando las connotaciones positivas de los piojos entre los indígenas de la región.

Gusinde en el contexto de la fábula “la historia del Sabelotodo”, también se refiere al despiojado afectivo entre abuelo y nieto entre los yaganes (Gusinde Reference Gusinde1951:353). Además de señalar el consumo de piojos de la cabeza como una práctica cotidiana entre los pueblos selknam u onas de Tierra del Fuego, menciona su ingesta durante la ceremonia del Hain:

Mientras el Holacher [Halahaches o Hachai] divierte a las mujeres, los hombres hacen una gran pelota, poniendo todas las capas amarradas en una que viene sostenida por muchos tientos, [de modo] que cada hombre tiene uno en la mano. . . . El resto de los hombres que no juegan a la pelota salen de a dos buscando el uno al otro los parásitos de la cabeza y los comen [Zenone Reference Zenone1914].

Carlos Gallardo, botánico e ingeniero integrante de una misión oficial del gobierno argentino a la Isla Grande de Tierra del Fuego para el estudio de los territorios nacionales, registró comentarios acerca de los piojos, desestimando el consumo entre los selknam, si bien aclara que también emplean los dientes para eliminarlos:

Para matarlos se sirven de las uñas de los dos pulgares entre las cuales los aplastan y muchas veces también emplean los dientes para esta operación, pero escupiéndolos en seguida. El ona considera este animal como un parásito desagradable y molesto, pero no se avergüenza de tenerlo y la prueba es que con toda naturalidad pide a las personas que estén a su lado que le saquen el que le anda caminando por el pescuezo, la espalda u otro sitio. Este es su único parasito, no conoce ni la chinche ni la pulga [Gallardo Reference Gallardo1910:294].

Otras referencias históricas mencionan los métodos que los pueblos fueguinos empleaban para controlar las pediculosis. Ramón Lista, militar líder de la expedición de exploración y reconocimiento a la Isla Grande de Tierra del Fuego en 1886, acompañado por el médico Polidoro Segers y el misionero salesiano José Fagnano, describió las prácticas de higiene de los selknam:

Sus cabellos son negros y lacios, cortados en cerquillo sobre el vértice. En ellos germina un mundo de parásitos, semi-ocultos, bajo el ocre rojo, con el que los hombres y mujeres se embadurnan la cabeza, tal vez con un propósito higiénico. Esto mismo suelen hacer los patagones, cuya riqueza parasitaria y suciedad, no les permite dormir tranquilamente [Lista Reference Lista1887:80].

Gallardo, en la primera década del siglo veinte, explicaba que los piojos no proliferaban entre los indígenas fueguinos por sus prácticas de vestimenta, el uso de pinturas y su continuo movimiento:

Creo deber dejar constancia aquí de que los onas [selknam] salvajes tienen pocos parásitos debido al continuo cambio de campamento, a no tener ropa continuamente pegada al cuerpo —salvo la capa que, como se sabe, anda flotando— al uso y abuso de la pintura y al cuidado que tienen para destruirlos [Gallardo Reference Gallardo1910:294].

Gusinde (Reference Gusinde1951:181) señala, para los selknam, el uso de peines confeccionados en hueso extraído de la mandíbula de delfín y también de barbas de ballena. Aclara que: “a la plaga de los piojos están estos indígenas irremediablemente entregados, y no pueden defenderse de ellos. Por eso no son especialmente sensibles” (Gusinde Reference Gusinde1982:646).

Beauvoir menciona el hallazgo de piojos en los peines de barba de ballena (Massone y Prieto Reference Massone and Prieto2005). Gusinde relata que yaganes y kawesqar también estaban muy castigados por los piojos y que utilizaban una varita para rascarse:

También me regaló una especie de varita puntiaguda con la que debía arrascarme las picaduras de los piojos. Ambas piezas se cuelgan en un cordón hecho con barbas de ballena, que se coloca alrededor del cuello del aspirante [Gusinde Reference Gusinde1951:297].

