1. Introducción
La milicia ha desempeñado un papel esencial en la organización y evolución de las sociedades. Con muy pocas excepciones, los países han establecido fuerzas armadas con una finalidad defensiva, protectora u ofensiva. El éxito en esos objetivos ha dependido en buena medida de la competencia de los ejércitos en sus diversos aspectos: humano, estratégico y material. Esto ha supuesto un enorme esfuerzo social. De hecho, la parte más importante del gasto público en los países occidentales hasta el siglo XX ha sido, con diferencia, la militar. Con la emergencia del estado del bienestar, su peso relativo ha disminuido en favor de otros gastos como la educación, la sanidad y las infraestructuras, aunque continúa siendo una partida relevante en los presupuestos.
La eficacia de las fuerzas armadas depende mucho de disponer de un armamento tan avanzado como el de sus potenciales enemigos. Por ello, desde antiguo, los gobernantes han promovido directa o indirectamente la industria militar en sus territorios, aunque también ha sido común importar armamento de otros países. En España, los reyes promovieron o incentivaron desde la Edad Media la creación de fábricas de todo tipo de armamento ‒cañones, armas, pólvora, munición, navíos, etc.‒ en diversos lugares de la Península, de modo que durante mucho tiempo el país fue en gran parte autosuficienteFootnote 1. Pero esto cambió con la Revolución industrial, pues al quedar España rezagada en el aspecto tecnológico, también lo hizo en su industria militar, que desde el siglo XIX no pudo competir con la de las potencias del momento. Las fuerzas armadas españolas tuvieron que importar buena parte de su armamento y los establecimientos industriales nacionales, militares y privados, trataron de modernizarse adquiriendo maquinaria y licencias de fabricantes extranjeros, algunos de los cuales también hicieron inversiones directas en el país. Todo ello, junto con cierta innovación autóctona, permitió sobrevivir a la industria militar nacional. En el primer tercio del siglo XX, como han mostrado bastantes estudios de caso o sectorialesFootnote 2, además de mantenerse activas diversas fábricas del Ejército y la Marina, creció la industria armera vasca, se consolidó la construcción naval militar, se modernizó la producción de explosivos y surgió una industria aeronáutica nacional. Aun así, las fuerzas armadas siguieron dependiendo mucho de las importaciones.
La innovación en armamento durante ese periodo fue muy notable como indica el surgimiento del arma submarina, los vehículos acorazados o la aviación. La incorporación de esos avances era clave para la modernización tanto de la industria militar como de las fuerzas armadas de los países. Los inventores normalmente protegieron sus inventos con patentes tanto en sus países de origen como en aquellos donde pretendían producir o vender sus productos o bien otorgar licencias. Por ello, las patentes militares parecerían a priori un indicador de la innovación en el sector de armamento militar, así como de la modernización de las fuerzas armadasFootnote 3, su principal usuario. Pero esto no es tan evidente porque innovar supone implementar y desconocemos en qué medida esas patentes tuvieron relación efectiva con la actividad del sectorFootnote 4.
Como medida de efectividad de las patentes se ha usado el tiempo que se mantienen en vigor (Cayón Reference Cayón García2017; Nicholas Reference Nicholas2011b; Nuvolari et al. Reference Nuvolari, Tartari and Tranchero2021; Schankerman and Pakes Reference Schankerman and Pakes1986), pero duración no implica necesariamente aplicación. Así, por ejemplo, no son infrecuentes los casos de patentes importantes que caducan enseguida y al revés (MacLeod et al. Reference Macleod, Tann, Andrew and Stein2003; Nicholas Reference Nicholas2011b). Naturalmente, el modo más eficaz de comprobar la aplicación efectiva de las patentes es hacerlo una por una, pero esta es una tarea poco menos que imposible si son muy numerosas, como sucede con las del sector de armamento militarFootnote 5. Otra vía sería a través de la combinación de los datos de patentes con otros sobre la actividad productiva o comercial del sector en su conjunto. En nuestro caso, esa función la podrían cumplir los contratos de compra de armamento de las fuerzas armadas, ya que estas constituyen el grueso de la demanda de armamento militar del país. Esa fuente permitiría identificar las empresas contratistas y sus ventas a las fuerzas armadas y hacer una comparación con la información proporcionada por las patentes del sector. Este ha sido el enfoque del presente trabajo, centrado en el caso español entre 1878 y la Guerra Civil.
Para ello, ha sido necesario recopilar y clasificar las patentes militares registradas en España y los contratos de compra de armamento de las fuerzas armadas. Con esa información, se ha buscado, a partir de datos agregados, obtener una visión general de la procedencia y distribución sectorial de patentes y contratos y del grado de asociación entre las dos variables y, con datos de las principales empresas, esclarecer la relación de las patentes con la venta, importación y producción de armamento y, por tanto, con la actividad innovadora en el sector. La novedad del trabajo está, por tanto, en la construcción de dos nuevas series de datos –la de patentes militaresFootnote 6 y la de contratos de compra de armamento– y en la evidencia aportada sobre la conexión de las patentes con la actividad y la innovación del sector de armamento militar, así como sobre otros aspectos de un sector todavía poco analizado en su conjunto.
Tras esta introducción, en el segundo apartado se describen las fuentes y datos de nuestras dos variables. El tercero las analiza a nivel macro desde el punto de vista de su distribución por países de origen y sectores de tecnología militar. El cuarto lleva a cabo un análisis micro de los diez principales contratistas en cada sector. Y en el quinto se recogen las conclusiones.
2. Fuentes y datos
Como se ha dicho, este estudio se basa en dos fuentes distintas: las patentes de tecnología militar registradas en España y los contratos de compra de armamento de las fuerzas armadas españolas. En este apartado se presentan las características y alcance de ambas fuentes y de los datos obtenidos.
2.1. Patentes militares
La fuente de la que hemos obtenido la información es la base de datos histórica de la Oficina Española de Patentes y Marcas, que incluye las patentes registradas en España entre 1826 y 1966 en tres etapas sucesivas, cada una con su base de datos específica. La correspondiente al periodo de este estudio es Sáiz et al. (dirs.) (Reference Sáiz, Llorens, Blázquez and Cayón2000-2008).
Aunque los contornos de la industria militar no son muy nítidos, pues puede haber productos de doble uso, tanto civil como militar (Acosta et al. Reference Acosta, Coronado, Marín and Prats2013), aquí hemos considerado que industria militar es “aquella que manufactura productos de uso inequívocamente militar, como armas, vehículos militares, municiones, etc., excluyéndose aquellos bienes (caso de alimentos, vestuario, lubricantes, etc.) de uso predominantemente civil” (García Alonso Reference García Alonso1994, p. 67). Para identificar las patentes relativas a esta industria nos hemos guiado por la Clasificación Internacional de Patentes (CIP), que consta de ocho grandes secciones (de la A a la H), divididas en clases, que a su vez se dividen en subclases y éstas en gruposFootnote 7. Aun así, la identificación de las patentes militares no es automática, porque estas se encuentran dispersas entre las diversas clases de la CIP y porque hay inventos militares que no siempre se pueden detectar a partir de la CIP (Vicente Oliva Reference Vicente Oliva2019)Footnote 8. Hay clases que corresponden a tecnología predominantemente militar, como la F41 (Armas) y la F42 (Municiones; Voladura), y otras de tecnología general que tienen alguna subclase expresamente militar. Así, por ejemplo, dentro de la Clase B63 (“Buques y embarcaciones flotantes”) está la subclase B63 G (“Instalaciones ofensivas y defensivas en los buques…”), que incluye patentes de tecnología específicamente militar. Nosotros sólo hemos incluido en la base de datos las clases, subclases o grupos de patentes expresamente relativos a armamento o equipo militar. Para asegurar esto, una vez realizada una primera selección a partir de la CIP, hemos revisado los títulos de las patentes para decidir si incluirlas o noFootnote 9. Aun así, se nos ha podido escapar alguna de uso militar y hemos podido añadir alguna no militar, pero estos casos supondrían un porcentaje mínimoFootnote 10.