Dibujos y fotografías que registraron prácticas sociales de los indígenas de Patagonia en relación con los piojos son otra fuente documental. Sus contenidos complementan y refuerzan lo señalado en los documentos escritos. El dibujo de Adolphe Bayot (Figura 2), integrante de la expedición científica que recorrió el sur del continente americano en 1837 liderada por Jules Dumont D'Urville, parece una fuente verosímil sobre los usos y costumbres de las poblaciones indígenas de la región, ya que condensa una serie de prácticas muy heterogéneas. En esta descripción visual de la vida social de los patagones o tehuelches meridionales, Bayot incorporó, en la parte inferior derecha de la ilustración, a una mujer espulgando la cabeza de una niña. El registro de esa situación es un indicio de que eran prácticas difundidas, que formaban parte de la vida cotidiana de los indígenas.

Figura 2. Expedición 1837 de Jules Dumont D'Urville, “Grupo de indios Patagones”, por Adolphe Bayot. Una mujer despioja a una niña en la parte inferior derecha de la ilustración. (Color en la versión electrónica)

Una fotografía de mujeres yaganes —resguardada en el Musée du quai Branly – Jacques Chirac— replica la situación representada por Bayot en un contexto muy similar.Footnote 1 La fotografía, tomada por la misión científica francesa que estudió la región del Cabo de Hornos entre 1882 y 1883, fue acompañada por el siguiente epígrafe: “sesión de caza del parásito del cuero cabelludo”. En este caso, Kipa Chaoualouche, una mujer adulta, fue registrada consumiendo los piojos que espulgaba de la cabeza de la niña Liouchka Kipa. Ambas imágenes parecen corroborar la mayoría de los registros documentales reseñados, al mostrar el espulgamiento y el consumo de piojos de la cabeza como parte de la vida cotidiana y familiar, en el marco de situaciones parentales y afectivas. Además, confirma el consumo de piojos entre los pueblos canoeros, a la vez que confronta la desestimación de Carlos Gallardo sobre el consumo de piojos entre indígenas fueguinos.

Discusión

El consumo de piojos de la cabeza fue una práctica habitual y cotidiana tal como refieren las crónicas y fuentes visuales, tanto para las poblaciones continentales como isleñas. Hombres, mujeres, niñas y niños participaban de esta actividad colectiva que a la vez era atravesada por la afectividad. Familiares y otros seres queridos eran quienes intervenían en las pesquisas y comían lo que ellos mismos conseguían. Algunas crónicas relatan incluso el gusto que estas poblaciones tenían por los piojos de la cabeza (Cox Reference Cox1863; Ibar Sierra Reference Ibar Sierra and Martinic2002 [1877]; Moreno Reference Moreno1879; Segers Reference Segers1891), considerando a este insecto como un verdadero manjar. Incluso los perros, quienes tenían un lugar destacado dentro del grupo familiar, eran integrados a la práctica de consumo.Footnote 2 La prohibición de participar de esta actividad comunitaria de despiojado y consumo de piojos era señal de castigo, aplicado a los niños y niñas de la familia. Las crónicas, aquí discutidas, permiten relacionar esta actividad al menos con los pueblos mapuche, pewenche y gününa küne del norte de Patagonia, aonik'enk de Patagonia meridional, selknam del norte de Tierra del Fuego y yagan, canoeros que frecuentaban las costas e islas del sur del archipiélago.

Investigaciones acerca de prácticas relacionadas con la infestación por piojos de la cabeza en poblaciones rurales actuales han demostrado que la actitud no es necesariamente negativa, e incluso la pediculosis forma parte de su vida cotidiana (Heukelbach y Ugbomoiko Reference Heukelbach and Ugbomoiko2011). En estos casos, los piojos de la cabeza tienen una valoración positiva debido a la vinculación social durante el aseo, en contraposición a las sociedades con economías de mercado que manifiestan una visión negativa, por lo que la percepción de la infestación depende del entorno y del contexto sociocultural (Heukelbach y Ugbomoiko Reference Heukelbach and Ugbomoiko2011). En Argelia, por ejemplo, Souffez (Reference Souffez1985) señala que es importante tener piojos en la cabeza como símbolo de riqueza y buena nutrición. En las zonas urbanas peruanas se lo considera como sinónimo de suciedad, pobreza y descuido corporal, en contraposición a las zonas rurales tradicionales andinas donde tiene simbolismos muy diferentes (Souffez Reference Souffez1985).