En total, hemos identificado 6.044 patentes relativas a la industria militar, que supusieron un nada desdeñable 4,3% del total y casi el 9% de las patentes industriales registradas entre 1878 y 1939Footnote 11. El gráfico 1 muestra la distribución temporal de las patentes militares en comparación con el total de solicitudes. Es obvio que, grosso modo, ambas evolucionaron de modo parecido, pues tuvieron una tendencia creciente hasta 1930 y decreciente a partir de entonces como consecuencia de la depresión económica. Igualmente, ambas muestran una caída notable durante la I Guerra Mundial, debido a que los países beligerantes redujeron las solicitudes, y un pico expansivo en la inmediata posguerra por la acumulación de patentes extranjeras que no se habían registrado por las circunstancias extraordinarias. No obstante, también se observan algunas claras diferencias entre ambas series. Primero, el rápido crecimiento de las patentes militares en las décadas de 1880 y de 1900 no se dio en el conjunto. Segundo, la recuperación de los años veinte fue más intensa en el conjunto que en el sector militar. Tercero, la fulgurante expansión de las patentes militares durante la Guerra Civil contrasta con el hundimiento de las cifras totales.
Esas diferencias se observan con más claridad en el gráfico 2, que refleja el porcentaje de las patentes militares sobre el total. Como se ve, al final de las décadas de 1880 y 1900 alcanzaron el 7%, mientras que en 1938 llegaron hasta el 31% y en 1939, al 65% (el gráfico obvia esos dos años para que se perciban las fluctuaciones anteriores). La explicación del peso aplastante de las patentes militares durante la Guerra Civil es obvia. Los otros dos episodios de auge pudieron estar ligados, entre otras cosas, al impulso industrial promovido por los planes de reconstrucción de la escuadra de 1887 y 1907 (Gómez Mendoza Reference Gómez Mendoza1988), así como a la renovación del armamento del Ejército promovida por el ministro Weyler desde 1905 (Cardona Reference Cardona1988), el inicio del conflicto de Marruecos (1909) y el ambiente prebélico que se vivía en Europa. Pero también influyeron factores de oferta, pues los dos picos coinciden con el surgimiento de importantes innovaciones militares, como la pólvora sin humo y la artillería de fuego rápido en el primero y la aviación en el segundo. Mucho más se podría decir al respecto, pero lo indicado es suficiente para nuestro objetivo.
La información presentada sobre la evolución de las patentes militares y su peso en el total sitúa temporal y cuantitativamente nuestra variable, pero no refleja su falta de homogeneidad; no sólo porque cada patente recoge un invento específico, sino también porque unas eran de invención y otras de introducción, no todas se concedían, unas se ponían en práctica y otras no, y el tiempo en que se mantuvieron en vigor varió de unas a otras. Son rasgos administrativos, pero útiles para obtener una primera caracterización general de las patentes militares. El cuadro 1 recoge esta información tanto para el periodo en su conjunto (1878-1939) como para los subperiodos anterior y posterior a la I Guerra Mundial.
Fuente: Sáiz et al. (dirs.) (2000-2008).
Cabe señalar en primer lugar que la inmensa mayoría de las patentes militares (el 97,1%) fueron concedidas. Esto era lo habitual en los sistemas de patentes sin examen previo, como el español, en los que prácticamente sólo dejaban de concederse las solicitudes con defectos formales. No obstante, en el caso de las patentes militares, esta cifra es excepcionalmente alta, pues el porcentaje de concesiones en el total de patentes fue el 89,8% entre 1878 y 1937 (Ortiz-Villajos Reference Ortiz-Villajos1999, Apéndice 1). Este es un indicio de que las patentes de la industria militar podían tener una calidad por encima de la media.
En segundo lugar, el peso de las patentes de introducciónFootnote 12 entre las de tecnología militar (7,5%) fue bastante menor que en el total de las solicitadas en el país, donde supusieron el 14% entre 1882 y 1935Footnote 13. Las patentes de introducción eran inventos ajenos y se concedían por un máximo de cinco años, mientras que las de invención eran inventos propios y podían durar hasta veinte. Desde el punto de vista de la duración potencial, se puede considerar a priori que las patentes de invención tendrían, ceteris paribus, mayor valor en términos medios que las de introducción. Este es, pues, otro indicio de que la calidad de las patentes militares pudo estar por encima de la media.
El cuadro 1 muestra también que, entre 1878 y 1939, el 37,9% de las patentes militares acreditaron su puesta en práctica, mientras que (entre 1875 y 1930) sólo el 22,8% del total lo hicieron (Sáiz Reference Sáiz2014, p. 63). Aunque esa acreditación era con frecuencia un trámite formal (Cayón, Reference Cayón García2017, p. 17)Footnote 14, en términos estadísticos es más probable que tuvieran aplicación efectiva las patentes que acreditaron la práctica que las que no lo hicieron. Por ello, cabe pensar que las patentes militares tuvieron una aplicación efectiva por encima de la media. Esto fue particularmente relevante con anterioridad a la I Guerra Mundial, cuando más de la mitad de las patentes militares acreditaron su puesta en práctica. En el periodo posterior, en cambio, el porcentaje cayó hasta el 28,4%. Una caída tan brusca, que también se dio en el total de patentes, hace pensar en un endurecimiento de la inspección, más que en una caída equivalente de la implementación efectiva. En cualquier caso, la diferencia a favor de las patentes militares fue muy notable en los dos periodosFootnote 15.
Además de por los indicios señalados, las patentes militares también destacaron por su valor según una medida específica. No hay un criterio plenamente satisfactorio de valorar una patente, pero quizá el más utilizado es el del número de renovaciones anuales (Shankerman y Pakes, Reference Schankerman and Pakes1986). En su estudio sobre las patentes eléctricas españolas, Cayón (Reference Cayón García2017) considera como de alto valor (PAV) aquellas que fueron renovadas 10 ó más años. Nosotros hemos seguido este criterio, pero hemos considerado también como PAV las patentes de introducción que agotaron su tiempo máximo legal (5 años). De acuerdo con ello, el 23,4% de las patentes militares registradas entre 1878 y 1939 fueron PAV. Se trata de un porcentaje muy elevado, ya que en el mismo periodo sólo el 9% del total de patentes y el 10,8% de las del sector eléctrico lo fueronFootnote 16. Es cierto que las cifras de Cayón no incluyen las patentes de introducción, pero si las excluimos de las nuestras, el porcentaje de PAV entre las patentes militares sería el 20,5%, casi el doble que entre las eléctricas. No cabe duda, por tanto, de que las patentes militares eran claramente más valiosas que la media, pero también que las de un sector de alta tecnología como el eléctrico.
Finalmente, las patentes militares registradas por empresas supusieron un poco más de la mitad (el 50,4%) en el conjunto del periodo, como sucedió con las patentes eléctricas (Cayón Reference Cayón García2017, p. 27). En cambio, en el total de solicitudes del país, sólo representaron en torno al 27% entre 1882 y 1935 (Ortiz-Villajos Reference Ortiz-Villajos1999, p. 148). Este sería otro indicio de la mayor calidad media de las patentes militares, si se considera que las patentes empresariales son, ceteris paribus, más valiosas que las de independientes por contar con mayor respaldo económicoFootnote 17. Hay que hacer notar, no obstante, que el peso de ambas clases varió con el tiempo: antes de 1914 predominaron las patentes de individuos (55,7%) y después, las empresariales (55,2%)Footnote 18. Esto indica que los inventores independientes mantuvieron un peso notable (44,8%), al contrario que en otros sectores de alta tecnología como el eléctrico, en el que el peso de los independientes descendió drásticamente a partir de la I Guerra Mundial (Cayón Reference Cayón García2017, gráfico 3). Es un tema interesante en el que ahora no es posible profundizar como en otros que han quedado sólo apuntados. Con ello cerramos la caracterización general de las patentes militares.