Entre los pueblos patagónicos pre-hispánicos la situación pareció ser similar, dado que no manifestaron una actitud negativa hacia la infestación por piojos de la cabeza. Por el contrario, el gusto por los piojos de la cabeza y el despiojado era una práctica colectiva atravesada por la afectividad, y podría considerarse incluso que tuvo una connotación positiva, en el sentido social y cultural planteado por Heukelbach y Ugbomoiko (Reference Heukelbach and Ugbomoiko2011). Algunos cronistas refieren a que los piojos resultaban molestos para los indígenas (Gusinde Reference Gusinde1982:646; Lista Reference Lista1887:80), lo cual es esperable. Pero también se ha señalado que “no son especialmente sensibles a ellos” (Gusinde Reference Gusinde1982:646). En la mayoría de las crónicas estudiadas (a excepción del propio relato de Orkeke a Musters (Reference Musters1964 [1871]:88), la descripción como “molestos” corresponde a una apreciación subjetiva del observador y no un relato del propio sujeto. Los pueblos indígenas patagónicos tenían sus propios métodos de control de la pediculosis. Entre ellos, el uso de pinturas repelentes y aceite de foca, el empleo de peines confeccionados en hueso de delfín y barbas de ballena, el continuo cambio de campamento en su modo de vida nómade, el despiojado colectivo y el modo de confeccionar sus vestimentas.

La ingesta de piojos de la cabeza se ha documentado también para otros pueblos en diversas partes del mundo. Entre los pastores nómadas kirghizes de Asia Central, esta actividad también es atravesada por relaciones de parentesco y afectividad (Harris Reference Harris1989). En ciertas poblaciones indígenas de Australia, el despiojado es una práctica mutua y un pasatiempo cotidiano de la vida social, considerada agradable y placentera, y también atravesada por la afectividad y las relaciones de parentesco y amistad. Consecuentemente, los piojos son considerados favorables y tener piojos es signo de buena salud, por lo que el proceso de despiojado es utilizado para transportar deliberadamente piojos de la cabeza de una persona a la otra como potenciales productores de nuevos piojos, observándose en algunos casos su consumo (Trigger Reference Trigger1981). En Melanesia, los amantes se despiojaban y consumía los piojos de la cabeza como parte de los ritos amorosos en un contexto erótico conyugal, práctica que además era aceptada en público, no así otras (Malinowski Reference Malinowski1975). Esta cacería además de ser agradable les procuraba a la pareja un sentimiento de intimidad:

Cada cual busca los piojos entre los cabellos de su compañero y se los come, práctica repugnante para nosotros, pero que los indígenas encuentran natural y agradable entre dos amantes, y un pasatiempo favorito con los niños [Malinowski Reference Malinowski1975:247].

En zonas rurales andinas, Souffez (Reference Souffez1985) observó hábitos de despioje grupal entre familiares directos, en el marco de interacciones afectivas. Estas sesiones eran tiernas y prolongadas y se realizaban en cadena, la mujer a los hijos y al esposo, la abuela a los hijos y nietos. La autora también refiere al despioje cariñoso y sexual en el marco de una unión de pareja:

La relación sexual egoísta y dispersa, fuera del orden, favorece la propagación y la multiplicación de los piojos. Los actos sexuales realizados en el marco de una unión durable y de pareja están asociados al despioje mutuo y cariñoso [Souffez Reference Souffez1985:198].