2.2. Contratos de defensa
Las fuerzas armadas españolas se abastecían de material bélico comprándolo a la industria privada, nacional y extranjera, o bien produciéndolo en factorías propias, que también adquirían en el mercado el material y la maquinaria necesarios para su actividad. Por tanto, a través de los contratos de compra podemos conocer los productos y empresas que suplían al Ejército y la Marina. Esto proporcionaría una amplia visión del mercado de la industria militar en España, dado que las fuerzas armadas eran el principal cliente del sector. Ahora bien, acceder a todos los contratos –en el dudoso supuesto de que se conserven– sería una ardua tarea, pues habría que rastrearlos en la contabilidad de las innumerables unidades militares o en los diversos archivos de las fuerzas armadasFootnote 19. Sin embargo, la información básica de gran parte de ellos se puede obtener en la Gaceta de Madrid, predecesora del Boletín Oficial del Estado.
El 27 de febrero de 1852, siendo Juan Bravo Murillo ministro de Hacienda y presidente del Gobierno, las Cortes aprobaron un Real Decreto que regulaba los contratos con la Administración (Gaceta de Madrid de 29 de febrero de 1852). Esta norma establecía que los contratos por cuenta del Estado se celebrarían previa subasta, aunque en el artículo 6° establecía diez excepciones a ese requisito, entre las que se incluían los contratos que no excedieran de 30.000 reales (7.500 pesetas), aquellos en los que el productor disfrutara de privilegio de invención o de introducción, los que versaran sobre artículos de los que hubiera un solo productor o poseedor, etc. En cualquier caso, estos contratos debían ir precedidos por un Real Decreto con la autorización del Consejo de Ministros. Esto quiere decir que en la Gaceta de Madrid quedaba constancia no sólo de las subastas, sino de todos los contratos celebrados por la Administración y, por tanto, por los Ministerios de Guerra y Marina. Esta norma perduró hasta la promulgación de la Ley de Hacienda Pública de 1 de julio de 1911 (Gaceta de Madrid de 4 de julio de 1911), que mantuvo unas condiciones similares a las de 1852 para los contratos con la Administración, incluidas las excepciones.
Además de las excepciones regladas al requisito de subasta, hubo numerosas autorizaciones puntuales de compra directa y otras motivadas por circunstancias extraordinarias, como el desastre de Annual de 1921. En definitiva, dado que todos los contratos celebrados por la Administración, bien por subasta o concurso, bien por compra directa, debían publicarse en la Gaceta de Madrid, esta es una valiosa fuente para obtener información sobre la compra de material bélico por parte de las fuerzas armadas. Para ello, hemos llevado a cabo una búsqueda sistemática de los contratos celebrados por los Ministerios de la Guerra y Marina. Lógicamente, había muchos contratos de subsistencias, uniformes, construcción de edificios, etc., pero nosotros sólo hemos recogido los relativos a la compra de armamento y munición de tierra, mar y aire, así como de maquinaria y material dirigidos a la fabricación de armamento y munición en las factorías militares. En total, hemos identificado 1.497 contratos entre 1878 y 1936Footnote 20, 913 de armamento y munición (61%) y 584 de maquinaria y material (39%), cuya distribución temporal se muestra en el gráfico 3Footnote 21.
Lo primero que salta a la vista del gráfico 3 es que el número de contratos tuvo dos momentos álgidos, coincidentes con los dos grandes conflictos bélicos que tuvo España en el periodo: el finisecular (1895-1898) y la segunda parte de la guerra del Rif (1921-1927). En segundo lugar, sorprende la casi total ausencia de contratos entre 1911 y 1918. La explicación está no en que las fuerzas armadas dejaran de comprar armamento en ese periodo, sino en que el 20 de octubre y el 9 de noviembre de 1910 se aprobaron sendos Reales Decretos que eximieron respectivamente a los Ministerios de la Guerra y Marina de los procedimientos administrativos para las compras inferiores a 100.000 pesetasFootnote 22. Debido a ello, la inmensa mayoría de los contratos dejaron de publicarse en la Gaceta de Madrid. Sin embargo, esto cambió a partir de 1919, cuando la Gaceta volvió a recoger contratos inferiores a 100.000 pesetas, lo que indica que se puso fin a la referida relajación de los procedimientos. En tercer lugar, el gráfico indica que hasta 1918 los contratos de armamento y munición fueron parejos a los de maquinaria y material para su fabricación, pero a partir de entonces estos últimos pasaron a tener un peso ínfimo en el conjunto. A ello pudo contribuir el hecho de que los arsenales de la Armada, grandes compradores de hierro y otros bienes intermedios, pasaran a manos privadas en 1909. Sin embargo, las fábricas de Sevilla, Trubia y Oviedo, entre otras, siguieron en manos del Ejército, por lo que también debieron de influir otros factores, que habrá que identificar. En todo caso, esos contratos no eran de material bélico, por lo que la tecnología que pudieran contener ‒maquinaria general, procesos de producción de acero, material diverso, etc.‒ no estaba recogida por definición en las patentes militares, en las que se centra este estudio. Por este motivo, el presente trabajo se basará sólo en la información correspondiente a los 913 contratos de armamento y municiónFootnote 23.
La comparación de los gráficos 1 y 3 indica que la evolución de patentes militares y contratos fue bastante diferente a lo largo del tiempo. Sin embargo, el 63% de los contratos de compra de armamento y munición versó sobre productos patentados en España. Además, como se desprende del gráfico 4, ese porcentaje ‒aunque con notables fluctuaciones‒ tuvo una clara tendencia creciente a lo largo del tiempo, alcanzando cotas muy elevadas a partir de los años veinte. Este dato es indicio de una intensa conexión entre el registro de patentes y el mercado de armamento militar en EspañaFootnote 24, si bien también muestra que un porcentaje significativo del mercado (37%) no parecía tener relación con las patentes. En definitiva, para conocer la intensidad y las vías (importación, fabricación, licencia, etc.) de esa conexión es necesario analizar en detalle las dos variables. A ello se dedica el resto del trabajo.
3. Análisis macro: países y sectores
Tras la caracterización general de los datos del estudio, se analizan ahora en términos agregados desde una perspectiva espacial y sectorial. Esto dará a conocer cuál era la procedencia de las patentes militares registradas en España y del armamento adquirido por las fuerzas armadas, así como su desglose por tipos o sectores de tecnología militar. Además, permitirá dilucidar en qué medida hubo correspondencia en ambos aspectos entre las patentes militares y los contratos de compra de armamento.
3.1. Países de origen
El cuadro 2 recoge la distribución por países de origen de las patentes militares y los contratos de compra de armamento y munición del Ejército y la Marina. Si nos fijamos en el conjunto del periodo (última columna del cuadro), se observa que tanto las patentes como los contratos fueron de origen nacional en un 28,5%Footnote 25 y extranjero en un 71,5%Footnote 26. Ello indica una muy alta dependencia del exterior tanto en tecnología (patentes)Footnote 27 como en la adquisición de armamento y munición (contratos). Es un primer indicio de que entre patentes y contratos hubo alguna asociación y que esta tuvo más que ver con la importación de armamento que con su producción en el país, aunque esto queda matizado al tener en cuenta las licencias.
Fuentes: Sáiz et al. (dirs.) (Reference Sáiz, Llorens, Blázquez and Cayón2000-2008) y Gaceta de Madrid. * Los contratos llegan hasta 1936.