Más allá del significado social y cultural de la práctica de despiojado colectivo en sí misma, los piojos constituyeron una fuente de alimento que además era considerado un manjar por las poblaciones indígenas patagónicas. Desde las ciencias sociales se ha discutido la dimensión social del gusto, demostrando que el sentido de la percepción de los sabores es una construcción cultural. El gusto responde a una sensibilidad particular marcada por la pertenencia social y cultural, y por la manera en que el individuo singular se acomoda a ella, según los acontecimientos propios de su historia (Le Breton Reference Le Breton2009:268). Harris (Reference Harris1989) propone que la explicación acerca de las preferencias y aversiones dietéticas no radica en la índole de los productos alimenticios, sino en la estructura de pensamientos subyacentes. Los alimentos transmiten mensajes y poseen significados simbólicos. El gusto por determinado tipo de alimentos está fuertemente condicionado por la clase social, el nivel de instrucción y por las representaciones de las personas sobre su propio cuerpo (Bourdieu Reference Bourdieu1998). En este sentido, los registros etnográficos analizados reflejan las tensiones entre las percepciones y connotaciones negativas de los foráneos y la significancia positiva para las poblaciones indígenas. La cultura gastronómica occidental y metropolitana de los viajeros y cronistas denostaba a los piojos, mientras que eran considerados un manjar por los indígenas de Patagonia. Los cronistas emplearon los términos parásitos, sabandijas o alimañas como sinónimo para referirse a los piojos en sus relatos de viaje, pero siempre con connotaciones negativas en cuanto al contexto descriptivo de la práctica cultural. La narración sobre el consumo de estos insectos por los distintos pueblos patagónicos generalmente estaba asociada con los términos mugre, sucio, asqueroso, etcétera. Por ejemplo, sobre los gününa küne o tehuelche del norte de Patagonia y los aonik'enk o tehuelches meridionales, Francisco Moreno sentenciaba: “Es necesario tener buen estómago para resistir una hora en la tienda gennaken” (Moreno Reference Moreno1997:144); “Nada mas asqueroso que la comida de los Tehuelches, y mas de una vez he tenido nauseas al presenciar tal espectáculo” (Moreno Reference Moreno1879:231). Ibar Sierra (Reference Ibar Sierra and Martinic2002 [1877]:99–111) se asombra de que el tehuelche no consuma pescado mientras saborea el asqueroso insecto de su cabeza. A fines del siglo diecinueve, los cronistas reforzaron las visiones higienistas que condenaban la suciedad y la falta de cuidados en la manipulación de los alimentos por parte de los indígenas de Patagonia. Henry de La Vaulx, conde francés quien realizó un viaje entre Río Negro y Tierra del Fuego durante los años 1896 y 1897 recolectando restos óseos, enfatizó la mugre y la suciedad de los toldos mapuches y tehuelches (La Vaulx Reference La Vaulx2008:83, 100).

Una problemática similar a la de los piojos en Patagonia ocurre con los roedores. Evidencias arqueológicas, históricas y etnográficas revelan que ciertas especies de roedores caviomorfos fueron importantes en la dieta de los cazadores-recolectores de Patagonia desde al menos 3000 años aP, hábito que perduró incluso hasta medianos del siglo pasado (Andrade y Boschín Reference Andrade and Boschín2015). De estos animales se hacía un uso integral, aprovechando no sólo su carne, sino también sus huesos para fabricar herramientas y su piel para confeccionar vestimentas. Para los selknam del norte de Tierra del Fuego fue uno de los alimentos principales en la dieta e incluso se lo consideró también un manjar. Relatos etnográficos de mediados del siglo veinte recopilados por Andrade y Boschín (Reference Andrade and Boschín2015), para Patagonia continental, señalan cómo estas poblaciones fueron escondiendo el hábito de consumir roedores ante la mirada de los “otros”:

A los paisanos no se les podía decir que ellos comían ratones porque se ofendían. Es como despectivo sobre su dieta. Ellos decían que se alimentaban con guanaco que es un animal de porte, elegante . . . La sensación de ellos es que un occidental ve al ratón como una alimaña. Esto es igual a cuando escondían su lengua. Es una estrategia igual aplicada por recato para que no se conozca que los ratones eran un ingrediente de su alimentación. Esto de ir escondiendo su cultura se produjo por el contacto con el blanco [Andrade y Boschín Reference Andrade and Boschín2015:121].

La comparación de estas problemáticas —roedores y piojos— y sus similitudes, hace suponer que ambos tipos de animales sufrieron el mismo proceso de “ocultamiento” en las prácticas de los pueblos de Patagonia en el tránsito hacia el siglo veinte. Eran considerados un manjar por los pueblos patagónicos mientras que eran definidos como alimañas por aquellos quienes describían su cultura. Posiblemente, al igual que para los roedores, el gusto y las prácticas culturales en relación con los piojos haya sido progresivamente opacado por un recato cultural antes inexistente.

Una de las referencias más tardías sobre el despiojado como deleite, entre indígenas de Patagonia septentrional, es de Francisco Moreno para el pueblo de General Conesa (actual provincia de Río Negro) hacia 1879: “Los vi allí sentados al sol, las mujeres despiojaban a los hombres, los cuales fumaban con deleite durante la operación” (Moreno Reference Moreno1997:128, cita recopilada por Eduardo Moreno, hijo de Francisco). Este pueblo fue originalmente un fortín militar del estado argentino ubicado en la margen sur del Río Negro que funcionó como un espacio de sometimiento y relocalización forzada de población indígena durante la expansión militar de la denominada Conquista del Desierto. Las políticas implementadas durante el proceso de construcción del estado argentino hacia fines del siglo diecinueve incluyeron el exterminio físico de población indígena, la separación de los niños y niñas de sus padres y madres, la desestructuración de las redes sociales previas, el confinamiento en campos de concentración y cárceles, su deportación como mano de obra a diversos destinos y la afectación de niños, niñas y mujeres al servicio doméstico urbano. La colonización de Tierra del Fuego fue más tardía, pero también más abrupta. A partir de 1880 tuvieron lugar persecuciones, matanzas, deportaciones, remates de indígenas, misiones y la desterritorialización mediante la acción conjunta de empresarios ganaderos, religiosos, buscadores de oro y autoridades estatales argentinas y chilenas (Salomón Tarquini y Casali Reference Salomón Tarquini and Casali2015).

Luego de esa coyuntura las menciones sobre despiojado o consumo de piojos dejan de verificarse en las crónicas del norte de Patagonia. Es posible que la violenta reconfiguración social posterior haya forzado la modificación de las prácticas culturales indígenas asociadas a los piojos, o por lo menos haya contribuido a que fueran veladas.

Apenas unos años después de la observación de Moreno (Reference Moreno1997:128) en el pueblo de General Conesa, hacia 1890 aproximadamente, el padre Bernardo Vacchina comenta un episodio sobre infestación de piojos en Río Negro, a propósito de las tareas sanitarias ejercidas en el primer hospital de ese territorio nacional:

Las Hermanas hallaron en un toldo una joven india cargada de piojos; la trajeron al Hospital; la asearon; pero a los quince días murió preparada. Los parásitos le habían inficionado la sangre [Paesa Reference Paesa1967:211].

Es notable como en el contexto inmediatamente posterior a la expansión del estado argentino, la pediculosis pasó a formar parte de la vigilancia epidemiológica ejercida por el aparato de salud pública de las agencias estatales y las instituciones religiosas, alterando posiblemente sentidos sociales y culturales previos. Además, el padre Vacchina señala como causa de muerte de esta mujer a una infección de la sangre producto de la infestación por piojos. Dado que los de la cabeza no causan enfermedades, es posible que se refiriera al contagio por piojos del cuerpo. Para el extremo sur de Patagonia, Tierra del Fuego, Gallardo (Reference Gallardo1910:294) también nota como “los piojos se multiplican en una forma alarmante sobre el cuerpo de los enfermos”, en contraposición a lo que ocurría —según él— cuando estas poblaciones eran nómades (en referencia a los selknam). Bridges señaló también que:

Las capas se usaban, naturalmente, con el pelo hacia afuera. Teniendo el cuero contra el cuerpo no había peligro de que criaran parásitos, de los cuales esta gente, en su estado natural, estaba exenta, salvo aquellos que se habían descuidado por enfermedad o extremada vejez [Bridges Reference Bridges1952:377].

Si bien son escasas las crónicas que hacen referencia a los piojos del cuerpo, al menos los pueblos mapuches y pewenches tuvieron conocimiento sobre los piojos del cuerpo y de la cabeza. No sólo los distinguían claramente —y por ende, les asignaron nombres diferentes en mapudungun (Febrés Reference Febrés1882 [1765]:117)— sino que según el relato de Cox (Reference Cox1863:160), sólo consumían el piojo del cuero cabelludo, limitándose a extraer y eliminar el piojo del cuerpo. Es por esta razón que consideramos que es factible que tuvieran conocimiento de que el piojo del cuerpo es el que transmitía enfermedades. Cox señaló que el P. corpori “es el mas abundante, abundancia de la que dolorosamente participamos nosotros”.

Las condiciones de hacinamiento de población indígena en reducciones militares y religiosas favorecieron la propagación de diversas epidemias en el tránsito de los siglos diecinueve al veinte (Casali Reference Casali2013). Tal sería el caso también del tifus —enfermedad transmitida por el piojo del cuerpo— que afectó a la población fueguina que se confinó en la misión-reducción salesiana “San Rafael” de la Isla Dawson, Chile (Nacach y Odone Correa Reference Nacach, Correa, Nicoletti, Núñez and Núñez2016:416).