El cuadro pone también de manifiesto la coincidencia en el orden de importancia de los principales países que registraron patentes militares y vendieron armamento a las fuerzas armadas en el periodo: España, Alemania, Reino Unido, Francia, Estados Unidos e Italia. La similitud en los porcentajes también es notable, pero no en los casos de Estados Unidos e Italia, que tenían mayor peso en las patentes que en los contratos. Esto tuvo que ver en parte con las políticas de licencias, como veremos en el último apartado. En la parte baja del cuadro, la correspondencia entre las dos variables es más débil. En el caso de las patentes, Bélgica y Suiza aparecen en séptima y octava posición, mientras que en número de contratos, Austria y Bélgica ocuparon esos puestos. Una notable diferencia entre las dos variables está en que sólo hubo 13 países con contratos de armamentoFootnote 28 (quizá alguno más entre los de procedencia desconocida) frente a 42 con patentes militares, lo que en parte pudo tener que ver con la correlación entre patentes y capacidad industrial. En cualquier caso, lo más relevante es la estrecha coincidencia que se dio en la cúspide: España, Alemania, Reino Unido y Francia tuvieron un dominio aplastante del mercado (80% de los contratos) y la tecnología (75% de las patentes).
Al comparar las cifras de las etapas anterior y posterior a 1914, se observan cambios significativos en el peso de los países a lo largo del tiempo tanto en patentes como en contratos, con coincidencias y disparidades entre las dos variables. Así, España aumentó su peso en ambas, pero mucho más acusadamente en los contratos, que pasaron de representar el 15% en el primer periodo al 46,2% en el segundo. Esto es indicativo del crecimiento de la industria militar nacional en el primer tercio del siglo XX. Es cierto, no obstante que ese crecimiento estuvo muy apoyado en la transferencia de tecnología extranjera. Esto explica a su vez que, a pesar de que el Reino Unido mantuvo su peso en patentes (en torno al 14%), los contratos procedentes de ese país cayeran del 20,6% al 10,9%, pues algunas de sus empresas pasaron de vender directamente a hacerlo a través filiales o socios en España, como veremos.
En estos cambios sin duda fue determinante la política de fomento de la industria nacional iniciada con la Ley de 14 de febrero de 1907 y continuada con otras (Cubel Reference Cubel1992; Tortella y Núñez Reference Tortella and Núñez2011, p. 371). La ley de 1907 estipulaba en su artículo 1° que “En los contratos por cuenta del Estado para toda clase de servicios y obras públicas serán admitidos únicamente los artículos de producción nacional”, aunque establecía que se podría recurrir a la industria extranjera por cuatro motivos: imperfección del producto nacional, notable diferencia de coste, reconocida urgencia, y no existir producción nacionalFootnote 29. Lógicamente, las fuerzas armadas hubieron de someterse a esta ley, que promovió la producción nacional y afectó a las estrategias de los proveedores extranjeros (producción o licencias de fabricación frente a exportación). Estas tendencias se vieron reforzadas por leyes posteriores que establecieron la concesión de ayudas a la creación de industrias nuevas (1917) y la reserva de las ayudas a las empresas con mayoría de capital nacional (1924). Estas normativas tuvieron su reflejo en los contratos de defensa y en las condiciones establecidas en los concursos para la compra de armamento, muchas veces reservados a fabricantes nacionales o domiciliados en España.
El caso de Alemania es opuesto al de España, ya que perdió peso tanto en patentes como en contratos. Particularmente llamativo fue su descenso en contratos, que pasaron de representar el 29,9% antes de 1914 al 5,3% en el periodo posterior. Esto se explica por las limitaciones impuestas por el Tratado de Versalles a la producción de armas en Alemania. El declive en patentes fue menos acusado (del 25% al 16%), lo que indica que la actividad inventiva de las empresas alemanas siguió siendo notable. Ello está en relación con la estrategia de mantener su actividad a través de acuerdos de licencia con fabricantes locales (Díaz Morlán Reference Díaz Morlán and Molina Recio2019). Por motivos similares a los de Alemania, los contratos con Austria ‒país de menor capacidad industrial‒ desaparecieron por completo tras la guerra.
Por su parte, Francia aumentó su peso en las patentes (del 11,4% al 14%) y sólo tuvo un ligero declive en los contratos (del 16,6% al 15%), lo que hizo que a partir de 1914 se convirtiera en el segundo país en importancia en ambas variables, por delante de Alemania y Reino Unido y sólo por detrás de España. En cuanto a Estados Unidos, su peso en las patentes registradas declinó notablemente (del 9,3% al 5,4%) de un periodo a otro. Sin embargo, su importancia como contratista aumentó del 1,2% al 3%, lo que indica que las patentes no siempre son reflejo de la actividad económica. En cambio, los casos de Italia y Bélgica sí muestran una clara correspondencia entre las dos variables, pues Italia incrementó su importancia tanto en patentes como en contratos y Bélgica declinó en ambos.
A pesar de algunas disparidades, la percepción general de los datos que acaban de describirse es que hubo un estrecho paralelismo en la procedencia de las patentes militares y los contratos de defensa. Esta percepción se confirma de modo inequívoco a través del análisis de regresión llevado a cabo para los trece países que obtuvieron contratos con las fuerzas armadas españolas. Así, el gráfico de dispersión entre el total de patentes y contratos del periodo en su conjunto (1878-1939) indica una contundente correlación positiva entre ambas variables (gráfico 5). Los resultados completos del análisis se recogen en el cuadro 3, que incluye cinco modelos: uno que toma como variable independiente el total de patentes (el del gráfico 5) y otros cuatro que desagregan las patentes según los tipos descritos en el segundo apartado (cuadro 1). En todos los casos, la variable dependiente es el número de contratos de defensa por país de origen.
Notas: p-valor entre paréntesis; *, **, *** denotan significatividad al 10%, 5% y 1% respectivamente.
Una primera conclusión que se desprende del cuadro 3 es que las patentes, en total (modelo 1) y desagregadas de diversas formas (modelos 2 al 5), tuvieron una correlación positiva (con una probabilidad del 95%) y altamente significativa (al 1%) con el número de contratos de defensa. En segundo lugar, se pone de manifiesto que, aunque todos los tipos de patentes ‒excepto las de introducción‒ tuvieron una relación positiva y significativa con los contratos, el valor del coeficiente siempre fue mayor para las patentes que a priori cabría calificar de mayor calidad (cfr. apartado 2.1): las de invención (0,15) frente a las de introducción (no significativas); las puestas en práctica (0,18) frente a las que no lo fueron (0,15); las de alto valor (0,21) frente al resto (0,14); y las de empresas (0,17) frente a las de individuos (0,14). De todas ellas, el mayor coeficiente correspondió a las patentes de alto valor (PAV), lo que es un indicio favorable al criterio usado para definirlas. En cualquier caso, la diferencia entre unos tipos y otros era pequeña, lo que indica que era más relevante tener patentes que el tipo de estas.
3.2. Sectores
Tras el análisis geográfico, nos centramos ahora en la distribución por sectores o tipos de tecnología de las dos variables. El cuadro 4 muestra que entre las patentes hubo un claro predominio de las de armamento, que representaron el 54,6% del total, seguidas de las de aeronaves y municiones, cada una con el 20%, y de las de tecnología naval (buques), con el 5,2%. En cuanto a los contratos, el sector más representado fue el de municiones (32,9%), aunque seguido muy de cerca por el de armamento (30,3%). En tercer lugar se situó el de aeronaves (23,4%) y, por último, el naval (13,4%). Por tanto, aunque hay cierto paralelismo, la distribución sectorial de patentes y contratos fue claramente menos concordante que la geográfica. Esto no es de extrañar pues, por ejemplo, parece lógico que la reposición de munición tuviera que hacerse con más asiduidad que la compra de armamento y que esta última tecnología ‒más compleja y variada‒ recibiera más patentes que la primera. No obstante, también hay que tener en cuenta que esos porcentajes no fueron estables en el tiempo, como puede observarse en los gráficos 6 y 7.
* Los contratos llegan hasta 1936. ** Incluye vehículos militares (minoritarios en las dos variables).
Fuentes: Sáiz et al. (dirs.) (2000-2008) y Gaceta de Madrid.
El gráfico 6 muestra que las patentes de armamento representaron en torno al 70% hasta principios del siglo XX, pero desde entonces su peso tendió a caer hasta situarse en el 40% en los años veinte y treinta. Durante la Guerra Civil, en cambio, repuntaron de nuevo hasta el 70%, es de suponer que por la orientación de la demanda bélica. Las patentes de municiones y explosivos representaron entre el 20% y el 30% hasta finales del siglo XIX y a partir de entonces bajaron para situarse en torno al 20% hasta la Guerra Civil, cuando también tuvieron un repunte. Las patentes de tecnología naval, por su parte, tras una expansión en la década de 1880, mantuvieron un peso muy bajo hasta la primera del siglo XX, cuando se situaron por encima del 10%. Luego tendrían otro momento álgido durante la I Guerra Mundial, para caer a continuación, recuperarse en los años veinte y desinflarse en los treinta. Las patentes de aeronaves pesaron poco hasta que en 1909 dieron un gran salto para situarse por encima del 25%. Tras un declive posterior, desde 1918 volverían a crecer gradualmente en importancia hasta superar el 45% en 1936. Esta evolución es congruente con el desarrollo de la aviación militar y la industria aeronáutica del país en aquel periodo (Gómez Mendoza y López Reference Gómez Mendoza and López García1992). Puede sorprender, en cambio, el reducido peso de las patentes navales, cuando la Armada y la industria naval crecieron en importancia. Hay que tener en cuenta, no obstante, que muchas de las patentes de armamento (sistemas de artillería, blindaje, etc.) y de municiones y explosivos (minas, etc.) tenían aplicación naval o terrestre. Es decir, que si a las patentes estrictamente navales añadiéramos las de armamento y munición aplicadas a buques, el peso del sector sería probablemente mayor, pero la fuente no permite esa discriminación. En cualquier caso, el Ejército tenía un peso cuantitativo superior al de la Armada tanto en gasto como en personal (Martos y Ortiz-Villajos Reference Martos Gómez and Ortiz-Villajos2022), por lo que es razonable que esa diferencia se observara también en la tecnología patentada.
En cuanto a los contratos (gráfico 7), inicialmente también predominaron los de armamento, pero en la década de 1890 fueron mucho más numerosos los de municiones y explosivos, reflejo de las necesidades e intensidad de la guerra de 1895-98. Tras el conflicto, cayó drásticamente el peso de las municiones y aumentó el del armamento y, especialmente, el de los buques, lo que se explica por el plan de reconstrucción de la Armada. Así, en vísperas de la guerra mundial, el peso de estos tres sectores se había equiparado, mientras que el de aeronaves ‒en realidad, elementos de aerostación por entonces‒ era todavía testimonial. La escasez de información no nos permite saber lo que sucedió en el periodo 1911-1918 (cfr. apartado 2.2), razón por la que esos años están marcados con una franja opaca en el gráfico. A partir de 1921 aumentó fuertemente el peso de los contratos de armamento y aeronaves debido a la intensificación de la guerra del Rif tras el desastre de Annual, mientras que en la parte final de la guerra recobraría importancia la compra de municiones, así como de buques. Finalmente, desde finales de los años veinte, la compra de aeronaves adquirió un protagonismo excepcional, que declinaría desde 1933 por la recuperación del peso de los otros tres sectores.
En definitiva, la distribución sectorial en el tiempo (gráficos 6 y 7) muestra disparidades entre las dos variables, aunque también algunas similitudes, como la creciente relevancia de la aviación tras el fin de la guerra mundial y el mantenimiento del sector naval como el de menor peso, salvo en años puntuales.
El cuadro 5 desglosa por sectores las patentes y contratos de los distintos países para el conjunto del periodo de estudio. En este caso ‒al contrario de lo que vimos para las variables sin desagregar (cuadro 2)‒ se observa alguna disparidad en el orden de los principales países según una u otra variable. Así, en armamento, el país con más patentes fue España con el 29,9% del total, seguido de Alemania (20,2%), Reino Unido (14,9%), Francia (11,5%), Estados Unidos (5,1%) e Italia (3,5%). Sin embargo, en número de contratos el país líder fue Francia con el 23,8%, seguido del Reino Unido (19,9%), Alemania (19,1%), España (17%), Estados Unidos (2,9%) e Italia (2,2%). Cabe destacar, por tanto, que en este sector el orden de los cuatro principales países en patentes fue justo el inverso al de contratos. En cambio, en el sector de munición el orden de los seis países fue el mismo en los dos indicadores, aunque el predomino de Alemania y España en contratos (32% cada uno) fue sensiblemente mayor que en patentes (21,5%).
* Los contratos llegan hasta 1936. ** Incluye vehículos militares (minoritarios en las dos variables).
Fuentes: Sáiz et al. (dirs.) (2000-2008) y Gaceta de Madrid.
En patentes de aeronaves, España se situó claramente en el primer puesto con el 33,5% del total, seguida de Alemania (21,1%), Francia (14,4%), Reino Unido (9,4%), Estados Unidos (7,5%) e Italia (5,8%). En contratos, la ventaja de España fue todavía más acusada, pues obtuvo casi el 38% del total, mientras que el segundo puesto lo ocupó Francia (20,6%), seguida del Reino Unido (15,9%), Alemania (9,3%), Italia (2,3%) y Estados Unidos (1,4%). En este caso, la disparidad entre las dos variables es particularmente llamativa en los casos de Alemania y Estados Unidos, por tener ambos mucho menos peso en los contratos que en las patentes de aeronaves. En sentido contrario, también es notable el mayor peso de España, Francia y Reino Unido en contratos con respecto a patentes.
Finalmente, en patentes de tecnología naval (buques), la primera posición correspondió a Estados Unidos con el 26,1% del total. Siguieron España (20,7%), Italia (13,2%), Alemania (10,5%), Francia (10,2%) y Reino Unido (9,9%). En número de contratos, en cambio, el principal país fue España (30,3%), seguido del Reino Unido (27,9%), Francia (9%), Alemania (5,7%), Estados Unidos (4,9%) e Italia (1,6%). En este caso, por tanto, la distribución por países es también muy dispar entre las dos variables, especialmente porque los países extranjeros más destacados en patentes ‒Estados Unidos e Italia‒ fueron los que tuvieron menos contratos. Estas disparidades en los datos agregados quedarán explicadas, y en buena medida diluidas, al descender al nivel empresarial en el apartado siguiente.
En todo caso, de los datos que acabamos de describir se desprende que al diferenciar por sectores, aunque menos clara que al no diferenciar (cuadro 2), también hubo correspondencia entre patentes y contratos, pero con bastante variación de un sector a otro. Para contrastar esta percepción, hemos realizado un análisis de regresión entre el total de contratos y patentes de los trece países arriba señalados para cada sector militar en el periodo en su conjunto (1878-1939). Los resultados, recogidos en el cuadro 6, confirman la impresión indicada. Es decir, se observa una correlación positiva y significativa entre patentes y contratos para los cuatro sectores, aunque con una gran diferencia entre el sector naval (probabilidad del 24% y sólo significativa al 10%) y los otros tres (probabilidad de entre el 64% y el 80% y significativas al 1%). Pero en los cuatro casos la correlación fue claramente más débil que la observada en el análisis sin discriminación sectorial (cuadro 3). Por otro lado, atendiendo a los coeficientes de las variables, la correlación más fuerte se dio en el sector de munición (0,30) y las menos, en el de armamento (0,06).