Conclusiones

Este trabajo permitió recopilar e integrar el registro documental sobre las prácticas culturales relacionadas con los piojos entre los pueblos indígenas de Patagonia a partir del análisis e interpretación de registros históricos, lingüísticos y etnográficos de los siglos dieciocho al veinte, escritos por misioneros, naturalistas y viajeros que interactuaron con estas sociedades. Además, puso en tensión los discursos y estereotipos de estos cronistas, que en la mayoría de los casos estigmatizaron la pediculosis y, por sobre todo, el consumo de piojos, a la vez que sugiere otros significados sociales en la relación con estos insectos entre los pueblos pre-hispánicos del sur de Sudamérica.

Estos pueblos manifestaron una actitud mayoritariamente positiva sobre los piojos, existiendo abundante evidencia etnográfica e histórica de su aprovechamiento como alimento. A partir de las crónicas y los relatos de viajeros y expedicionarios, se pudo verificar una concordancia en la narrativa sobre el consumo de piojos de la cabeza al menos entre los pueblos pewenche, mapuche y gününa küne del norte de Patagonia, aonik'enk del sur continental, selknam y yagan de Tierra del Fuego durante los siglos dieciocho, diecinueve y veinte. Al igual que con otros animales como los roedores, los cronistas los identificaban como alimañas, mientras que para los pueblos patagónicos eran un bocado exquisito, un verdadero manjar. El despiojado y consumo de piojos fue una práctica habitual y cotidiana en poblaciones indígenas continentales e isleñas del sur de Sudamérica; actividad colectiva en la que participaban todos los individuos del grupo familiar. Esta práctica de espulgamiento y consumo de piojos está documentada, también, para pueblos de la región andina y Oceanía.

La progresiva colonización de la región que ocurrió con posterioridad a la expansión de los estados nacionales de Argentina y Chile a fines del siglo diecinueve —expansión que fue acompañada de ideologías de higienización y progreso— posiblemente forzó la modificación de las prácticas culturales indígenas asociadas a los piojos, o por lo menos contribuyó al ocultamiento de su consumo. En Tierra del Fuego, donde el proceso de colonización fue más tardío, se registran menciones del consumo de piojos aún durante el siglo veinte.

Agradecimientos

A Julio Vezub, Marcos Sourrouille y Damián Taire por la lectura crítica del artículo, y a los revisores, cuyas sugerencias permitieron enriquecerlo profundamente. A Lucas Bandieri e Ivana González Bagur por la edición de las figuras. Al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación por la promoción al desarrollo del sistema científico, entendiendo a la ciencia como un ejercicio de soberanía. Este trabajo surgió de un fructífero intercambio entre una de las autoras y María Teresa Boschin, a quien agradecemos su aporte. No se requirió de permisos para este estudio. El dibujo de Adolphe Bayot pertenece al patrimonio cultural común, por lo que puede ser reproducido.

Declaración de disponibilidad de datos

No se utilizaron datos originales en este trabajo. No existe conflicto de intereses con ninguna persona o institución.

Footnotes

1. Debido a derechos de propiedad del Musée du quai Branly – Jacques Chirac, esta imagen (photographies: PV0034818, 17‒569352) no puede ser reproducida.

2. Los perros ocupaban un lugar destacado en la organización social y en el ámbito doméstico de las sociedades indígenas de Patagonia continental e insular. Como ejemplo, Musters consignó que el cacique Orkeke adoptó a Ako, un perro al que consideraba su único hijo y quien poseía varios caballos. En una oportunidad que el viajero inglés le solicitó caballos prestados, Orkeke le contestó: “pídale a Ako que le preste un caballo” (Musters Reference Musters1964 [1871]:146).

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Figure 0

Figura 1. Patagonia continental e insular, área de interés del presente estudio.

Figure 1

Figura 2. Expedición 1837 de Jules Dumont D'Urville, “Grupo de indios Patagones”, por Adolphe Bayot. Una mujer despioja a una niña en la parte inferior derecha de la ilustración. (Color en la versión electrónica)