Notas: p-valor entre paréntesis; *, **, *** denotan significatividad al 10%, 5% y 1% respectivamente.
4. Análisis micro: empresas
El análisis de los datos agregados ha mostrado, entre otras cosas, que las patentes militares tuvieron una calidad por encima de la media; que la mayor parte de los contratos de defensa fue de productos patentados; que tanto las patentes como el armamento procedieron en su mayor parte del extranjero; y que, con algunos desajustes, hubo una clara correlación entre patentes y contratos desde el punto de vista geográfico y sectorial. Son indicios de que las patentes militares tenían relación con la actividad del sector de armamento militar, pero no evidencia directa. Tampoco indican las vías concretas de esa conexión. Para entender en concreto cómo se relacionaron ‒o no‒ las dos variables, así como las faltas de concordancia observadas en los datos agregados es imprescindible descender al nivel micro. Analizar todos los casos excedería con mucho los límites de estas páginas, pero un acercamiento a los principales contratistas puede ser aclaratorio. Este es el objeto del presente apartado.
El cuadro 7 muestra las diez principales empresas que obtuvieron contratos con las fuerzas armadas españolas en cada uno de los cuatro sectores militares. Como alguna está presente en más de un sector, en total son 35 firmas, que suponen el 16% de las 215 que obtuvieron contratos en el periodo. El cuadro recoge el peso de cada empresa en el total de contratos y en los relativos a productos patentados. También indica las empresas que, además de exportar sus bienes, otorgaron licencias para fabricarlos en España (licenciadores) y aquellas cuya producción o parte de ella se hizo bajo licencia (licenciatarios)Footnote 30.
Fuente: Gaceta de Madrid. * Reúne varias firmas vinculadas: Vickers (Nordenfelt, Maxim, Vickers); Mauser (Waffenfabrik Mauser, Ludwig Loewe & Co.); Esperanza y Unceta (Esperanza y Unceta, Esperanza y Compañía, Unceta y Compañía).
El cuadro muestra, en primer lugar, que los diez principales contratistas tenían un peso muy alto en los cuatro sectores: 57,5% en aeronaves; 50,2% en armamento; 45,7% en municiones y 32% en buques. Que ese peso fuera todavía mayor en los contratos de productos patentados (72,8% en armamento; 70,2% en aeronaves; 69,6% en municiones y 52,9% en buques) se explica porque muchos estaban también entre las empresas que más patentes solicitaron. Otro rasgo general era el predominio de firmas extranjeras (63%), si bien las españolas tuvieron un peso relevante (37%), aunque en muchos casos producían bajo licencia. Fijémonos ahora en cada sector.
En el de armamento, la empresa con más contratos fue la británica Vickers, un gigante de la industria militar que fue creciendo desde el siglo XIX con la adquisición de Maxim-Nordenfelt y Armstrong. Los contratos indican que este grupo vendió a las fuerzas armadas españolas gran cantidad de armas producidas en Inglaterra, aunque protegidas con patentes españolas, como cañones Vickers de 76mm, ametralladoras Maxim de 7mm o cañones de tiro rápido Nordenfelt de 57mm. Pero también se implicó directamente en la actividad productiva del sector a través de la Compañía Anónima de Placencia de las Armas, la quinta firma en número de contratos. Esta empresa, situada en la localidad guipuzcoana del mismo nombre, no registró ninguna patente, pero importaba y producía armamento con tecnología de Vickers, que era su propietaria (Lozano Courtier Reference Lozano Courtier1999; Placencia Mendia Reference Placencia Mendia2012). Es un claro ejemplo de cómo una importante actividad industrial y comercial puede no quedar reflejada en el registro de patentes a pesar de estar basada en tecnología patentada.
La segunda empresa con más contratos fue la conocida fábrica alemana de armamento Waffenfabrik Mauser, propietaria de numerosas patentes, que había sido adquirida en 1887 por Ludwig Loewe & Co. El ejército español tuvo contratos con las dos firmas, la mayoría de ellos con Loewe, que no tenía ninguna patente a su nombre. Este es, por tanto, otro caso en el que una relevante actividad económica innovadora no podría deducirse del registro de patentes. El armamento Mauser inicialmente se importaba de Alemania, pero en noviembre de 1892 el Ministerio de la Guerra firmó un contrato con Waffenfabrik Mauser por el que, además de comprar 70.000 fusiles, adquiría el derecho de producirlos durante diez años en las fábricas de armas de Toledo y Oviedo (Gaceta de Madrid de 2 de diciembre de 1892). Este acuerdo se fue concretando con el tiempo. Así, el 21 de junio de 1893 el ejército compró a Loewe 20.000 fusiles Mauser a la vez que obtenía la licencia de fabricar otros 50.000 en la Fábrica de Armas de Oviedo (Gaceta de Madrid de 22 de junio de 1893)Footnote 31. Este contrato y otros que siguieron muestran cómo hubo patentes que tenían relación a la vez con la importación y con la producción nacional a través de acuerdos de licencia.
En tercer lugar se situó Fried Krupp, que vendió a las fuerzas armadas armamento producido en Alemania y protegido con numerosas patentes registradas en España. En este caso, hay una clara conexión entre patentes y actividad importadora. No obstante, también hay constancia de que, al menos desde 1867, Krupp firmó contratos con el gobierno español para la venta de bloques de acero y que otorgó licencias de sus patentes para la producción de cañones en la Fábrica de Artillería de Sevilla, actividad en la que también estuvo implicada la de Fábrica de Armas de Trubia (Font Gavira Reference Font Gavira2019; Memorial de Artillería 1907).
Siguieron en importancia dos conocidas empresas francesas, Hotchkiss y Schneider, ambas con numerosas patentes registradas en España. Todos sus contratos eran de importación de armamento fabricado en Francia, aunque también otorgaron licencias de fabricación en España. Así, la Fábrica de Armas de Oviedo fabricó bajo licencia la ametralladora Hotchkiss de 7mm desde 1911 (Manrique y Molina Reference Manrique García and Molina Franco2006). En cuanto a Schneider, en el importante contrato de 1905 con el Ministerio de la Guerra para la venta de sus famosos cañones de tiro rápido, la firma exigió que 200 piezas se produjeran en Francia, pero concedió licencia para que en España se pudieran fabricar unidades adicionales, así como ciertos elementos complementariosFootnote 32. Hay constancia de que esos cañones se fabricaron en la Fábrica de Artillería de Sevilla (Memorial de Artillería 1907; Font Gavira Reference Font Gavira2019). Schneider también proveyó al Ejército de sus primeros camiones blindados en 1909 (Marín y Mata Reference Marín and Mata2010) tras un contrato de prueba (Gaceta de Madrid de 13 de noviembre de 1908).
Los diez contratos que la británica Triumph Cycle Company Limited firmó con el ejército español entre 1897 y 1909 fueron todos de venta (exportación) de bicicletas militares. Estos contratos no tuvieron conexión con patentes, pues esta firma no registró ninguna en España, pero se apoyaron en otra excepción legal similar del Real Decreto de 1852 (“artículos en que no haya más que un solo productor”) para evitar la subasta. En cuanto a la francesa Forges et Chantiers de la Mediterranée, que vendió cañones para la Armada entre 1882 y 1897, tampoco registró ninguna patente, pero en varios de sus contratos se acogió a la excepción legal que acaba de señalarse. Es decir, las dos empresas fabricaban productos únicos y competitivos, a pesar de no estar patentados.
Finalmente, entre las diez principales empresas contratistas del sector, sólo hubo dos españolas: Esperanza y Unceta y La Hispano. Todos los contratos de la primeraFootnote 33, dedicada a la fabricación de armas en Guipúzcoa y Vizcaya, fueron de objetos patentados a nombre de la empresa o de sus responsables, aunque también produjo bajo licencia (Goñi Mendizábal Reference Goñi Mendizabal2023). Se trataba, pues, de una empresa española para la que la innovación era estratégica, que vendió pistolas automáticas de 9mm, morteros de 50mm, aparatos de puntería para morteros, etc. En cuanto a los contratos de La Hispano, filial de la Hispano-Suiza establecida en Guadalajara en 1917, todos versaron sobre camiones militares. Esta compañía no registró ninguna patente, por lo que sería otro caso de actividad efectiva e innovadora no reflejada en el registro de patentes. Cabe pensar, no obstante, que La Hispano utilizó innovaciones patentadas por su empresa matriz. De hecho, cuatro de sus nueve contratos se acogieron a la excepción legal que eximía de la subasta a los que versaran “sobre efectos o materias cuyo producto disfrute privilegio industrial, o sobre cosas de que haya un solo productor o poseedor” (Ley de Hacienda Pública de 1911).
El somero repaso a los diez primeros contratistas del sector de armamento (y transporte) militar no deja lugar a dudas de la relevancia que las patentes tuvieron en sus relaciones comerciales con las fuerzas armadas. A la vez, muestra cómo esa conexión no siempre se capta a través del registro de patentes, sino de los contratos y de las relaciones de propiedad y licencias entre empresas. De hecho, un estudio en profundidad de cada uno de los casos comentados revelaría con toda seguridad más matices de los aquí apuntados. También la relación de las empresas de los otros tres sectores con las fuerzas armadas fue rica y variada, como se desprende del breve repaso que sigue.
En el sector de municiones y explosivos cabe destacar, en primer lugar, que la empresa con más contratos fue la española Santa Bárbara, S. A. Fundada por José Tartiere en 1880 y localizada en Lugones (Asturias), esta firma fue muy innovadora, pues registró 28 patentes de pólvora y cartuchos. Es, por tanto, un ejemplo de una empresa nacional en la que se dio una clara correspondencia entre contratos y patentes propias, no licencias, si bien es cierto que más de la mitad fueron de introducción. Hay que señalar, además, que Santa Bárbara se unió en 1896 a la Unión Española de Explosivos (UEE), que fue la cuarta del sector en número de contratos y que tuvo patentes propias, así como la licencia de Nobel. La relevancia de la UEE no es de extrañar, ya que disfrutó del monopolio para la producción y distribución de explosivos en España entre 1897 y 1917 (Tortella Reference Tortella1987; González García Reference González García2004). Por la importancia de estas dos empresas, es claro que la presencia española en este sector fue más relevante que en el anterior. No obstante, también en este la presencia extranjera fue predominante. De hecho, además de tres firmas alemanas especializadas en la producción de pólvora, también estaban presentes las grandes empresas internacionales de la industria militar que dominaron el sector de armamento. Nos referimos a Schneider, Krupp, Ludwig Loewe (propietaria a su vez de Deutsche Metallpatronenfabrik) y Vickers que, aunque no aparece como tal en el cuadro, era la que estaba detrás de la Compañía Anónima de Placencia de las Armas y de la Sociedad Española de Construcción Naval. En suma, cabe destacar la alta conexión entre contratos y patentes en los líderes del sector, pues sólo una de las diez firmas (Deutsche Metallpatronenfabrik) no registró patentes, lo cual coincide con lo observado anteriormente para el sector en su conjunto (cuadro 6).
En cuanto al sector aeronáutico, lo primero que llama la atención es que cinco de las diez principales firmas, entre ellas las tres primeras, fueron españolas: Construcciones Aeronáuticas (CASA), Hispano-Suiza y Elizalde. La primera, localizada en Madrid, producía aviones y las otras dos, localizadas en Barcelona, motores de aviación. Las tres se apoyaron intensamente en el sistema de patentes: CASA lo hizo sobre todo a través de licencias de empresas extranjeras (Bréguet, Dornier y Vickers Vildebeest), Hispano-Suiza desarrolló su propia tecnología, y Elizalde produjo bajo licencia de Lorrain-Dietrich, aunque también desarrolló modelos propios. Las otras dos fabricaron bajo licencia: Talleres Loring, aviones de la holandesa Fokker y Sampere, paracaídas de la estadounidense Irving Parachutes. En suma, los datos indican que la aviación militar se abasteció en buena medida de la industria nacional, si bien la tecnología que esta usó fue en gran parte extranjera, aunque no faltó innovación nacional, como la de Hispano-Suiza o Elizalde. Cabe mencionar, además, la del famoso inventor Juan de la Cierva, quien registró numerosas patentes, aunque, según nuestra fuente, sólo obtuvo un contrato con las fuerzas armadasFootnote 34. Por otro lado, los otros cinco principales contratistas fueron firmas extranjeras que vendieron aviones, motores y repuestos producidos en sus países, protegidos casi siempre con patentes españolas. Además, como se ha dicho, Bréguet, Dornier y Nieuport hicieron negocio a través de la concesión de licencias a fabricantes españoles. La única empresa que no registró patentes fue la británica Airco, aunque alguno de sus modelos, diseñados por Geoffrey de Havilland, incorporó motores Rolls-Royce, que sí estaban patentados. Los datos muestran, pues, que la patentes ‒bien por ser propias, bien por derecho de uso‒ fueron centrales para los diez principales contratistas, lo que coincide a su vez con la alta correlación observada entre patentes y contratos para el sector en su conjunto (cuadro 6).
Finalmente, en el sector naval, la lista de principales contratistas también fue encabezada por dos empresas españolas: la Sociedad Española de Construcción Naval (SECN) y la Sociedad Española del Acumulador Tudor. El liderazgo de la primera no es sorprendente, pues es bien sabido que fue la principal proveedora de buques para la Armada en el primer tercio del siglo XX (Cubel Reference Cubel1994; Gómez Mendoza Reference Gómez Mendoza1988). Pero, aunque fuera española, la tecnología en la que se apoyaba procedía de la británica Vickers (Lozano Courtier Reference Lozano Courtier, López García and Valdaliso1997, Reference Lozano Courtier1999) y de la estadounidense Electric Boat Company (EBC)Footnote 35, que fue la que más patentes del sector registró en EspañaFootnote 36. Sin embargo, no hemos encontrado en la Gaceta de Madrid ningún contrato de esta empresa, aunque es seguro que obtuvo uno en 1915 para fabricar el que sería el primer submarino de la Armada españolaFootnote 37. No nos consta que tuviera más contratos desde entonces, pero sí que aportó la tecnología de los submarinos fabricados por la SECN (Martínez-Merello Reference Martínez-Merello and de Historia Marítima2015). Por tanto, aunque de la falta de contratos se deduciría la ausencia de relación de las patentes de EBC con la actividad del sector en España, en realidad sucedió todo lo contrario. Los casos de EBC y Fiat-San Giorgio son los que explican la paradoja antes señalada (cuadro 5) de que los países extranjeros con más patentes navales ‒Estados Unidos e Italia‒ fueran los que tuvieron menos contratos.
En cambio, el cuadro 7 sí visibiliza la conexión entre patentes y contratos en el caso de Tudor, empresa que patentó y vendió a la Armada baterías eléctricas para buques y submarinos. Aunque la tecnología original de esta empresa era del luxemburgués Henri Tudor (quien la patentó en España en 1892), la filial española fabricó las baterías en Zaragoza y registró también patentes propias. Las otras dos empresas españolas, Astilleros Echevarrieta y La Maquinista Terrestre y Marítima, obtuvieron contratos con la Armada, pero de productos no patentados. En este caso, los datos también reflejan la realidad, es decir, la existencia de contratos no ligados a patentes. Esto mismo se observa en los casos de la británica Hartmann, Suter & Rahtjen's Composition Co. y la estadounidense Sperry Gyroscope Company, pues ambas obtuvieron contratos no respaldados por patentesFootnote 38. Las cuatro empresas restantes eran extranjeras y todos sus contratos fueron de productos patentados en España. En suma, de estos datos se deduce que las principales firmas del sector naval se apoyaron en las patentes en menor medida que las de los otros sectores, lo que coindice a su vez con la baja correlación encontrada entre contratos y patentes para el conjunto del sector (cuadro 6).
El análisis de los principales contratistas ha puesto de manifiesto que sus ventas a las fuerzas armadas españolas estuvieron muy ligadas al registro de patentes. De hecho, 27 de las 35 empresas (el 77%) obtuvieron contratos de productos patentados. A la vez, ha mostrado que esa relación se produjo por dos vías: importación o producción en España del armamento patentado, ya fuera con patentes propias o con licencias. En el segundo caso (producción) cabría hablar de innovación, pero no propiamente en el primero (importación). Pues bien, de las 27 empresas con contratos de bienes patentados, sólo hubo 6 (el 22%) limitadas a importar sus productos, mientras que 21 (el 78%) los fabricaron en España, bien directamente bien a través de licencias. Los grandes contratistas eran minoría, pero tuvieron un peso importante en el total de contratos como hemos visto. Estos datos, pues, aportan una evidencia directa de que las patentes estuvieron ligadas a la innovación en una parte relevante del sector de armamento militar en España. Queda pendiente, no obstante, extender este análisis al conjunto de contratistas para comprobar si esa ligazón fue general.
Pero también sería necesario hacer el mismo análisis desde el punto de vista de los solicitantes de patentes militares. Sin embargo, dado su elevado númeroFootnote 39, esta tarea es todavía más ingente. No obstante, como primera aproximación, hemos comprobado lo sucedido con los diez principales solicitantes de cada uno de los cuatro sectores militares (cfr. Apéndice). En total fueron 32Footnote 40, ya que algunos tenían patentes de varios sectores. Aunque son muy pocos, representan una parte relevante, ya que solicitaron en torno al 30% de las patentes del sector (y al 50% de las PAV). Pues bien, 21 de esos solicitantes (el 66%) tuvieron contratos con las fuerzas armadas, de los cuales sólo 5 (el 24%) se dedicaron en exclusiva a la importación, mientras 16 (el 76%) fabricaron ‒directamente o bajo licencia‒ sus productos en España. Por tanto, desde este punto de vista, la evidencia ‒preliminar y parcial‒ también apunta a la conexión de las patentes militares con la innovación en el sector. Pero será necesario ampliar el análisis a todos los solicitantes para comprobar en qué medida esto puede aplicarse al conjunto. Naturalmente, de los datos del cuadro 7 y del Apéndice también se deduce que las empresas con mayor capacidad tecnológica fueron las que dominaron el mercado español de defensa.
5. Conclusión
La industria militar española, de muy larga tradición, atravesó dificultades en el siglo XIX al quedarse descolgada de los avances de la Revolución industrial, lo que a su vez incrementó el recurso de las fuerzas armadas a la importación de armamento. Pero a finales de siglo la industria nacional inició un proceso de modernización, muy apoyado en la tecnología extranjera, que la llevó a crecer y consolidarse en el primer tercio del XX. Algunos aspectos de este episodio han sido tratados en estudios sectoriales y de caso, pero la innovación del sector en su conjunto no ha sido analizada. Una forma de hacerlo es a través de las patentes de tecnología militar registradas en el país. Pero al ser incierto en qué medida estas tuvieron aplicación efectiva, se ha recurrido a una segunda variable –los contratos de compra de armamento de las fuerzas armadas– directamente relacionada con la actividad del sector. El análisis combinado de ambas variables, centrado en España entre 1878 y 1939, ha brindado varias evidencias.
La evolución en el tiempo de las dos variables fue dispar: mientras las patentes militares se ajustaron grosso modo a los ciclos de la economía, los contratos militares estuvieron muy ligados a los dos grandes conflictos del periodo: la guerra finisecular y la del Rif. No obstante, el 63% de los contratos versaron sobre bienes patentados, lo cual es indicio de una notable conexión entre las dos variables. Esta se observa con claridad al comparar las cifras totales según su procedencia, pues el orden de importancia de los principales países (España, Alemania, Reino Unido, Francia, Estados Unidos e Italia) fue el mismo para patentes y contratos. Aunque hubo alguna disparidad en el peso relativo y en su evolución en el tiempo, en conjunto predominan las coincidencias. El análisis de regresión confirma esta percepción de modo contundente, a la vez que revela que las patentes que a priori cabría considerar de más valor (las de invención, las que acreditaron la práctica, las más longevas ‒PAV‒ y las empresariales) fueron las que guardaron una correlación más fuerte con los contratos.
Desde el punto de vista sectorial, se observa también coincidencia entre patentes y contratos por países, aunque menos clara que la observada desde una óptica sólo espacial. La conexión es especialmente débil en el sector naval, pues los países extranjeros con más patentes de esa tecnología ‒Estados Unidos e Italia‒ apenas obtuvieron algún contrato. El análisis econométrico confirma que en armamento, munición y aeronáutica la correlación, aunque no tan fuerte como en el caso anterior, fue positiva y significativa, y en tecnología naval, bastante débil y marginalmente significativa, pero en cualquier caso positiva.
El análisis macro muestra indicios claros de relación entre las dos variables, pero conocer en qué medida y de qué modo se articuló la relación entre patentes, producción e importación de armamento requiere descender al nivel micro. Para ello se han analizado los diez principales contratistas de cada sector. El análisis ha mostrado que casi todos ellos fueron solicitantes de patentes. A su vez ha constatado que algunas de las disparidades entre patentes y contratos mostradas por los datos agregados, en verdad no eran tales. Concretamente, había empresas con muchos contratos y sin patentes que en realidad vendían productos patentados, pero por sus empresas matrices. Son los casos de la Compañía Anónima de Placencia de las Armas y la SECN, filiales de Vickers. También se daba el caso contrario, es decir, empresas con muchas patentes y sin contratos, pero con un fuerte vínculo con el sector a través licencias. Es el caso de la estadounidense Electric Boat Company, propietaria de las patentes que permitieron a la SECN fabricar sus primeros submarinos. El análisis micro explica, por tanto, el porqué de la débil correlación encontrada entre patentes y contratos del sector naval y confirma la vinculación efectiva de las patentes militares con la actividad del sector.
Pero la vinculación entre patentes y contratos se produjo bien a través de la importación bien de la producción local del armamento patentado. En el segundo caso (producción) cabría hablar de innovación, pero no propiamente en el primero (importación). El análisis de los principales contratistas ha mostrado que lo que predominó fue la vinculación de sus patentes con la actividad productiva local frente a la mera importación. En definitiva, las patentes tuvieron una relación efectiva con la innovación en el sector de armamento militar en España en el periodo estudiado. En esta misma dirección apunta el análisis preliminar de los principales solicitantes de patentes. No obstante, habría que ampliar el análisis micro a todos los contratistas y solicitantes para confirmar si estas conclusiones son generalizables.
El estudio es una primera aproximación a los datos, por lo que deja abiertas para el futuro muchas cuestiones que han quedado sólo incoadas o sin abordar. Por ejemplo, será interesante analizar los contratos y patentes desde una perspectiva regional, investigar el papel desempeñado por las factorías militares o elaborar un modelo de causalidad entre contratos y patentes que incluya otras variables potencialmente explicativas. También podrán realizarse estudios de caso sobre sectores o empresas o alguno en el marco de la teoría de los contratos.
Agradecimientos
Agradecemos a tres evaluadores anónimos sus muy valiosas observaciones y sugerencias, que han contribuido a mejorar significativamente el trabajo; y a la Editora-Jefe de la revista, su guía en la reforma de las sucesivas versiones. Cualquier insuficiencia es de exclusiva responsabilidad de los autores.
Apéndice